Pedro Sánchez
Los candidatos, uno a uno
Pedro Sánchez
Busca el centro, marcando distancias con Iglesias, pero no niega futuros pactos con los soberanistas
«Dejen que gobierne la lista más votada»
Pedro Sánchez acudió al debate para sacar de la indecisión y captar a parte de los dos millones de españoles que todavía no han decidido su voto y que representan la «mayoría cautelosa» que decide las elecciones. Lo intentó a golpe de anuncio en cada uno de los bloques que conformaron el formato, desde la prohibición de los referéndums ilegales en el Código Penal hasta a «traer de vuelta a España Puigdemont». También un nuevo ministerio o una Vicepresidencia económica para Nadia Calviño en el futuro Gobierno para trasladar certidumbre. El líder del PSOE intentó marcar distancias con Pablo Iglesias, mientras las derechas se enzarzaban; presumió de gestión sin entrar en el cuerpo a cuerpo que demandaba el debate y trató de despejar las dudas sobre la economía o la controversia catalana que sus rivales intentaron sembrar.
Consciente de que este es su punto débil, Sánchez salió al ataque en el ámbito propositivo anunciando que recuperará en el Código Penal el delito para prohibir los referéndums ilegales que el propio PSOE eliminó en 2005. También una reforma de la Ley Audiovisual, que evite el «uso sectario de TV3», que requiera de amplios consensos en los parlamentos y una nueva asignatura de valores civiles y constitucionales para promover la concordia. Este abanico de medidas no sirvió, sin embargo, para esquivar las interpelaciones directas que Casado e Iglesias le hicieron para que reconociera si sigue manteniendo que España es una «nación de naciones». Sánchez evitó responder en este momento y cuando le emplazaron a negar futuros pactos con los soberanistas, fueron los instantes en los que se le percibió más acorralado. En este punto, el líder socialista intentó cambiar de tercio y utilizó Cataluña para marcar distancias con Iglesias, exhibiendo las «discrepancias de fondo» que mantienen sobre los referéndums de autodeterminación y la existencia de presos políticos.
Aunque el candidato del PSOE pensaba que se encontraría con un «todos contra Sánchez», lo cierto es que se benefició de la pugna abierta entre PP, Ciudadanos y Vox, que se enzarzaron especialmente en el bloque económico. En este bloque, el líder socialista avanzó parte del diseño de su futuro gobierno: si tiene mayoría, habrá un nuevo ministerio para la lucha contra la despoblación y el reto demográfico y una vicepresidencia económica para Nadia Calviño. Sánchez demandó que, si no hay acuerdo tras el 10-N, «dejen gobernar a la lista más votada».
El líder socialista rescató la advertencia sobre la amenaza cierta que supone la suma de las tres derechas que ya se hizo realidad en algunos territorios tras el 26-M. «Ustedes representan la derecha cobarde ante la ultraderecha agresiva», destacó. Sánchez recordó su compromiso de ilegalizar la Fundación Francisco Franco o introducir en el Código Penal el delito de apología del fascismo.
Pablo Casado
Se erigió como la «única garantía de cambio» y buscó el cuerpo a cuerpo con el presidente
«El 10-N es un referéndum a Sánchez»
Desde el primer minuto Pablo Casado dejó bien clara su estrategia de cara al decisivo debate de ayer: «Sólo hay dos opciones el 10 de noviembre». El líder del PP insistió constantemente en que solo hay un voto relevante si lo que de verdad se quiere es desalojar a Sánchez de la Moncloa. Recordó puntualmente que tanto Ciudadanos como Unidas Podemos ya han dejado claro que están dispuestos a apoyar al PSOE tras el 10 de noviembre. No olvidó tampoco llamar la atención de los votantes de Vox sobre las peculiaridades del sistema electoral español y los efectos perniciosos de la fragmentación del voto dentro del bloque del centro derecha, peculiaridades que–según defendió el líder del PP– pueden hacer que Sánchez se perpetúe en la presidencia del Gobierno. Por todo ello «la única garantía de cambio es el PP». La claridad en su estrategia fue tal que el líder de la oposición llegó a afirmar: «El 10-N es un referéndum sobre Pedro Sánchez».
