Entrevista
Jaume Collboni: «Si a Barcelona le va bien, le irá bien a Cataluña y a España»
Rechaza vincular delincuencia con inmigración. Destaca la importancia de la cooperación institucional y pone en valor la buena relación personal y política que mantiene con el alcalde de Madrid
Jaume Collboni –Barcelona 1969– lleva apenas dos años en un cargo que alcanzó por sorpresa con los votos de Comunes y del Partido Popular. Llegó al consistorio en 2015 con cuatro concejales. Nadie daba un euro por él. Ni siquiera en su partido. Ha sido concejal en la oposición y de un gobierno del que fue defenestrado.
Se conoce la ciudad al milímetro. Nos recibe en su sobrio despacho en el que guarda regalos de los críos que visitan el ayuntamiento. En las paredes, cuadros de Miró, Tàpies y Picasso, junto a las banderas de Barcelona, Cataluña, España y Europa, comparten espacio con su mesa de trabajo y un pequeño sofá. Es su despacho de trabajo y también el de representación institucional, que no utilizaron ni Xavier Trias ni Ada Colau. Solo lo han usado alcaldes socialistas. Collboni se reivindica como su heredero, en especial de Pasqual Maragall.
Mientras se dejaba fotografiar nos enseñó las salas del Consulat de Mar y del Treball, pintadas por Ramon Rogent en 1956, y protagonistas de las tribulaciones del conductor de autobús Manolo Vital. Su historia ha quedado inmortalizada en la película El 47.
¿Cómo ve la Barcelona de 2035?
Como una ciudad para vivir.
¿No lo es ahora?
Quedan muchas cosas por hacer como en acceso a la vivienda o los impactos del cambio climático. El reto de las ciudades de hoy es ser «ciudades vivibles». Asequibles para las familias trabajadoras y para las clases medias. Quiero una ciudad donde vivir, con oportunidades, con vivienda, y que haya hecho los deberes para afrontar el cambio climático.
¿Tiene en cartera algún cambio como los de 1992?
En los próximos diez años vamos a vivir la primera gran transformación del siglo XXI. Con una idea central: crecer. Estaba muy establecida la idea de que no podíamos crecer más y no es así. Barcelona crecerá en zonas como el barrio de la Marina, la Zona Franca, la Sagrera en torno a la nueva estación, o el 22@ norte. Y este crecimiento supone la capacidad de construir vivienda asequible y libre, y más espacio para la actividad económica. Es decir, Barcelona crecerá dando respuesta a dos cuestiones sensibles: techo y trabajo. Barcelona será una ciudad habitable. Y esta transformación ya está en marcha, con obras, como en el centro de la ciudad, Ciutat Vella. Hoy estamos haciendo las nuevas Ramblas, después de más de cien años sin haber tocado la arteria histórica. Estamos ampliando los grandes museos. Doblando el espacio expositivo del Museo de Arte de Cataluña y aumentando la capacidad del de Arte Contemporáneo. Barcelona ha sufrido durante los últimos diez años una cierta parálisis por la coyuntura política. Y en dos años, le hemos dado la vuelta. Barcelona estaba en una inercia que decía «no» a muchas cosas y ahora hemos pasado a una Barcelona que dice «sí», sí al futuro.
¿Qué destacaría de estos casi dos años?
Teníamos tres grandes retos. Vivienda, donde hemos doblado el suelo disponible para construir vivienda protegida y bajado los alquileres un 6,4%, después de más de una década subiendo. Seguridad, tanto en percepción como la objetiva. Los pequeños delitos han bajado en un 4,7%. Y limpieza. Ahora ya no se menciona como un problema, aunque siempre hay margen de mejora. Las incidencias han bajado un 23%. En solo dos años hay resultados.
Con solo 10 concejales.
Si tuviéramos más iríamos más rápido. Hemos demostrado que con capacidad de trabajo e ideas claras se pueden hacer cosas y empujar la ciudad hacia adelante, a pesar de los agoreros que anunciaban que íbamos a fracasar.
¿Descarta entonces ampliar el gobierno?
Creo que hay que gobernar para todos los ciudadanos, al margen del color político y, por tanto, apoyarse en amplias mayorías. He insistido en la necesidad de formar una coalición progresista, pero es cosa de tres. Con ERC todavía no ha podido ser, pero les hice una oferta, que mantengo, de coalición. Seguimos a la espera de que decidan dar el paso.
¿Esa Barcelona de 2035 tendrá un aeropuerto de verdad?
Sí.
¿Para cuándo?
Eso lo tendrá que decir el Govern. La ampliación se hará. ¿Por qué? Porque para ser una ciudad del mundo, para continuar dando oportunidades a nuestras empresas, universidades o a los centros de investigación, hemos de ser una ciudad mejor conectada a nivel transcontinental, con vuelos directos con Asia y con América. Esto pasa por ampliar el aeropuerto y el pleno del Ayuntamiento se ha mostrado mayoritariamente a favor. El comité de expertos ha emitido un dictamen que afirma que la ampliación es necesaria y urgente, con la menor afectación posible al territorio.
