Opinión

El gran zoco de Sánchez

El «sanchismo» que Alberto Núñez Feijóo aspiraba a derogar se resiste a desaparecer. Tampoco su alternativa parece germinar en el poder

Cara a cara Electoral en Atresmedia entre Alberto Núñez Feijoo y Pedro Sánchez.
Cara a cara Electoral en Atresmedia entre Alberto Núñez Feijoo y Pedro Sánchez.Alberto R.RoldánLa Razón

Las elecciones del 23J han dejado un óleo de pintura negra de Goya. El «sanchismo» que Alberto Núñez Feijóo aspiraba a derogar se resiste a desaparecer. Tampoco su alternativa parece germinar en el poder. O sea, la pura definición de la crisis: el periodo que media entre lo que muere y lo que nace. Así la cosa, Pedro Sánchez, siempre osado, se cree con fuerzas suficientes como para relanzar una versión acentuada de la labor gubernamental de estos años.

La política española está atascada sólo quince días después de que los ciudadanos hayamos acudido a las urnas. El presidente en funciones se ha marchado de vacaciones «polémicas» a Marruecos y la gobernabilidad futura del país está en manos de un prófugo y de un partido cuya portavoz en el Congreso de los Diputados piensa que España es un «estercolero putrefacto». Así de bonito se presenta el reality que arranca.

Al menos, en apariencia, ya que el líder socialista ha escapado de la escena para pasear en familia por Marrakech, Tánger y Tetuán, como si allí, entre los regateos de sus zocos, quisiese descubrir el intríngulis de las negociaciones por venir. De momento, sólo ha dado pistas con el «portazo» a los más de ocho millones de votos populares en contestación a una carta de Feijóo donde solicitaba reunirse inmediatamente. Y cortando de raíz la negociación que avanzaba en Ceuta para fraguar una gran coalición de gobierno entre PP y PSOE. La vida sigue igual en el sanchismo: exclusión del adversario al que se desea convertir en enemigo e intento obsesivo de identificar a PP y Vox empujándoles a pactar para demonizarlos.

Donde sí hay novedades es en Cataluña y en el País Vasco. Al fin y al cabo, ante el total alejamiento de los dos grandes partidos nacionales, los artífices supremos del nuevo ejercicio de resistencia de Sánchez van a ser independentistas, filoetarras y nacionalistas de diferente pelaje ideológico. De hecho, ERC y Junts, por debajo de la faldilla secesionista, avivan sus luchas tras la carambola que ha convertido al fugado de Waterloo en reina madre de la política española. ¿Drama o sainete? Quédense con lo que más les plazca.

Eso sí, tanto Carles Puigdemont como el desconcertado presidente de la Generalitat de Cataluña, Pere Aragonés, han remitido ya su «menú» a La Moncloa. De primero, amnistía y referéndum. De segundo, una quita de deuda de más de 21.000 millones de euros, gran parte de ellos distraídos a algunos bolsillos durante el procés. Y de postre, pinganillos en el Congreso para asimilarnos a una ONU llena de intérpretes donde Gabriel Rufián pueda aleccionarnos en catalán.

Mientras, en el País Vasco, un PNV desnortado caza moscas a cañonazos. Parece no saber bien quién es su adversario. Así que Arnaldo Otegi se frota las manos con la mirada fijada en 2024, cuando celebrarán sus elecciones autonómicas. El líder de la izquierda abertzale tiene a su alcance Ajuria Enea. Por si eso fuese poco, maneja los hilos en Navarra con los de Pedro Sánchez como rehenes. ¿Qué escenario mejor podían soñar los proetarras?

Y cuando los vigentes costaleros de Sánchez pergeñan el Frankenstein 2.0 como resultado de un sumatorio de objetivos máximos, ¿qué se hace desde la otra orilla, con más de 11 millones de españoles mirando asombrados? Vox filtra reuniones discretas, aceptando implícitamente que eso perjudica a Feijóo, o se enroca con los sillones en autonomías como Murcia, condenándola a una incomprensible repetición electoral. El centroderecha tiene pendiente resolver sus relaciones. Seguramente «normalizando» sus pactos. Es hora de cerrar el peaje que permite a Sánchez cobrar al Partido Popular sus conciertos con los de Santiago Abascal mientras él se alía con comunistas, independentistas y el antiguo aparato político de ETA. El paso de los verdes este domingo afirmando que no pedirán entrar en un Gobierno de Feijóo si obtiene los números es un buen paso en ese sentido.

Será complicado aclarar algo hasta el día 17 de agosto. Con la constitución de las Cortes arrancará formalmente la legislatura. No va a ser una cita para la moderación. Al revés, se espera más bien maniobras del PSOE para alzarse a toda costa con la presidencia del Congreso. En cualquier caso, sí va a ser un ensayo general y un alineamiento de fuerzas, que tal vez sólo resulten útiles a dos personas: a Pedro Sánchez para encarrilar su asalto al poder y a Felipe VI, que entrará en escena a continuación con su ronda de consultas y habrá podido ver por dónde sopla el viento para la investidura.

Es verdad que el Rey apenas tiene un «cameo» en esta película, pero su papel marcará el guión posterior. En Zarzuela llevan tiempo preparándose. En esa casa los asuntos se resuelven en silencio y con el máximo rigor, tratando de salvaguardar el interés general. Aunque el trabajo hecho no le va a ahorrar al monarca un dilema que puede llevarle a dejarse «pelos en la gatera». Decida lo que decida va a ser criticado por unos u otros. La elección entre Feijóo, ganador en las urnas, o Sánchez, perdedor, pero aupado por la cofradía de los empeñados en destruir el orden constitucional, está sobre el tapete.