Ministerio de Justicia
Lola y Rafa: la toga en entredicho
Han conseguido lo nunca visto: «Poner a las togas de prestigio en entredicho. Y el ridículo total de sus partidos». La conclusión, y el enfado, eran unánimes entre los diputados del PSOE y el PP. Los pasillos del Congreso, un vendaval de críticas contra la ministra de Justicia, Dolores Delgado, y su antecesor en el cargo, Rafael Catalá. El resultado de lo que todos llaman «un pasteleo» vergonzante, ha puesto en pie de guerra a las cúpulas parlamentarias de ambos partidos. «Por aquí debió pasar todo y no se hizo», aseguran fuentes populares y socialistas, que ahora se desmarcan por completo de ambos negociadores. «Actuaron a espaldas de sus jefes», dicen en las direcciones de ambos grupos. «Sánchez y Casado lo sabían», advierten por el contrario en Ciudadanos y Podemos, que ya han registrado en la Cámara Baja sendas peticiones de comparecencias del presidente del Gobierno y el líder del PP para dar explicaciones al respecto.
Desazón absoluta. Con un sentimiento de rabia y lástima contenidas. «Fíjate, que a mí Lola hasta me parece penosa, no se entera de nada». Así se expresaban algunos ministros y ministras del Ejecutivo, por igualdad que no quede, tras la difusión escandalosa de los pactos entre ella y Catalá que se han llevado por delante la renovación del Consejo General del Poder Judicial y el Tribunal Supremo. No se queda atrás su antecesor en el cargo, Rafael Catalá, a quien hoy en el PP acusan sin rubor. Jugó en el Congreso del partido a favor de María Dolores de Cospedal y, según fuentes de Génova trece, le vendió a Pablo Casado «con toda solemnidad» el pacto por la Justicia. «Que se dedique a lo suyo y nos deje en paz», dicen algunos diputados del PP muy enojados, tras recordar que Catalá mantiene ahora una actividad privada como asesor de una de las más importantes consultoras británicas en el mercado.
El tándem del pacto «pastelero», como se les conoce ya en círculos parlamentarios, ha quedado por los suelos. Y aunque ellos, con cierta deslealtad, aseguran en privado que actuaban por delegación de sus jefes, en el entorno más íntimo de Pedro Sánchez y Pablo Casado lo niegan: «Lola quería protagonismo tras estar muy en baja y Catalá era su muletilla», dice un veterano diputado socialista en la Comisión de Justicia del Congreso, que conocía estas conversaciones desde el pasado mes de julio. Según estas fuentes, ambos querían hacer méritos antes sus jefes. Pero ella se equivocó de plano con la filtración del magistrado Marchena, y el otro con vender que la renovación era buena para una imagen institucional. «Los dos buscaban algo detrás, y esto se verá», dicen expertos juristas. El desaguisado no tiene precedentes, el conflicto institucional tampoco, y el malestar del PSOE y el PP con ellos es de campeonato.
En el seno del Gobierno afloran ahora dos posiciones: quienes piensan que una nueva dimisión de Dolores Delgado, la tercera ministra, sería una catástrofe pero también una «sutura falsa» para ganar tiempo. Y los que abogan claramente por disolver las Cortes, convocar elecciones y presentar un nuevo equipo limpio de ataduras. En varios departamentos del Gobierno temen la llegada de nuevos «dossieres», papeles o imágenes comprometidas que erosione todavía más la imagen del Gobierno. «Esto no se para aquí», comenta un ministro veterano en una comunidad autonómica clave para el partido. En cuanto al PP, la figura de Rafael Catalá está bajo mínimos y la posición oficial es aguantar, al menos, hasta después de las elecciones andaluzas para hacer cambios. «El calvario de la Navidad», dice un dirigente de la cúpula popular. De momento, en Génova algunos ponen ya el Nacimiento, con la estrella mirando al mes de marzo.
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