Decían que tendríamos noticias a finales de marzo.
Nuestro compromiso era posicionarnos. Lo hice antes de la campaña y ahora como alcalde. El president Illa sabe que va a tener mi apoyo.
Usted dice que ha vuelto la Barcelona del «sí». ¿También en Europa?
Barcelona debe recuperar espacios que históricamente ha ocupado. Somos una ciudad del mundo, capital de Cataluña, la cocapital de España a efectos prácticos y una ciudad internacional. No hemos de olvidar que, bajo el liderazgo del alcalde Maragall, Barcelona formó parte de la construcción de la Europa local y regional. En los últimos 15 años, en los foros europeos, Barcelona era inexistente, y en solo año y medio hemos recuperado la presencia en las instituciones. Ahora, cuando Barcelona habla en los foros internacionales, la gente escucha. No es mérito mío, claro está, es un papel internacional que se le reconoce a Barcelona.
Por ahora, solo han ido a pedir.
A pedir y a aportar. A pedir que Europa crea más en sí misma. Y esto quiere decir que se tiene que defender, y hacer valer aquello que la convierte en un espacio único en el mundo. Defender una sociedad que compagina derechos y libertades y prosperidad económica, y con seguridad, frente al desafío que tenemos en la frontera este. Y esto lo concreta Mayors for Housing –Alcaldes por la vivienda, que agrupa a 11 ciudades europeas como París o Roma– pidiendo que la inversión en vivienda protegida no compute en la regla del déficit como se plantea en defensa. Tenemos un enemigo interior, la desigualdad. Hemos de hacer frente al reto exterior, pero también al interior, porque la desigualdad es el acceso a la vivienda y no solo de los sectores más vulnerables. También lo es para las clases medias y trabajadoras.
Según sus opositores, Comunes o Sindicat de Llogateres, el problema de la vivienda es culpa de Jaume Collboni y Salvador Illa. Dicen que son los padres de todos los males.
De momento, somos los padres de una decisión histórica como es la no continuidad de los pisos turísticos, lo que pondrá en 2028 hasta diez mil viviendas en el mercado residencial. Y somos culpables de que baje el precio del alquiler. Ante ese relato mi respuesta son los resultados.
¿Qué diferencia la política de vivienda de Collboni de la de Ada Colau?
Hemos doblado las viviendas en construcción. Estamos en mil por año. Y hemos bajado el precio del alquiler, que en los últimos 10 años había subido un 68%. Además, tenemos más suelo. Los datos son obvios.
La patronal de pisos turísticos está en pie de guerra.
Pero el Constitucional nos ha dado la razón y lo dice claro. En una situación de emergencia, la vivienda tiene que servir a su objeto principal, que no es otro que poder vivir, su uso residencial.
Sin pisos turísticos caerá el turismo.
Todo lo contrario. Tendremos turismo de más calidad y eliminaremos los efectos negativos de la masificación. Hemos decidido acotar la masificación que va contra la propia industria turística y contra la convivencia vecinal por la concentración de pisos turísticos.
¿Reducirá los cruceros?
Sí. No generan ningún ingreso significativo, ocupan de forma intensiva el espacio público. Reduciremos los cruceros de escala, los que solo están unas horas.
Con Madrid hay competencia y rivalidad, pero con el alcalde Almeida suena otra música.
Tiene que haber competencia. Con el alcalde Almeida hay una relación correcta, en lo personal y en lo político. Somos los alcaldes de dos grandes ciudades, con retos parecidos, que afrontamos con modelos diferentes. Sin embargo, hay una simbiosis entre competencia y colaboración. Aprendemos unos de los otros. Y eso no quiere decir que no compitamos y que gane el mejor.
¿Barcelona?
Claro, para mí es la mejor ciudad del mundo.
Ha hablado de una década perdida, pero en pocos días hemos tenido un cúmulo de buenas noticias. Los coches eléctricos ya se fabrican en la Zona Franca, dos multinacionales farmacéuticas se instalarán en Barcelona. ¿Habrá más anuncios?
Habrá más anuncios porque la Barcelona del «sí» supone dar oportunidades a la iniciativa privada, acompañarla con criterio. Estamos consiguiendo que la industria tradicional se adapte a los nuevos tiempos y recuperando la posición de Barcelona en sectores como el farmacéutico, donde instalarán sus centros de investigación. Barcelona es una ciudad de talento y de tecnología, y, por tanto, de excelencia. El PIB crece por encima del 9%, más de cien mil millones, por primera vez en la historia. Y tenemos un paro en niveles de hace 15 años.
Antes decía que se ha reducido la inseguridad, pero esa percepción sigue instalada.
Soy consciente de ello y por eso he cogido el toro por los cuernos. No he eludido la responsabilidad, la que tenemos y la que no, porque la seguridad ciudadana no es competencia de la policía local. Hemos aumentado y mejorado la colaboración policial, puesto en marcha nuevos juzgados para poner coto al fenómeno que incita esa sensación: la multirreincidencia. Sabemos quiénes son y queremos juzgarlos rápido porque hemos diagnosticado el problema. Vamos a por ellos. Deben ir a prisión. No habrá impunidad.
