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Crónica

La guerra sucia de Iglesias y Díaz acorrala a Sánchez

El debate del gasto militar amenaza con ser la puntilla. Podemos «morderá» para ganar espacio

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez y la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, durante una sesión de control, Congreso de los Diputados. Parra/EpParra/Ep

La ronda de contactos que Pedro Sánchez mantuvo esta semana en La Moncloa con los grupos parlamentarios (excluyendo a Vox), para hablar del aumento de la inversión militar, generó tal barullo de voces que ayudó a que pasara desapercibida la declaración de guerra de Podemos al presidente del Gobierno. La contienda va mucho más allá de una camiseta provocadora con el «No a la guerra» de Ione Belarra: la estrategia está hablada y pensada, aunque otra cosa es si se atreven, finalmente, a ponerla en práctica o les pasa como a Junts, que mucho hablar, pero a la hora de la verdad les puede más el miedo a perder el statu quo que cumplir con las decisiones adoptadas en su equipo de dirección.

Bajo la presión creciente de Europa en relación con el gasto en Defensa, al líder socialista se le intuye hoy dentro de un cuadro en el que de fondo se puede observar cómo crece a su alrededor la polvareda que levanta la batalla que libran Sumar y Podemos. Y también aquí ha perdido el control que pudo ejercer en el pasado sobre la izquierda a su izquierda, de manera que ya solo le queda observar las maniobras en las que él aparece como una especie de muñeco de trapo al que todos tratan de dar golpes, de momento, eso sí, con cuidado de que ninguno de ellos sea «mortal».

Así, tienes a las mujeres de Podemos contando que la legislatura no llega a 2027 por mucho que se empeñe el presidente del Gobierno, porque es «insostenible aguantar cuatro años sin Presupuestos». También van diciendo que con ellas el PSOE ya no puede contar para nada y que ha llegado el momento de subrayar sus diferencias con los socialistas, y también con la vicepresidenta y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, porque si pueden cobrarse dos piezas a la vez, a Sánchez y a Díaz, «mejor que mejor». No es novedad, se puede pensar viendo los precedentes, pero sí es nuevo que por primera vez hablen de pasar página del Gobierno de coalición y que se vengan arriba con el margen de crecimiento que sus encuestas les anuncian.

Hay otro factor que dicen que juega a su favor: la descomposición de Sumar, con siglas que están ya cada una a lo suyo, sin voluntad de volver a integrarse bajo ninguna bandera que lidere Yolanda Díaz. Según lo que cuenta la parte podemita, algunos de los que se fueron a Sumar, están pidiendo ahora el reingreso en la formación que todavía maneja Pablo Iglesias en la sombra.

Aquella cuerda que unía a Podemos y a Sumar se rompió del todo el 5 de diciembre de 2023, cuando Podemos anunció que se iba al Grupo Mixto con sus cinco diputados. Las relaciones personales se habían roto ya hacía tiempo y la estrategia política entre ambas fuerzas era también desde hacía ya tiempo la de la diferenciación. Aquella ruptura de diciembre de 2023 ha ido evolucionando hasta convertirse en una batalla política de desgaste mutuo sin que el líder socialista, que fue capaz de enredar los hilos antes de las últimas generales, tenga ya capacidad de maniobra para mover los posicionamientos a favor de sus intereses. El debate sobre el gasto militar amenaza con ser la puntilla.

La política de desgaste ha llegado hasta el punto de utilizar lo bien que se conocen todos en el plano personal, son pandilla de juventud, para «mover» los escándalos que han salpicado a Íñigo Errejón y Juan Carlos Monedero. Detrás del primero, algunos de los que pertenecieron a aquella camarilla, y fueron «fusilados» por Iglesias, ven la mano del fundador de Podemos. De la misma manera que la sospechas apuntan al entorno de Díaz en lo que respecta a las denuncias que se han conocido contra Monedero. En resumen, aquello que se presentó inicialmente como una división estratégica se ha convertido en una lucha de supervivencia a costa de la otra parte, y a costa también de perjudicar las posibilidades electorales de Sánchez.

De hecho, para Moncloa es un quebradero de cabeza ver cómo Sumar ha ido cayendo en apoyo en las encuestas, pasando de una media del 9,7% en enero de 2024 a un 6,4% en febrero, mientras que Podemos ha subido ligeramente hasta el 4,4%. La fragmentación sigue reduciendo su capacidad electoral porque la suma continúa oscilando entre el 10 y el 11%. La ley electoral en España penaliza a los partidos pequeños, de manera que presentarse por separado puede ser desastroso para ambas formaciones ya que en muchas provincias no superarían el umbral mínimo del 3% necesario para obtener representación parlamentaria.

Podemos ya ha utilizado la estrategia presupuestaria como uno de sus principales focos de conflicto. Y ahora el debate europeo sobre el incremento de la inversión en gasto en Defensa les abre un espacio muy seductor para golpear a Yolanda Díaz y, de rebote, al presidente del Gobierno. El «no» al gasto militar es un asunto que va en el ADN de Izquierda Unida, y ahí Podemos está libre de manos para tensar la cuerda frente a una vicepresidenta que está enredada en la contradicción de aparentar que puede ser coherente con el discurso de esa izquierda que se supone que representa y, al mismo tiempo, mantener su coche oficial.