Especialmente contundente fue su ataque a Sánchez en uno de los pilares básicos temáticos de esta campaña: la situación en Cataluña. El marcaje fue feroz cuando le preguntó cual era su idea de España y abundó sin cesar en sus celebres declaración sobre que «España es una nación de naciones» llegando incluso a mostrarle la portada de «La Vanguardia» que inmortalizó la frase. Casado cerró el bloque de cohesión territorial defendiendo los puntos fuertes de su gestión en Cataluña y presentando al PP como una formación política que «sabe aplicar la ley» y, sobre todo «sabe hacer como vuelve la prosperidad» a esta región castigada por el independentismo.
En bloque dedicado a la coyuntura económica y al inminente periodo de desaceleración. previsiblemente el líder del PP tiró de hemeroteca y sacó a relucir la cuestionable gestión del erario público que dejaron las dos legislaturas de José Luis Rodríguez Zapatero. El líder popular acusó al actual presidente en funciones de «negar la evidencia» y «lanzar el mensaje más peligrosos que se puede lanzar en estos momentos, es decir, «negar la crisis por electoralismo». «El socialismo siempre trae la crisis económica», concluyó poco antes de llamar la atención sobre los 3 millones de empleos que se crearon en la era Rajoy y los 7 millones de los dos periodos de gobierno del PP. Fue en este bloque temático donde Casado debió hacer frente a un ataque de Rivera a cuento del pasado corrupto del PP: «Llevo un año de presidente y no se de que me hablan de corrupción», argumentó.
«Yo soy un señor y no voy a hablar de conversaciones que he tenido con Pedro Sánchez», dijo Pablo Casado en uno de sus intercambios más agrios con el presidente en funciones. También fueron efectivas las preguntas retóricas al líder del PSOE sobre si estaba dispuesto o no a pactar «con Torra, Junqueras y Otegi». Fueron los significativos silencios de Sánchez uno de los principales puntos que se anotó Casado.
Albert Rivera
Pese a que intentó repetir su estrategia de golpes de efecto, esta vez no lo consiguió
«Hay que cambiar la ley, los votos no valen igual»
Albert Rivera se jugaba la remontada de las encuestas en este debate y con ello poder exprintar los cuatro días que quedan de campaña. No se olvidó de todo su «attrezzo «que metió en un maletín y que fue sacando poco a poco.
Rivera apostó por ponerse de acuerdo «en lo que nos une». Para ello, se comprometió a poner el país «en marcha», si es elegido como presidente del gobierno.
Sobre Cataluña, tiró de adoquín de Barcelona y mostró lo que le lanzaban a los Mossos y a la Policía los violentos. «Sánchez dice que no pasa nada en Cataluña y le preguntó si es normal que vuelen adoquines en Barcelona» que dijo «representa el desorden público». «Negar los problemas no soluciona los problemas», le espetó y le instó a no tener miedo de aplicar la Constitución. «Cesemos a Torra que es el que corta carreteras». Asimismo le recordó que el 10-N , lo que tiene que hacer es garantizar la libertad y si no lo hace «la responsabilidad será de su gobierno».
Rivera trató de llevar el debate, centrarlo y entrar en todos los combates. Tiró del «no se ponga nervioso» para desestabilizar al adversario. Centró sus ataques en Sánchez y Casado e incluso buscó el cuerpo a cuerpo con Abascal. En el bloque de econmía sacó la corrupción. El líder de Cs se apoyó de listado en azul y rojo sobre casos de corrupción e intentó acorralar a Sánchez sobre si dimitirá cuando se conozca la condena de los ERE. Creativo, sacó un nuevo impuesto a suprimir: el ICB (impuesto de Corrupción del Bipartidismo) y trató de dar lecciones de trasparencia a lo que recibió el envite de Casado que le recordó los casos que tiene en algunos municipios.
