Rebeca Argudo

Por la independencia pero sin diálogo

Está claro. Lo suyo no es ni escuchar: es imponer

Intervenía Pere Aragonès en la Comisión General de Comunidades Autónomas en el Senado y, en lugar de en calidad de presidente de la Generalidad de Cataluña, parecía hacerlo en la de portavoz del Gobierno de coalición en funciones. Al menos es de agradecer la claridad. Ese dar por hecha tanto la amnistía como un posterior referéndum. Vamos, lo que ya presuponíamos y el PSOE callaba, pero ventilado sin complejos en diez minutos. Y sin atender luego a medios ni escuchar las intervenciones del resto de presidentes autonómicos.

Está claro, ya lo estaba pero se corrobora, que lo suyo no es ni escuchar ni dialogar: es imponer. Ya sea una declaración de independencia, como intentaron en 2017, o la cháchara separatista del día. Pero sin interferencias ni réplicas. Con las mismas te defienden que votar es muy democrático para justificar un futuro (e ilegal) referéndum, que te salen escopeteados para que ni les pregunten ni les contradigan. La pluralidad democrática de toda la vida pasado por el filtro Barcelona.

En lo que sí parecen coincidir todos, los que apoyan la amnistía como la fórmula para desjudicializar un conflicto político (ese eufemismo para no hablar de impunidad para los delincuentes), es en dar por sentado que Pedro Sánchez hará lo que sea necesario para conseguir ser investido. Lo saben los que le exigen para contar con sus votos esa «forma de superar los problemas judiciales» (y ya la dan por hecha) y lo saben los que se oponen (y también). Y que la amnistía es solo el principio, el punto de partida, y que a lo que se va es a que los catalanes voten la independencia, lo sostenía Aragonès con el aplomo con el que solo lo puede afirmar quien está seguro de que eso ocurrirá. Porque hablado, y bien hablado, y casi atado. Digo casi porque veremos si Carles Puigdemont se pilla un berrinchito y hace valer sus siete votos contados para un tira y afloja que bien podría acabar en elecciones.

Y ante esto, ante la exhibición desprejuiciada de aspiraciones separatistas digo, un PSOE sometido al dictado de intereses personalistas calla y, con ese callar, otorga. Y ese reconocimiento implícito de que, ciertamente, existe un conflicto político y que este es, además, bilateral, es ya un triunfo de los independentistas. Uno que le deben a la ambición desmedida de Pedro Sánchez, capaz de vender a su madre o, como apuntaba Ayuso, subastar España, por un ratito más en el poder. Que le ha cogido el gusto.

Al PP, con una amplia mayoría en la Cámara Alta, la sesión le ha venido bien para sacar músculo y evidenciar el poder autonómico que ostenta. Esa mayoría amplia absoluta que, de funcionarle a Sánchez lo que Ayuso ha llamado «hacer mercadillo con el Estado de Derecho» y conseguir formar gobierno con todo lo que se encuentre a su paso (más que de coalición, gobierno de pecios), no augura una legislatura muy cómoda para el PSOE. No, al menos, una que no precise de poner de acuerdo constantemente y para cualquier cosa, previa entrega de diezmo, a las quince formaciones que componen esa fiesta de los ex que es Sumar, a ERC, a BNG, a EH Bildu, a Junts, a PNV… Se han dado casos de tunas universitarias y exhibiciones de bailes regionales menos numerosas que una foto de familia del próximo gobierno de coalición de coaliciones. Y quizá sea eso para lo que ha servido esta sesión, porque, desde luego, no ha sido para abrir un diálogo sano y democrático sobre una medida que nos afecta a todos. Y no lo ha sido porque el PSOE y sus secuaces no han querido.