Política

Elecciones catalanas

Los soberanistas redoblarán el desafío para adelantar las elecciones catalanas

Puigdemont quiere ser candidato en otoño antes de que una sentencia del Supremo pueda inhabilitarle. El prófugo se muestra «muy satisfecho» de los actos del 17-A

Torra y las ministras Batet y Maroto descubrieron un mosaico en memoria de las víctimas de Cambrils / Efe
Torra y las ministras Batet y Maroto descubrieron un mosaico en memoria de las víctimas de Cambrils / Efelarazon

Puigdemont quiere ser candidato en otoño antes de que una sentencia del Supremo pueda inhabilitarle. El prófugo se muestra «muy satisfecho» de los actos del 17-A.

Redoblar el pulso al Estado, al que el presidente de La Generalitat, Joquim Torra asegura, «querer atacar». Presionar al máximo a Pedro Sánchez, a quien consideran un presidente «débil en nuestras manos». Y convocar unas elecciones autonómicas cuando empiece el juicio contra el «procés» con el fugitivo Carles Puigdemont de candidato por la república catalana soberanista, antes de que una sentencia judicial del Tribunal Supremo pueda inhabilitarle ante los delitos de que se le acusa. Estos son, según su entorno, los planes inmediatos del prófugo de Waterloo, quien se muestra «muy satisfecho» de los actos conmemorativos del 17-A. «Objetivo cumplido», dicen fuentes soberanistas ante lo que estiman un recibimiento cortés, pero frío, al Rey de España, y sobre todo, una latente «tensión emocional» en las calles con los CDR, brazo armado de la CUP, con una permisividad vergonzante del Govern y la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau.

«Si Puigdemont es inhabilitado ya no es nadie», admiten dirigentes independentistas. Por ello, forzará al máximo unas elecciones como candidato de su nueva formación, la Crida Nacional por la república, antes de que salga la sentencia del Supremo que le acusa de malversación de fondos públicos. «¿Quién se atreve con un candidato ya elegido?», advierten en su entorno como prueba del embrollo político que representa condenar a un candidato reforzado por los electores. Esta es su jugada maestra, sin importarle en absoluto la ruptura de su partido, el PDECat, cuya anterior coordinadora general, Marta Pascal, fue claramente derrotada en favor de las tesis más radicales. Pascal, que pasa estos días en la Costa Brava con su hija pequeña, podría según algunas fuentes preparar un golpe de mano contra Puigdemont con la alianza de Esquerra Republicana, otro partido en crisis, desnortado con Oriol Junqueras en la cárcel, Marta Rovira huida en Suiza, y su número dos actual, Pere Aragonés, en el punto de mira judicial.

Esta enorme división en el mundo soberanista, la guerra entre sus dos partidos principales, y la entrada en escena de un Torra como auténtico «títere» de Puigdemont, le da fuertes alas al fugitivo y jugar con el tiempo antes del juicio en el Supremo. Muy escasas horas ha durado la falsa tregua del independentismo, tras los homenajes del aniversario del 17-A. Un auténtico «paseíllo» por medios informativos catalanes de Joaquim Torra, en connivencia con el prófugo Carles Puigdemont, ha servido para demostrar su hipócrita doble juego, su cobardía entre las negativas al Rey de España y su aceptación a darle la mano con la mujer de Joaquín Forn, el ex consejero de Interior encarcelado, en una verdadera añagaza con la que suplió lo que tenía pensado: entregar al Rey su documento por la libertad, exigiendo la excarcelación de los dirigentes independentistas. A última hora, y bajo negociaciones discretas y sutiles entre Zarzuela, Moncloa y La Generalitat, Torra aceptó rebajar sus pretensiones y ceñirse al guión de amagar y no dar. Saludar al Monarca con la esposa de Forn, no estar en la foto oficial junto a Felipe VI separado por la presidenta del Congreso, Ana Pastor.

La resaca del 17-A ha salpicado también con fuerza a los sectores más importantes del empresariado catalán. Muchos de ellos denuncian la pasividad del todavía presidente de Foment del Treball, la gran patronal catalana, Joaquin Gay de Montellá, ante los últimos acontecimientos. «Preocupado por sus bodegas y su afición a la caza», lamentan destacados empresarios de Cataluña ante la actitud de un foro con enorme importancia en el tejido socioeconómico catalán y a cuyo actual presidente acusan de veleidades políticas para asegurar su futuro. Gay termina su mandato en el próximo mes de octubre y deja tras de sí una gestión muy crítica, tildada de «anodina, tibia y parcial» para los intereses empresariales e industriales catalanes, máxime ante sus coqueteos políticos con Ciudadanos, según fuentes de la formación naranja en Cataluña.

Dentro de estas críticas, para colmo, cuando la pancarta antimonárquica colocada en la Plaza de Cataluña colgaba de un piso en su día ocupado por el Cercle Catalá de Negocis, una agrupación empresarial independentista que, según ahora afirman varios de sus miembros, se la cedieron «a un socio patriótico». Es decir, a organizaciones secesionistas vinculadas a la ANC, autoras de la pancarta. El espectáculo ha sido bochornoso, con acusaciones mutuas sobre de quien dependía la decisión de quitarla, bajo una impresentable pasividad de la Generalitat y el Ayuntamiento de Ada Colau, cuya hipocresía y talla moral han quedado patentes. Solo el líder del PP, Pablo Casado, ha tenido la valentía de exigir a Pedro Sánchez una respuesta ante tantos ataques inadmisibles y antidemocráticos.

El uso que los independentistas quieren hacer tras el 17-A provoca una enorme controversia entre ellos mismos, pero todo indica que recrudecerán su agresivo lenguaje y forzarán unas elecciones con Puigdemont antes de su sentencia por malversación, que puede dejarle fuera de juego. La gran pregunta, que ellos mismos se hacen, es clara: «¿Hasta cuándo aguantará Pedro Sánchez?». Las críticas a su fragilidad y conducta ante el conflicto catalán arrecian incluso en el ámbito de los «barones» socialistas. Y muchos de ellos lo reconocen en privado: «Si decían que Mariano Rajoy era un plasma, este es un mudo redoblado». Su silencio durante este verano, y la sonora metedura de pata con los mensajes en catalán sin la bandera de España, han sido muy mal vistos por sus propios compañeros de filas.