Papel
Los cachorros de la Guerra Santa
Los componentes de la célula de Barcelona son adolescentes de 17 y 18 años, nacidos en España pero de origen árabe, que han sufrido una radicalización «exprés»
Moussa Oukabir tiene 17años. Se mira en el espejo de un baño público. Se ve guapo. Es un adolescente presumido. Arquea una ceja y aprieta levemente sus labios para resaltar su contorno.
Moussa Oukabir tiene 17años. Se mira en el espejo de un baño público. Se ve guapo. Es un adolescente presumido. Arquea una ceja y aprieta levemente sus labios para resaltar su contorno. Pone cara de interesante. De «malote» de videoclip de hip-hop. Lleva su gorra de béisbol puesta del revés. Es de cuadros marrones, probablemente de la marca Louis Vuitton. Aunque pensándolo bien, es difícil que Moussa tenga 150 euros para gastárselos en una gorra de béisbol. Será de imitación. Da igual. Tiene una abrigo con capucha largo que le llega hasta debajo de la cintura. Es de color oscuro. Moussa saca su teléfono inteligente y no puede evitar hacerse una foto mirándose al espejo. Su aspecto es una combinación entre cantante de Reggaeton latino, rapero de barrio neoyorquino y Robert de Niro diciendo «Are you talkin’me?» en su papel de Travis Bickle en la película «Taxi Driver». El presumido adolescente sube la foto a su cuenta en Facebook. Es un joven español. Nació en Ripoll el 13 de octubre de 1999. Le gusta el fútbol, las motos y el rap. Y probablemente las chicas a las que quiere encandilar con su selfie en el lavabo público arqueando la ceja y resaltando el contorno de sus labios.
Moussa lo tiene todo. Al menos, mucho más de lo que tuvieron sus padres. Said y Fatima nacieron en Marruecos, pero que emigraron a España en busca de un futuro mejor. Educación gratis y de calidad; sanidad universal; seguridad en las calles; planes de pensiones; oportunidades laborales. El paraíso del Estado del Bienestar, del Imperio de la Ley. Europa como su particular dorado.
Pero Moussa está furioso. Tiene rabia. Le gustan la música que escucha en Europa, usa la tecnología de occidental, se ve guapo con la estética del resto de jóvenes europeos y disfruta de las mismas aficiones: el fútbol, el rap, las motos, las chicas... Pero algo le impulsa a querer matar, a odiar, a fulminar con una sociedad que es la suya. «Quiero matar a todos los infieles», aseguraba sin complejos en una red social cuando sólo tenía 15 años. ¿Cómo puede una persona odiar aquello de lo que forma parte de manera intrínseca?; ¿por qué odia Moussa?; ¿quién le enseñó a odiar?
El joven de la gorra de imitación de Louis Vuitton amante del rap, las motos, el fútbol y los selfies se subió el pasado 17 de agosto en una furgoneta alquilada y asesinó a 13 personas que caminaban por Las Ramblas de Barcelona. Personas a las que no conocía de nada, que vestían como él, vivían en su misma ciudad, incluso tenían sus mismas aficiones. Tal vez Moussa se sintió parte de uno de sus videojuegos con los que pasaba el tiempo en sus tardes de aburrimiento. De hecho, los personajes de la cultura de ocio con la que se entretiene este joven español también atropellan con un vehículo a ciudadanos que pasean tranquilamente por las calles.
El grupo terrorista Estado Islámico es el grupo violento y extremista que mejor conoce a sus audiencias. Sabe que su audiencia potencial son jóvenes como Moussa: «millenialls» hijos de la globalización cultural liderada por Occidente, pero que se sienten tristes, frustrados y aburridos. No saben qué quieren, pero saben qué odian y necesitan tener enemigos fácilmente identificables a los cuales achacar su malestar, sus complejos, su orfandad intelectual y su ira irracional.
Desde enero de 2014 a julio de 2017 el grupo terrorista Estado Islámico ha generado y difundido a través de las redes sociales 1.340 videos para seducir y fascinar a adolescentes europeos como Moussa. Videos que se cuelan en las redes sociales. Videos que no hablan de religión, ni que muestran a imanes barbudos hablando desde el minarete de una mezquita.
El análisis objetivo de los videos del Daesh muestra datos sorprendentes. El 23 por ciento muestra al grupo terrorista Estado Islámico como una institucional gubernamental que presta servicios públicos básicos a la población suní de Iraq y de Siria; el 32 por ciento ofrece testimonios de más de 800 jóvenes como Moussa, procedentes de todas las partes y que explican las ventajas y oportunidades de unirse al proyecto del Estado Islámico: el 28 por ciento se centra en ofrecer imágenes de batalla donde los soldados de ISIS (por sus siglas en inglés) aparecen victoriosos frente a todo tipo de enemigos; mientras que el 16 por ciento restante se dedica a mostrar imágenes de violencia explícita, incluyendo ejecuciones de rehenes. Lo más sorprendente, sin embargo, viene al comprobar que más del 50 por ciento de los videos de batallas y de ejecuciones están inspirados directamente en las películas, los videojuegos y los videoclips musicales más populares entre los adolescentes como Moussa.
ISIS ha logrado hablar en el mismo lenguaje cultural que sus audiencias potenciales; ha logrado entender su odio y frustración y les ha ofrecido una alternativa puramente nihilista: conviértete en un súper hombre; acaba con todo. Una versión postmoderna del adolescente que busca su identidad propia en colisión con el mundo.
*Autor de «Armas de Seducción Masivas. La factoría Audiovisual del Estado Islámico» y analista de OIET
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