Pidió hablar más de futuro y no de pasado. «No me gusta el franquismo, ni Arran» y le espetó a Sánchez «¿también les va a ilegalizar a ellos?» –sobre Arran–. Apostó por una reforma electoral: «Hay que cambiar la ley, los votos no valen igual». En política exterior confrontó con Sánchez y le pidió defender las democracias, «también hay que ser valiente con los dictadores vivos», le espetó.
Pablo Iglesias
Se reafirma en la coalición y exige a Sánchez que se mueva
«La derecha discute, pero pacta»
Pablo Iglesias centró su estrategia en diferenciarse de sus contrincantes políticos alejando temas que marcan la campaña como Cataluña y buscando conectar con los españoles que acusan el hartazgo político.
Con cada palabra trató de evidenciar que el desbloqueo pasaba por una coalición entre PSOE y Podemos: «La derecha discute mucho, pero luego no tiene dudas en gobernar en coalición, a ver si aprendemos de ellos, señor Sánchez», dijo .En varias ocasiones apeló a la posibilidad de que el presidente en funciones opte por un pacto con la derecha tras el 10-N. «Si las tres derechas suman es evidente que va a haber un gobierno de derechas». Trató de que Sánchez aclarase si gobernará o no con la derecha a partir del domingo y, en vano, de convencerle por retomar la coalición: «Millones de personas nos piden que dejemos los reproches atrás», reclamó.
En un tono moderado, Iglesias volvió a retomar la máxima de la que se sirvió el 28-A. Frente a la crisis: Constitución, a la que apeló para aplicar hasta cinco de sus artículos para efectuar los recortes «por abajo» ante una nueva posible crisis. Además de medidas económicas, una llamada a la España Vacía, fueron los momentos más destacados. Iglesias se desvinculó del resto de candidatos al tratar de monopolizar el debate en torno a Cataluña y recordó que «cohesión territorial es también hablar del mundo rural». Sobre la crisis soberanista pidió abrir una mesa de diálogo y lamentó que Cataluña puede ser «la excusa perfecta del PSOE para gobernar con el PP».
Santiago Abascal
El líder de Vox insiste en que hay que tomar el control de Cataluña
«Torra debería estar detenido»
Para el líder de Vox el debate fue una oportunidad para dar a conocer su mensaje y sus propuestas sin intermediarios. Su estrategia fue ser él mismo, tranquilo, respondió el ataque con serenidad y defendió sus ideas sin complejos. Comenzó su intervención exigiendo al Presidente del Gobierno «que las elecciones se realicen con libertad», en referencia a Cataluña, porque si no, dijo «no tiene sentido hablar de desbloqueo».
Centró sus dardos en Sánchez y Casado. «Se ha producido un golpe de Estado continuado por Mas, Torra, Puigdemont, que ha puesto a los pies de los caballos a policías, guardias civiles y Mossos. Los partidos nacionales han regalado impunidad a los golpistas». Abascal planteó la suspensión de la autonomía de Cataluña, la ilegalización «de los partidos golpistas» y quien cometa un delito de rebelión «como Torra, sea detenido». Se refirió al despilfarro del estado de las autonomías y dijo: «Habrá que elegir, o autonomías o pensiones».
Rivera le buscó y éste le espetó: «Yo te esperaba con todo el merchandising o «me gusta señalarte cuando mientes. Defendió que a las mujeres se les debe dar también seguridad, y apuntó que no se habla de otras manadas, de las cuales el 70% son extranjeros. Apostó por unas fronteras seguras y criticó que Sánchez mande a los Reyes a Cuba.
El choque frontal llegó con Iglesias por la Memoria Histórica. «Ni usted ni Sánchez me van a dar lecciones de defender la libertad. Cuando yo iba con escolta, usted estaba en Navarra en las herriko y Sánchez jugando al baloncesto».
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