Debate de investidura
Sánchez fija la investidura el 22 de julio, pero no ofrecerá una coalición
El presidente se da 20 días para amarrar apoyos pero no ofrecerá una coalición ni a Podemos ni a Cs. Los morados se quejan de que «busca una investidura fallida y no negocia con nadie»
El presidente se da 20 días para amarrar apoyos pero no ofrecerá una coalición ni a Podemos ni a Cs. Los morados se quejan de que «busca una investidura fallida y no negocia con nadie».
Pedro Sánchez fija la fecha de su investidura pero sin pisar el acelerador. Como ya hiciera durante los dos meses precedentes, el presidente del Gobierno en funciones no busca dar velocidad a los tiempos, sino que los acontecimientos –y los apoyos– acaben cayendo por su propio peso. El candidato socialista comunicó ayer desde Bruselas a la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, que quería someterse a la investidura la cuarta semana de julio. El debate arrancará el lunes 22 con la intervención de Sánchez, al que seguirán el resto de portavoces de la oposición hasta que el martes 23 se produzca la primera votación, esa en la que necesita mayoría absoluta para salir elegido. No la obtendrá, pero dispondrá de otra oportunidad 48 horas después –el jueves 25–, si consigue sumar más «síes» que «noes».
Moncloa ha aplazado dos semanas la investidura sobre las previsiones de un principio –cuando barajaban la primera quincena de julio– y que atendían a la celeridad que el Ejecutivo quería imprimir a los tiempos, «porque España necesita un gobierno cuanto antes». Ahora, este objetivo se ha cedido en favor de lograr un mayor margen de maniobra para negociar, tanto en julio –restan 20 días para la primera votación–, como en septiembre antes de que se disuelvan las Cortes por falta de acuerdo. En este escenario han pensado en Moncloa a la hora de fijar la fecha de la investidura, sorteando la posibilidad de que la repetición electoral coincidiera con el puente de Todos los Santos. Si Sánchez no logra ser investido en los próximos dos meses, las urnas volverán a colocarse el 10 de noviembre y los españoles tendrán que votar por cuarta vez en menos de cuatro años a su presidente del Gobierno.
La cuenta atrás comienza y el candidato socialista tiene 20 días para revertir la soledad que atesora en la actualidad, ya que apenas ha logrado atar el apoyo del diputado cántabro del PRC. Aunque la presión todavía no sea acuciante, Sánchez iniciará la próxima semana otra ronda de contactos con los líderes de los principales partidos que pueden «facilitar o bloquear» su investidura, esto es, centrado en PP, Ciudadanos y Podemos. Sin embargo, parece que las posturas no se han movido un ápice respecto de su primer encuentro y, de hecho, Albert Rivera ha declinado volver a reunirse con el presidente en funciones, dado que su posición es la misma. El PP tampoco parece proclive a entenderse con Sánchez, a pesar de que incluso se citara de forma discreta a Pablo Casado hace unos días en Moncloa para buscar su abstención.
Mención aparte merece, sin embargo, la relación con su «socio prioritario», Unidas Podemos, que no pasa por su mejor momento y que se antoja indispensable para que Sánchez tenga una mínima posibilidad de superar la investidura, ya sea en julio o en septiembre. Desde la formación morada avanzaban ayer que «Sánchez camina a una investidura fallida sin negociar nada con nadie para presionar a Ciudadanos». En un mensaje en su perfil de Twitter, la portavoz de la formación en el Congreso, Irene Montero, aseguraba que su partido «no renuncia» a la posibilidad de un gobierno de coalición progresista en julio, como contrapartida a su apoyo. No obstante, en Moncloa siguen rechazando de plano esta opción con los mismos argumentos que lo hacían hasta ahora: ni se suma mayoría absoluta para integrarles en el Ejecutivo ni su presencia es cómoda para otros partidos que también tienen que prestar su apoyo a Sánchez en la investidura y en la posterior gobernabilidad. Además, se suma que ambos partidos tienen estrategias que rozan la incompatibilidad en asuntos como Cataluña y todavía existen resquicios de la desconfianza que se fraguó en el año del bloqueo, en 2016.
Estas suspicacias se manifestaron ayer también en forma de tuit, cuando Montero criticó que la presidenta del Congreso hubiera anunciado la fecha de la investidura sin trasladárselo a la formación morada. «Que la presidenta del Congreso anuncie la fecha elegida por Pedro Sánchez sin comunicarlo antes a los grupos (al menos no al nuestro) es una falta de respeto institucional innecesaria, síntoma de que el interés del PSOE es más una investidura fallida que un acuerdo de Gobierno», escribió. Fuentes del entorno de Batet desmintieron categóricamente este extremo, asegurando que se había informado tanto a los portavoces de los grupos como a los vicepresidentes de la Mesa del Congreso, en alusión a Gloria Elizo.
Desde el PSOE creen que la formación morada está preparando ya la coartada para votar en contra de la investidura de Sánchez, al no ver satisfechas sus pretensiones de entrar en el Consejo de Ministros, y desde Moncloa se apuran los esfuerzos y se pone todo el foco mediático sobre el debate de investidura para que los españoles sean testigos de cómo votan cada uno de los partidos. «Nadie quiere colgarse la medalla del bloqueo», sostienen, con la esperanza de que se acabe favoreciendo la investidura.
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