Elecciones

Las diez diferencias entre la campaña del 28-A y la del 10-N

Una vez comprobada la incapacidad de los políticos para ponerse de acuerdo, los partidos ponen rumbo ya al 10-N. Entre la última campaña de abril y la de noviembre encontramos, al menos, diez diferencias; la duración, la prohibición de publicar encuestas, o la previsible abstención, entre otras.

Una cártel electoral de la pasada convocatoria electoral
Una cártel electoral de la pasada convocatoria electorallarazon

Ninguna campaña electoral es igual que la anterior, aunque todas tienen en común que buscan la simpatía de la población y conseguir su voto. La del 10-N se prevé bronca, corta y en medio del hartazgo de la sociedad que acude por cuarta vez en solo cuatro años a las urnas. Los partidos contarán con ocho días por delante (desde el 1 de noviembre -puente de Todos Los Santos hasta el viernes 8) para convencer al elector de que debe, de nuevo, depositar en él su confianza para desencallar la situación política tras constatar la incapacidad de los políticos para ponerse de acuerdo en investir a un presidente con los números resultantes de las urnas del 28-A, es decir con el dictamen que los españoles ya sentenciaron.

Tras la decisión del Rey de no proponer a Sánchez ni a ningún candidato a presidente del Gobierno, firmará el próximo 23 de septiembre la disolución de las Cortes Generales y al día siguiente aparecerá publicado en el Boletín Oficial del Estado. Ahora bien, ¿qué diferencias podremos constatar entre la campaña de abril y la que viviremos en noviembre? A priori destacan ya hasta 10 motivos a tener en cuenta:

Tras el fracaso de la investidura de Rajoy en 2016 los partidos modificaron la ley electoral para introducir una disposición adicional estableciendo que, en los casos de repetición de los comicios por falta de investidura, se acortaran los plazos del procedimiento electoral, bajando de 54 a 47 días. Es decir, se reduce una semana el tiempo para presentar las candidaturas o constituir las mesas y también el de la campaña electoral en sí. Estaríamos ante una campaña electoral exprés que arrancaría el viernes 1 de noviembre, en pleno Puente de Todos los Santos por lo que se concentraría entre el lunes 4 de noviembre y el cierre de campaña del viernes 8.

En los días previos al 28-A, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias mostraban su sintonía total tras haber explorado ya un “gobierno a la portugesa” al haber facilitado los morados la moción de censura que aupó al socialista a La Moncloa. También llegaban unidos después de haber firmado un pacto para dar luz a los Presupuestos Generales del Estado. Ambos partidos se predisponían entonces a negociar un “gobierno a la valenciana”. Sin embargo, después de la primera investidura no otorgada de Sánchez en julio, y tras fracasar el segundo periodo de negociaciones en septiembre, los puentes entre socialistas y morados están dinamitados.

Después de la propuesta del líder de Ciudadanos Albert Rivera a abstenerse para facilitar la investidura de Sánchez, se abre la posibilidad de que este escenario se repita en unas nuevas elecciones, siempre que se logren los mismos números, una vez que el líder naranja haya levantado su “no es no” al presidente en funciones. Además, dentro del PP, ya afloran voces internas que apuntan también a una abstención de los populares, escenario que el 28-A no estaba sobre la mesa.

Si el 28-A el partido que irrumpía era el de Santiago Abascal, de confirmarse una nueva convocatoria electoral, el ex número dos de Iglesias, Íñigo Errejón, prevé dar el paso adelante y presentarse por la circunscripción de Madrid para enfrentarse directamente a Pablo Iglesias. Dentro de Podemos aseguran que no temen este escenario, aunque la posibilidad de que el Más Madrid de Errejón y Manuela Carmena robe votos a los morados, sobrevuela ya en el cuartel general de Podemos.

Si en el mes de abril, la Junta Electoral cerró la puerta a la participación de la formación de Abascal en el debate de Atresmedia porque en aquel entonces no contaba con representación parlamentaria, en esta ocasión asistiremos al cara a cara entre Abscal y el resto de candidatos. En este sentido, se celebrará ese debate a cinco -Pedro Sánchez, Pablo Casado, Pablo Iglesias, Albert Rivera y Santiago Abascal- que en la campaña de abril fue cancelado. De nuevo, es muy probable que los partidos de izquierda usen la foto de Colón para cargar contra los partidos de centro derecha.

Debido a que la campaña electoral durará solo ocho días, en esta ocasión no se podrán publicar encuestas, puesto que la legislación establece la prohibición de difundir sondeos electorales la últimas emana de campaña.

Si vamos a elecciones en noviembre, será la cuarta vez en cinco meses que los españoles sean llamados a las urnas. En abril, se votó en unas generales; en mayo, en las autonómicas, municipales y europeas y ahora volveríamos a depositar el voto. Demasiadas citas electorales para una población que está harta y aburrida de la clase política. Según el CIS, la desconfianza es el primer sentimiento que cita el 34,2 por ciento de los ciudadanos cuando se le pregunta por la política. Le sigue el aburrimiento (15,8%) y la indiferencia (13,3%) como emociones negativas, y sólo una positiva, el interés (12,4%) se cuela entre los cinco primeros, antes de la irritación (9,2%). Ante este panorama, la repetición electoral puede ser una arma de doble filo de consecuencias impredecibles.

Las encuestas predicen ya lo obvio. La incapacidad de la izquierda para llegar a un acuerdo puede perjudicar seriamente a PSOE y Unidas Podemos. Si los votantes de estos partidos se quedan en casa, la participación se verá gravemente afectada. Una alta abstención, tradicionalmente, beneficia a la derecha, mientras que una alta participación, como en las pasadas elecciones, a la izquierda.

Durante los más de 140 días que lleva en funciones Pedro Sánchez, algunos aspectos internacionales y económicos han cambiado. España (y todo el continente europeo) se aproxima a un periodo de ralentización económica del que no se sabe ni su duración ni magnitud. En Reino Unido, todo apunta a que finalmente habrá un acuerdo de salida duro cuyas consecuencias en la economía española pueden ser devastadoras si no hay un plan de contingencia para actuar ante la salida de los británicos y un Gobierno con plenas funciones y capacidad de reacción. La crisis de las pensiones se agudiza y la precariedad laboral se acentúa. Todos estos factores puede favorecer un cambio de voto en parte del electorado que crea que ante la situación que nos espera sea mejor que otro partido distinto al elegido tome las riendas del país.

Mientras que la campaña del 28 de abril se desarrolló en primavera, en medio del aumento de las horas de luz los días, la de noviembre será en otoño, con menos luz, los días más cortos y más consumo de televisión. Este último factor podría favorecer una mayor audiencia de los debates electorales aunque por otro lado, el empeoramiento de las condiciones climatológicas podría redundar en una menor afluencia a los mítines políticos. Estos últimos, cada vez menos importantes para las formaciones políticas ante el temor a no llenar grandes plazas o auditorios, motivo por el cual los partidos pujan por incrementar su presencia en las redes sociales.