José Antonio Vera

España en rosa

Solo podrán volar los ricos, los muy ricos y los políticos en ejercicio

Yolan Díaz y Pedro Sánchez.
Yolanda Díaz y Pedro Sánchez tras ratificar su acuerdoGtres

Nos dicen Yolanda y Sánchez que su pacto de gobierno llevará el país a la felicidad: menos trabajo, mismo salario, fuera nucleares, vivienda para todos, reparto justo de la riqueza, contaminación cero eliminando los vuelos domésticos y sustituyéndolos por trayectos en tren. El problema es que todo eso tiene su cara B: más pérdidas empresariales, energía cara, alquileres disparados, trayectos de avión solo para ricos y grave afectación al sector de la restauración y la hostelería. Por mucho que la líder de Sumar emplee un tono empalagoso para trasladarnos su España en rosa, escarbando en el acuerdo vemos que hace aguas por todas partes. En primer lugar, porque no habla de la amnistía, y esa es la medida clave que permitirá a Sánchez ser investido. Sin amnistía no hay investidura y tampoco ese mundo feliz que nos prometen. Pero incluso si la hubiera, las 230 medidas que dicen haber pactado equivalen a papel mojado sin el apoyo de Junts y el PNV, que está por ver. Luego el almibarado pacto del que se jactan es lo más parecido a un canto al sol o una tomadura de pelo, solo que de consecuencias graves, en algunos caos. Por ejemplo, la reducción de las horas de trabajo semanal, que pagarán las empresas, o lo de los vuelos. Nos quieren obligar a viajar en tren prohibiendo el avión cuando existe ruta ferroviaria alternativa de menos de dos horas y media. Consigna que viene de Europa y cumplimos cual papagayos sin pararnos a pensar si hay alternativa. Que podría ser, por ejemplo, el uso de biocombustibles o combustibles sintéticos para la aviación. Contaminan menos que los fósiles y son muy ecológicos. Se trataría de invertir en investigación para que, como en el caso de la solar fotovoltaica, llegue un momento en que el uso compense el coste. Pero no, aquí se trata de pro

hibir y de colgarse medallas por combatir la emergencia climática. El problema es que un anuncio de semejante calado tiene repercusión. En primer lugar, el hundimiento de Aena en Bolsa, amén del efecto contagio contra las compañías aéreas españolas y también sobre la primera industria nacional. Podría ser arrasador el impacto negativo que esta medida del pacto Sánchez-Yolanda pueda tener en el turismo, calculándose una pérdida de 11 millones de visitantes. La industria aeronáutica ya se viene resintiendo como consecuencia de cuatro tipos de decisiones cuya repercusión es enorme. La primera de ellas es que se les obliga a que un cinco por ciento del combustible debe ser sostenible (seis veces más caro que el convencional). En segundo lugar, el encarecimiento del impuesto por emitir CO2. El tercer motivo es el nuevo gravamen con el que se penalizará al queroseno, y una tasa al billete por valor de 7,8 euros. La industria aeronáutica no podrá sobrevivir razonablemente a tal presión Y los sectores subsidiarios lo pasarán mal. Por ejemplo, la hostelería, el comercio y la restauración, en donde se perderán miles de puestos de trabajo.

Claro qué si Sánchez y Yolanda se olvidaran del Falcón, otro gallo cantaría. Pero no, tendremos que renunciar nosotros al avión. Solo podrán volar los ricos, los muy ricos y los políticos en ejercicio, que mantendrán sus Gulfstream, Bombardier o Falcon a pleno rendimiento, viajando sin descanso, para trayectos incluso por debajo de las dos horas de duración. Y expandiendo de 5 a 14 veces más contaminantes por pasajero que los vuelos comerciales. Cincuenta más que los trenes. No deja de ser contradictorio que quienes obligan a renunciar a volar a la ciudadanía, atentando contra la libertad individual, se sigan desplazando en esos aparatos exclusivos solo-para-políticos-y-ricos que inciden directamente en el calentamiento global mucho más que las flotas de Iberia o Air Europa. Y como eso, lo demás. Energía nuclear, no, pero si hay restricciones por insuficiencia de generación de las renovables, los efectos los pagaremos los ciudadanos. Así una medida tras otra, hasta 230. Todo maquillado y edulcorado.