Política

Francisco Marhuenda

Firmeza y rigor en tiempos difíciles

La Razón
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La soledad del poder no es un tópico sino una realidad que han sufrido todos los presidentes del Gobierno cuando han tenido que afrontar decisiones difíciles o momentos complicados. No importa si hay mucha o poca gente a tu lado, porque la decisión última, una vez escuchadas las diversas opiniones, corresponde a la persona que los españoles han elegido para ocupar el palacio de La Moncloa. El propio recinto genera también una cierta sensación de soledad en medio de esos edificios aislados en los que se encuentra la sede de la presidencia del Gobierno, desde que Suárez decidió abandonar Castellana nº 3 y trasladarse a las afueras de Madrid. Rajoy es un hombre tenaz que consiguió llegar a La Moncloa teniendo todo en contra. No sólo las dos derrotas, en 2004 y 2008, sino la desafección de aquellos que en su partido luego lo aclamaron como líder tras la victoria de 2011 o las críticas inmisericordes de algunos medios de comunicación, que le aplicaron las mismas campañas de desgaste que sufrieron en su día Suárez o Aznar. La izquierda tiene una concepción patrimonial del poder y acepta con desgana y hostilidad que otros lo ocupen. Lo que unos y otros no tuvieron en cuenta, así como los poderes económicos y los medios de comunicación, que veían mejor a otros candidatos, fue que Rajoy es un corredor de fondo que desde que fue diputado en la primeras elecciones gallegas, nadie le ha regalado nada. Es la constancia del jurista que superó con éxito, al poco de acabar Derecho, una oposición tan dura como es la de registrador de la propiedad. No es un hombre de extremos, ni en lo político ni en lo personal. Ni de euforias ni depresiones. El jueves era un Rajoy seguro, tranquilo y esperanzado en el futuro, porque, tal como explica en la entrevista, las perspectivas han mejorado. Millones de españoles sufren la mayor crisis económica desde la que se vivió en la posguerra, pero el futuro no es tan sombrío como hace unos meses.

Es un presidente acostumbrado a las críticas de los que hacen grandes análisis o realizan propuestas desde la comodidad de no tener que tomar decisiones y asumir las consecuencias. Es un político con una hoja de ruta cuyas etapas se van cumpliendo satisfactoriamente y que encontró un país sumido en una crisis más grave de lo previsto como consecuencia de los errores que cometió el Gobierno socialista. Ha sido el peor año de su carrera política, porque ha tenido que tomar decisiones muy duras para recuperar la credibilidad internacional e impedir la intervención, como les sucedió a Grecia, Irlanda o Portugal. Lo ha hecho con las críticas de los que cada semana anunciaban un rescate, que hasta el momento no ha sido necesario, la tibieza del mundo empresarial y el acoso de unos sindicatos que han querido, sin éxito, tomar las calles. Es un presidente al que no le ha importado asumir el coste de unos recortes impopulares y que tiene la firme convicción de que sólo llevando a cabo una política reformista será posible que España salga de la crisis. En estos tiempos es necesario tener las ideas claras y ser inmune a las críticas, cuando se sabe que no existe otro camino. Esta tranquilidad y firmeza es fundamental para una sociedad que necesita espeanza en el futuro.