Opinión
Feijóo, solo o con leche
La "nueva política" es "pillar escaño" para vivir a cuerpo de Rey
Pedro Sánchez ha decidido ser el perejil de la campaña. Así de altanero es el presidente del Gobierno. Considera, después de analizarlo con sus asesores, que si consigue poner el foco en la disyuntiva «o yo o Alberto Núñez Feijóo», a él le va a ir mejor. De ahí su chocante propuesta de seis debates cara a cara, uno cada lunes. Supuestamente, para rebañar, con el voto útil, todo lo que pueda a su izquierda. Y no porque Sánchez crea que será el más votado el 23-J, puesto que su propio equipo reconoce que los ciudadanos tienen fijada la cara del líder del PP como nuevo inquilino de La Moncloa. Esa imagen cuesta mucho cambiarla. De hecho, la duda en la calle no es si gobernará el político gallego, sino cómo lo hará, es decir, si podrá conseguirlo en solitario o necesitará abrirse a la coalición. De esto van las seis semanas que tiene por delante.
En Génova hacen sus cálculos: «Hay muchas posibilidades de que salga adelante un Gobierno monocolor», sustentado por una amplia mayoría. Eso busca Núñez Feijóo. Que nadie esté en condiciones de discutir el veredicto de las urnas. Para ello es imprescindible aglutinar el voto de los españoles que quieren gobernantes que les ofrezcan certidumbres y resuelvan sus problemas. La demanda de cambio recorre estos días las comidas familiares y los encuentros entre amigos. Han sido cinco años de un insoportable repertorio del bipartito. El caos de la foto del Consejo de Ministros de coalición, entre socialistas y morados, con la adenda insufrible de los peores compañeros de viaje, el independentismo y los bilduetarras, es el gran argumento para que desde el cuartel general de los populares lancen su campaña por la mayoría absoluta. Los precedentes los tienen bien fresquitos: Juanma Moreno en Andalucía e Isabel Díaz Ayuso en Madrid.
El mapa perfilado por las encuestas es ya azul. Las últimas municipales y autonómicas son el cuadro real de la opinión española. Por esto, muchas cosas deberán deberán ser nuevas con Feijóo al frente del Gobierno. Como gran diferencia con Sánchez, el líder de Partido Popular es garantía de un proyecto moderado, reconocible y nacional.
El futuro inmediato será complicado, pero Feijóo tiene interiorizado que nunca obtendrá de los socialistas y de sus aliados cien primeros días de cortesía. De la misma forma, los dirigentes genoveses desconfían de las balas que Sánchez pueda disparar durante estas próximas semanas hasta la cita con las urnas. «Es un lobo herido en huida», se oye comentar en la planta cuarta de la sede nacional.
Todo pronóstico que pretenda hacerse sobre Sánchez es, demasiadas veces, pura especulación. Es César y toma las decisiones según considere que le son más favorables. Sus listas electorales cuajadas de pretorianos han destapado que prepara su cuartel de invierno en la oposición. No quiere diputados socialistas críticos que se muevan antes de que él lo decida. Una buena muestra es cómo se ha acomodado en la candidatura de Madrid a la directora general de la Guardia Civil, Mercedes González, que cesa apenas dos meses después de llegar al cargo. No es la Benemérita una institución cualquiera que pueda ser humillada de semejante manera, pero Sánchez concedió a su amiga ir de número 10 en la lista. Mucha saliva ha tragado Juan Lobato, el supuesto líder de los socialistas madrileños.
En el espacio a su izquierda, el panorama es desalentador. Yolanda Díaz pretendió colar su oferta política como un movimiento ciudadano. Nada de siglas o egos. Sin embargo, ha acabado estampando su rostro en las papeletas del 23-J. La rifa a gritos entre las formaciones de ultra izquierda por los puestos de salida ha sido de vergüenza ajena. ¿Alguien recuerda el 15-M? La «nueva política» es «pillar» escaño para seguir viviendo a cuerpo de rey. El veto a Irene Montero es la defunción del «pablismo» a manos de todos los que se fueron marchando del lado de Pablo Iglesias. Pero Pablo, desde su tumba, promete llamar al teléfono de Yolanda.
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