El Periscopio
Félix Bolaños, una cosa y la contraria
Se desvincula de la contratación de una asesora para Begoña Gómez, aunque respalda su legalidad
Durante su breve mandato como segundo presidente del Gobierno de España en la transición, Leopoldo Calvo-Sotelo echaba mano de su fina ironía gallega con los periodistas acreditados en el Congreso. Un día, en conversación con algunos de ellos en los pasillos de la Cámara Baja, soltó esta perla: «Los socialistas son maestros en decir una cosa y la contraria, y las dos son verdad». Viene ello a cuento de la declaración del triministro de la Presidencia, Justicia y Memoria Democrática, Félix Bolaños, ante el juez Juan Carlos Peinado en el Palacio de La Moncloa. En un calculado encaje de bolillos, Bolaños se desvincula de la contratación de una asesora para asistir a Begoña Gómez, aunque respalda su legalidad y traslada la responsabilidad del nombramiento a otro funcionario de Moncloa, un tal Raúl Díaz Silva, a la sazón coordinador de personal y nuevo en esta plaza de investigados por el magistrado. Bolaños se escuda en su enorme trabajo para desconocer todos los movimientos de personal. Asegura que las esposas de presidentes del Gobierno han tenido varios asistentes, mientras que Begoña sólo dispone de uno, la ya conocida Cristina Álvarez. Y recuerda que todo se hizo conforme a la ley «con predominio de las notas de afinidad inherentes a la confianza».
Todo un arte que, como bien decía Calvo-Sotelo, revela el cinismo de un socialista al incurrir en contradicciones y, al mismo tiempo, reafirmar su veracidad. Félix Bolaños no es nada tonto, bien al contrario, es de los pocos ministros del Gabinete preparado y con formación jurídica. Es uno de los hombres más cercanos a Pedro Sánchez, el gran negociador del Gobierno. Con los agentes sociales, los independentistas, las autoridades europeas y el partido de la oposición. El triministro, que se define como «un político del acuerdo», protagonizó una rocambolesca declaración ante el juez Peinado, quien, al parecer, rechazó escolta y exigió una tarima para el acto. Durante más de dos horas realizó un pormenorizado interrogatorio a Bolaños, pero este se escabulló «como una perdiz» sin ser cazado, en palabras de algunos testigos presentes. Arquitecto jurídico del Gobierno, auténtico «fontanero» de Pedro Sánchez, Félix Bolaños impone la estrategia de «siempre que llueve, escampa»: aguanta cualquier chaparrón y, según sus colaboradores, con astucia logra finalmente salir airoso.
Esta semana ha sido «horribilis» para La Moncloa, reconocen fuentes gubernamentales. El cerco judicial se acrecienta con los problemas de Begoña Gómez, el «hermanísimo» David Sánchez, y no digamos los escándalos de José Luis Ábalos bajo el «caso Koldo» y su gigantesco harén de señoritas colocadas a cargo del dinero público. ¿Qué más tiene que pasar para que este Gobierno caiga?, se preguntan en el PP, y también muchos dirigentes del PSOE, que consideran ya la situación insostenible. Pero desde su atalaya de poder, el presidente y su superministro piden calma y aguantan. Prueba del carácter de Félix Bolaños, en quien Sánchez ha depositado toda su confianza ante estos «marrones» cada día más turbios, es la frase que pronunció el día de su toma de posesión: «Ser ministro ni se puede pedir, ni se puede rechazar». Perfecta sintonía con la reflexión de Leopoldo Calvo-Sotelo, que, sin embargo, se encamina hacia una ruta envenenada. El varapalo del Tribunal Supremo contra el fugitivo Carles Puigdemont, al sentenciar que la malversación no es amnistiable, es otro dardo que vuelve a poner la diana en el Tribunal Constitucional, donde la gestión de su presidente, Cándido Conde-Pumpido, es cada vez más criticada. Según magistrados del sector conservador, el ambiente en el seno de la Corte de Garantías es «irrespirable» e, incluso, surgen ya críticas contra Conde-Pumpido por parte de algunos progresistas. Las mismas fuentes indican que su intención de impedir la personación de la Audiencia Provincial de Sevilla ante el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE), por el asunto del ERE, ha sido la gota que colma el vaso. «Los ERE y la amnistía no saldrán gratis», vaticinan en este sector del TC. Ello coincide con la estrategia del líder del PP, Alberto Núñez-Feijóo, ahora muy fuerte en Europa tras la designación de Dolors Montserrat como número dos del Partido Popular Europeo (PPE), el más potente de la Eurocámara. En el PP están convencidos de que tarde o temprano la UE «se cargará a Pedro Sánchez». Sus últimos movimientos en política exterior, en plena tormenta con el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y con el viaje a China sin ser comisionado por la Unión, no han sentado nada bien en Bruselas. Sólo el buen hacer del ministro de Economía, Carlos Cuerpo, otro de los pocos con formación acreditada, logra amainar el temporal.
Ante la gravedad del escenario, varios dirigentes socialistas con peso territorial han hecho llegar a Moncloa la necesidad de un cambio de Gobierno que insufle un respiro a la legislatura. Según estas fuentes, la situación «es insostenible». Opinan que el Ejecutivo está abrasado, en especial las ministras mujeres. «No se salva ni una», dice uno de ellos. Entre los «barones» cunde el desánimo y el desgaste que suponen los últimos escándalos, en especial los de José Luis Ábalos con tentáculos en otros ministros y dirigentes del partido. La reacción de la titular de Educación y portavoz del Gabinete, Pilar Alegría, sobre su famosa pernoctación en el Parador de Teruel, resulta patética. Cierto es que los ataques sufridos por la ministra son condenables, pero también lo es la hipocresía de la izquierda política y mediática, que bien se calla ante los ataques contra la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. Nadie como ella recibe tan furibundos exabruptos e insultos todos los días, hasta el punto de tildarla de «asesina» por el tema de las residencias de ancianos durante la pandemia. Es la muestra palpable de un gran cinismo y su doble vara de medir.