¿Delincuencia es inmigración?
No es objetivamente cierto. La delincuencia no tiene que ver con el origen de las personas, tiene que ver con que Barcelona es una ciudad turística. La actividad delincuencial crece cuando hay más turistas, está vinculada a la estacionalidad y con el pequeño hurto. Son profesionales de la delincuencia que se mueven por toda Europa. Son nacionales europeos. Hay partidos que la equiparan porque están retando a la democracia. Los demócratas hemos de combatir las causas que utilizan para cuestionar al sistema. Por eso, tienen tantos puntos en común con Donald Trump y Putin.
Ahora que nombra a Trump. Barcelona ha roto hostilidades con EEUU.
Han sido ellos los que han iniciado hostilidades con una humilde biblioteca de barrio que hacía unos programas financiados por EEUU para hacer asequible el sistema universitario americano para familias trabajadoras del barrio de Sant Andreu. Ahora pretenden que Barcelona cambie la orientación de estos programas. Es una injerencia inadmisible de una administración extranjera en la gestión de una biblioteca pública, lugar donde se democratiza el acceso a la cultura. No daremos un paso atrás y mantendremos los programas. Si retiran la subvención, de 20.000 euros, cambiaremos de contraparte.
Con un superávit de 45 millones puede mantener este programa sin problema...
Estamos gestionando la ciudad con un presupuesto récord de más de 3.800 millones de euros, con una deuda en torno al 30% y sin subir los impuestos. Gracias, sobre todo, al aumento de ingresos que ha supuesto la tasa turística, que hace posible aumentar presupuesto sin aumentar impuestos. También ayuda la buena marcha de la economía.
Le critican afirmando que es más de glamour y de empresarios, y que deja fuera a los barrios.
(Sonríe) ¿Y qué me dice del Plan de Barrios con 313 actuaciones de rehabilitación de barrios, escuelas, centros cívicos, programas comunitarios? Dotado con 300 millones de euros, 50 más que los últimos dos planes aprobados. Hay una parte de la oposición que genera un relato que no se sostiene ni 5 minutos. En estos casi dos años, hemos dado respuestas, y no solo a una minoría.
¿Que sus opositores estén sin líder le beneficia?
No es bueno que los partidos estén sumidos en una crisis permanente. Es lo que tenemos en Barcelona, con la excepción de Esquerra Republicana. En términos de ciudad, no favorece la capacidad de acuerdos porque para acordar tiene que haber liderazgo.
¿Añora a Xavier Trias?
Xavier Trias es un magnífico ejemplo del político de buen oficio. Echo de menos esta figura del saber hacer. De hacer oposición y de saber acordar, de poner por delante el interés general. Salvador Illa es un genuino representante de esta forma de hacer como lo demostró en el «procés». La sociedad está hastiada de la política de confrontación y dedicada solo al desgaste del contrario.
¿Teme que vuelva Ada Colau?
Los Comunes deben encontrar su función. Sorprende que en Cataluña lleguen a acuerdos, que en Madrid gobiernen en coalición y que en Barcelona tengan una posición de confrontación poco constructiva, en un contexto donde el votante de izquierdas pide pactos.
¿Comparte la idea del urbanismo táctico?
Existe el urbanismo y las medidas provisionales. Es un oxímoron hablar de urbanismo táctico.
¿Si le va bien a Illa, le irá bien a Collboni?
Si le va bien a Salvador Illa, le irá bien a toda Cataluña. Si le va bien a Collboni, le irá bien a Barcelona. Y si Barcelona va bien, Cataluña y España irán bien. Lo importante es que haya cooperación institucional. En solo unos meses hemos desbloqueado la construcción de 9 centros de asistencia primaria. Llevábamos 10 años sin construir ni ampliar ninguno. También acuerdos en materia judicial y vivienda. Esto es colaboración.
¿Qué le pide a Pedro Sánchez?
Que siga así.
¿Cómo?
Gobernando España con la inteligencia política de alguien que ha sabido leer lo que la sociedad española pide. Políticas progresistas, entender y encauzar la diversidad territorial de España y dando personalidad a España en el ámbito europeo con el prestigio que se ha ganado con su trabajo.
Propuso usted una medalla a la actriz Loles León. Los independentistas votaron en contra por no ser independentista. La derecha por ser de izquierdas.
A mí me dio mucha pena. Loles León es hija de la Barceloneta, una mujer hecha a sí misma, muy popular, con una carrera de éxito, de la que la gran mayoría de barceloneses nos sentimos orgullosos. Lo demás son miserias de la política. Loles no necesita ninguna medalla. La gente ya se la dio hace mucho tiempo. Si le organizan un homenaje, el alcalde estará.
¿Apoyará que le den la Cruz de Sant Jordi?
Eso está en manos del president, pero Loles se merece todas las medallas.