Opinión

No me invitó, pero yo fui

Autoinvitarse a cenar y querer presidir es nivel ninja de caradurismo. A Bolaños, el desfile del Dos de Mayo

se la traía al pairo

Es de primero de educación basiquísima, no ya de protocolo, el no autoinvitarse nunca a nada. Autoinvitarse a cenar y encima querer presidir la mesa es ya nivel ninja de caradurismo. Y eso, ni más ni menos, es lo que ha hecho Félix Bolaños, ejerciendo de señora mayor con carrito y silla de plástico llegando tarde pero con prisas a la procesión del Cristo de la Buena Muerte. Un poquito señora mayor devota, un poquito asesor del Ministerio de Igualdad (con el «usted no sabe con quién está hablando» en la punta de la lengua) y un poquito de «allí me colé y en tu fiesta me planté» (Mecano dixit).

A Bolaños, en realidad, el desfile del Dos de Mayo se la traía al pairo. Pero Bolaños es a Pedro Sánchez lo que ese lemming que cae al vacío porque es lo que se espera de él, una inmolación por la causa, el resto de lemmings que sí que sobreviven. Y si Sánchez necesita un –otro– conflicto preelectoral entre el PSOE y el PP en la Comunidad de Madrid, ahí está Bolaños para hacer el ridículo y que el Amado (y guapísimo) Líder pueda luego, sin inmutarse, agitar el banderín de la alerta fascista que reanime el avispero del votante tipo de Sánchez, el de «por lo menos no gobierna el PP». Aunque ese «por lo menos» vaya detrás de una cesta de la compra disparada, unos sueldos mermados y una inflación descontrolada. Todo mal, oigan, pero por lo menos no gobierna el PP.

Lo fundamental es gritar muy fuerte, desgañitarse casi en el empeño, que los que alimentan la confrontación son los otros justo antes de confrontar. Ya saben, aquello de autodenominarse antifascista justo antes de prender fuego a un autobús urbano o lanzar un cóctel molotov a un furgón de la Policía. O llamar inmersión lingüística a impedir a los escolares recibir enseñanza en la lengua de su país en centros escolares de una parte del territorio catalán. O sea, llamar a las cosas como nos da la gana y no como se llaman para que de esta forma parezcan lo que no son, para transformar la realidad a golpe de eufemismo. En esto Sánchez es un hacha, reconozcámoslo.

De esta manera, haciendo uso de este método, poco honesto pero vistosísimo, ha conseguido Félix Bolaños empañar un poco este día festivo en el que se conmemora el levantamiento de los ciudadanos madrileños contra la ocupación de las tropas francesas. Unos madrileños que hoy se levantaban y ovacionaban a Isabel Díaz Ayuso y a José Luis Martínez-Almeida mientras abucheaban a un Bolaños que le importaba tanto esa banda sonora que escuchaba como no haber sido invitado. Un «a mí, plin» tamaño XXL.

Con todo, lo más gracioso de todo lo que ocurrió en la Puerta del Sol no ha sido eso, que también, sino ver a Margarita Robles subiendo a la tribuna sin mirar atrás y, mientras tanto, a los lemmings del lemming repitiendo a modo de mantra que «el ministro tiene que subir», mientras apelaban a nuestro Estado democrático y de Derecho. El mismo que se está encargando el propio PSOE de dinamitar desde dentro con el asalto a las instituciones y el desprecio a la separación de poderes. Ahora que lo pienso, «gracioso» no era el término adecuado.

Ayuso cerraba el acto con un vaticinio: «Lo que pase aquí resonará en toda España». Todas las encuestas (menos la del CIS de José Félix Tezanos, me temo) le otorgan una mayoría absoluta que contrasta con esa otra «sociedad madrileña cansada de Ayuso» de la que hablan algunos socialistas. Hoy en Madrid el aplausómetro también le daba a ella el cariño de los asistentes y no a ese Bolaños robacanapés del «no me invitó, pero yo fui», de la esquina, el que no me miren y el colarse dentro.