Susana Díaz

La consigna del cónclave: «Yo no estoy en eso»

El comité federal del PSOE se celebró en un clima de aparente tregua. Los socialistas, inmersos de lleno en las negociaciones, guardan fuerzas para el Congreso, aún sin fecha, en el que se discutirá sobre la sucesión de Pedro Sánchez

El líder de los socialistas, ayer, durante su intervención en el Comité Federal
El líder de los socialistas, ayer, durante su intervención en el Comité Federallarazon

Los comités federales del PSOE suelen ser ollas a presión. En el celebrado ayer, la olla llegaba con el cocido preparado y todo el aire había salido en los días previos. Tranquilidad total. Alguna pulla, alguna crítica, pero todo flotando en una balsa de aceite. Por ahora. Algunos líderes territoriales hicieron pellas –el presidente de Asturias, Javier Fernández, y el extremeño, Guillermo Fernández Vara– porque tenían compromisos adquiridos. Tampoco estuvo Eduardo Madina que, desde que perdió las primarias ante Sánchez, se autodefine –con palmeros incluidos dentro y fuera del Partido Socialista– como el eterno candidato, la esperanza blanca que puede llenar el vacío que dejaría una crisis a la que la todopoderosa Reina del Sur no quiera hacer frente. Ayer no fue a la calle Ferraz. Se desconoce si tenía compromisos políticos adquiridos con anterioridad. No era el día de filtrar sus intervenciones –como en otras ocasiones– porque Sánchez sigue al frente de un PSOE que cierra filas porque «no hay margen para el error», como afirmó desde la tribuna el Secretario General.

La tranquilidad de la reunión la marcó el propio Sánchez con una intervención corta –lo breve, si bueno, dos veces bueno, debió de pensar– en la que marcó sus objetivos para estas próximas semanas que se avecinan complicadas, complejas, endemoniadas y cualquier otro adjetivo que ponga interrogantes, anuncie males mayores o los peores augurios. El líder socialista se dirigió a los suyos con camisa azul celeste –la blanca tuvo ayer descanso– para recordarles que si hay acuerdo lo someterá a la militancia. Atenderá su opinión por encima de las posiciones de los barones. Quizás por eso, Susana Díaz le replicó pidiéndole que «cuente con los líderes territoriales». Sánchez contará con ellos, pero, sobre todo, contará con la militancia que avaló su estrategia cuando estos líderes territoriales –al menos algunos– lo estaban poniendo en cuestión o, mejor dicho, en la picota.

El ambiente era tal que hasta la líder andaluza hizo una intervención de bajo tono. Habló de errores en estos meses, aunque no especificó cuáles. Habló de unidad en términos generales, poniendo a Andalucía como ejemplo, y ni una palabra sobre lo que su gente había filtrado en los últimos días sobre lo de poner una fecha para el congreso. Ni palabra para no verse pillada en un renuncio porque la mayoría de los líderes territoriales ahora no quieren hablar de congreso. Eso ya llegará. En este punto, Díaz zanjó la polémica sobre su candidatura a suceder a Sánchez «yo no estoy en eso». Sonó a una capitulación hasta el congreso que se celebrará cuando haya gobierno –mala noticia para Díaz porque Sánchez será el presidente y nadie lo cuestionará en el partido– o se celebren elecciones –también mala noticia porque tendrá que mantener un prietas las filas ante un candidato que si mejora los resultados del 20-D será difícil aparcarlo–.

Los pasillos de los líderes socialistas fueron de lo más soso. Nada de sorpresas o declaraciones fuera de sitio. Sólo a la presidenta andaluza se la vio molesta. Alguien ha hecho correr en las redes una entrevista que realizó hace más de 20 años. La foto publicada es manifiestamente mejorable. En su entorno se considera juego sucio y señalan culpables en la calle Ferraz. Díaz lo comentó con los periodistas de forma irónica, pero en la sala le espetó de forma indirecta a Pedro Sánchez que «ser diferente obliga a sumar y a ganar sin poner en evidencia lo peor del adversario».

La cosa no fue a mayores. El PSOE ahora va a centrarse y concentrarse en las negociaciones a tres bandas con Ciudadanos y Podemos. Si fructifican serán un éxito personal de Pedro Sánchez. Si no, casi también porque después del 20-D pocos daban verosimilitud a la actual situación. Se decía «haga lo que haga el PSOE, irá de Guatemala a Guatepeor». Sin embargo, hoy el PSOE tiene la iniciativa política y, en caso de elecciones, «una buena expectativa impensable hace tres meses», apunta un dirigente socialista.

Sánchez afronta con el partido apaciguado unas maratonianas semanas. Lo hará con su equipo negociador, con sus fieles de Ferraz y con sus barones territoriales que le han dado «carta blanca» en la negociación. Pero, sobre todo, contará con uno de estos dirigentes territoriales que se ha convertido en su principal adalid: Miquel Iceta. El primer secretario de los socialistas catalanes ayer fue el que con más vehemencia defendió el aplazamiento del congreso. Una muestra más de que ha unido su futuro al de Sánchez. Será la pieza clave de la negociación con Podemos porque abordará la situación en Cataluña. Su posición es la misma que tiene Sánchez: reforma federal. Para Iceta el referéndum que proponen Iglesias y Colau «no es el camino» hacía la solución. Además, el líder socialista catalán considera que «Iglesias se ha sacado de encima una patata caliente» traspasando la negociación a Xavier Doménech de En Comú Podem, la confluencia podemita catalana. Nadie duda en Cataluña que esa patata «volverá al despacho de Pablo». Será un nuevo favor de «adalid Iceta» a Sánchez.