Opinión

Marcado por el amo

No debería fiarse en exceso el presidente de su inestable magistrado en excedencia

El PP pide que Marlaska responda en el Congreso por las "presiones" del DAO de la Guardia Civil a la UCO
El ministro del Interior, Fernando Grande-MarlaskaEuropa Press

Sánchez lleva años perdonándole la vida a Marlaska. Sus continuas pifias en inmigración, nombramientos internos o en el combate del narcotráfico, apenas sirvieron para afianzarle en el cargo, pese a las reiteradas censuras parlamentarias y el hecho insólito de que todos los asociados del Gobierno pidieron su cabeza en algún momento del ominoso mandato pedrista.

El problema para el ministro es que parece que en el buró sanchiano han llegado a la conclusión de que buena parte de los males del presidente se deben a la ineficacia del titular de Interior, que no controla a la UCO. No se entiende en Moncloa que unas decenas de subordinados estén amargando la vida de nuestro timonel con informes que dinamitan tanto al PSOE como al Gobierno. Más que poner el acento en las verdades que tales dosieres albergan, se pone en la incapacidad del exmagistrado para impedir que tal acumulación de corruptelas salga a la luz. Como si esa debiera ser su tarea. Empezando por su mujer y continuando con el hermano y el fiscal de cabecera, ahora camino del banquillo.

Cuenta aquí Javier Portillo el globo que se cogió su ilustrísima cuando constató como su hombre en Interior le dejó en blanco al no anticiparle un solo dato del informe de la UCO sobre Cerdán. Tener a un ministro para esto es como rodearse de materia oscura. Habiendo dejado constancia de ello en un chat ministerial. Lo que casa con ciertas filtraciones que señalaban a Castellana 5 como corresponsable por inacción del viacrucis que atormenta al puto-amo.

Si a ello sumamos los errores cometidos como ministro de jornada en la crisis de Torre Pacheco, o el reciente episodio de instituciones penitenciarias negándose a dar información sobre las visitas de Cerdán, tenemos a un candidato fijo al relevo en la próxima crisis ministerial, que podría ser en otoño pese a que Sánchez lo niega. Se carga al ministro y de paso descabeza a la UCO, bajo el argumento de que todo en ese Departamento está podrido.

Claro que Pedro no quiere equivocarse, pues igual Marlaska sabe cosas sobre Ábalos o Cerdán, o sobre Marruecos, Dominicana y Venezuela. Garzón le salió a González respondón y Sánchez no quiere aquella pesadilla. Ciertamente, no debería fiarse en exceso el presidente de su inestable magistrado en excedencia, otrora aspirante a una cartera con los gobiernos del PP, y acreditado saltimbanqui de la política patria.

Pero nadie le criticaría demasiado por relevar al ministro del Interior peor valorado de la democracia. Si esa cartera siempre tuvo complicaciones, con Marlaska mucho más. Hasta a Barrionuevo le trataban mejor las encuestas. Y no digamos a Corcuera, Asunción, Jaime Mayor o Rubalcaba. Al ministro del Interior le suma la ciudadanía un plus positivo por el hecho de serlo. Cosa que en el caso marlasko se produce en sentido contrario. Todo cuanto toca lo contamina.

El prestigio que tuvo como juez lo supera en desprestigio como ministro. Errores, turbulencias, persecuciones, rencillas y coyunda con el bildutarrismo separata. Sánchez le debió destituir ya por el lamentable episodio de la valla de Melilla, donde hizo lo que acostumbra: parapetarse tras la Policía Nacional y la Guardia Civil para salvar el trasero. El problema es que incluso dentro de ambos cuerpos está desprestigiado. La purga infame a Pérez de los Cobos, las balas «fake» a Iglesias, la navaja apócrifa de Maroto, las balas israelitas y las acusaciones de homofobia al PP se nos antojan ahora insignificantes comparadas con el berrinche que se cogió el señor presidente cuando constató que su hombre en Interior fue incapaz de anticiparle noticia alguna sobre el informe Cerdán.