El desafío independentista

María: una bandera frente a la violencia

La candidata de Vox que fue agredida esta semana en Tarragona por un independentista reivindica su derecho a mostrar la enseña nacional. Y lanza una pregunta al feminismo militante: «¿Piensan que soy un hombre? Soy una mujer que ha sido agredida por un hombre y no he tenido el apoyo de ninguna institución».

María Grima posa con un pañuelo con la bandera de España similar al que llevaba el lunes en el momento en el que fue agredida en el centro de su ciudad. Foto: Shooting
María Grima posa con un pañuelo con la bandera de España similar al que llevaba el lunes en el momento en el que fue agredida en el centro de su ciudad. Foto: Shootinglarazon

La candidata de Vox que fue agredida esta semana en Tarragona por un independentista reivindica su derecho a mostrar la enseña nacional. Y lanza una pregunta al feminismo militante: «¿Piensan que soy un hombre? Soy una mujer que ha sido agredida por un hombre y no he tenido el apoyo de ninguna institución».

«Ole, ole, ole. Estáis pisando suelo español». Este grito, convertido en viral a las pocas horas, ha propiciado una de las escenas de la semana en Cataluña. La pronunció María en Tarragona mientras ondeaba una pequeña bandera de España al paso de algunas decenas de personas que se manifestaban por el centro de esta ciudad para expresar su rechazo a la sentencia del «procés» contra los líderes independentistas.

María, que es natural de Jaén pero se siente también catalana, estaba el lunes esperando el autobús cuando se cruzó en su camino con esta protesta «indepe». Gritaban, subraya, «fuera España» y «mierda España». Asegura que ella llevaba la bandera en el bolso, sin intención de provocar. Pronunció la frase de marras y, en respuesta, recibió un golpe que la tiró al suelo. Perdió, según su relato, el conocimiento durante unos instantes. Sufre ahora fuertes dolores en la espalda provocados por la caída. El daño físico, que la ha obligado a visitar las urgencias en varias ocasiones durante la semana y a aumentar la dosis de los calmantes, es, sin embargo, menor en comparación con el psicológico. Cuando se le pregunta qué es lo que más duele, lo tiene claro: pensar, por ejemplo, que hay personas que celebraron su agresión, que pudieran considerar que se lo merecía por mostrar una bandera de su país, que se crean con el derecho a agredirla: «Me duele. El lunes volveré al médico y me tienen que hacer un TAC porque me duele mucho el costado. Además tengo un moratón interno muy grande. Yo pensaba que no era casi nada, porque en el momento lo que más me dolió fue la sensación de rabia de que me quitaran mi bandera y que no me dejaran expresarme como hacían ellos. Fue el sentimiento que tuve en ese momento. Se ve en el vídeo que se ha difundido en todas las televisiones: mi cara de rabia e impotencia de que no me dejaran hacer lo mismo que estaban haciendo ellos», relata a LA RAZÓN.

Ha necesitado varios días para ver las imágenes del incidente, del «puñetazo» que la derribó. Y también ha hecho lo que los expertos desaconsejan cuando uno se convierte en «trending topic»: leer las redes sociales y el estercolero en el que, en ocasiones, se transforman. Dos ejemplos suaves de los comentarios que algunos la han dedicado: «Lo de la facha de Tarragona no se debate, se disfruta»; «la señora vacilando de suelo español y a la que se lo acercan un poco, se queja. Poco patriota veo yo a esta elementa». Preguntada por su sentimiento al comprobar que hay que gente que se alegra, reconoce sentir pena: «Con las personas que se han acercado a mí, no he tenido esa sensación. Pero con los comentarios que estoy leyendo en las redes sociales, sí. Porque además es que lo he leído, que no soy persona. Por muy española que sea y por muy independentistas que sean ellos, yo no me voy a alegrar de algo así nunca. Jamás. Al revés, si veo que alguno me necesita, lo ayudaré. Que digan eso, pues bueno... Pero tengo más personas que me apoyan que gente que diga que yo me lo he buscado. Los que se alegran son los mismos que apoyan a la persona que me ha hecho eso».

Siente rabia porque le duele Cataluña: «Me da mucha pena porque sigo pensando y lo pensaré siempre que Cataluña es un trozo más de España. Ellos no saben ni dónde puede llegar esto si llega a declararse la independencia, que es algo que no creo que se produzca nunca. Me da mucha pena porque hay muchos catalanes que no piensan así. De hecho yo tengo tres hijos catalanes que defienden Cataluña como el primero. Pero son españoles». Sus fuertes convicciones son las mismas que la han llevado a militar activamente en política desde hace años. Ahora en las filas de Vox, de cuyas listas al Ayuntamiento de Tarragona formó parte el 26-M. Antes ya había simpatizado y concurrido como candidata con CiU y el Partido Popular. Tras la agresión, las formaciones de Pablo Casado y de Santiago Abascal fueron las únicas en solidarizarse públicamente con María. «Toda nuestra fuerza, cariño y aliento para ella y para todos los que sufren la represión totalitaria en Cataluña ¡No podrán nunca con la España viva!», aseguraba su actual partido en las redes sociales. Alejandro Fernández, líder de los populares en Cataluña, también mandó ánimos a su ex compañera: «Conozco hace muchos años a María, la mujer agredida cobardemente por esa alimaña. Todo mi cariño y apoyo». Quizá como metáfora de cómo ha evolucionado la política en Cataluña en la última década, cabe destacar que tanto María como Joan Ramón Leandro, el hombre que la golpeó y la tiró al suelo, fueron rivales en los comicios municipales de 2011 en Tarragona. Ella integrada en la papeleta de Convergencia y él como número 25 de Solidaritat Catalana. El lunes volvieron a encontrarse en la calle y la próxima vez que se vean las caras será posiblemente en un juzgado, tras la interposición de la correspondiente denuncia esta semana y la posterior detención de Joan. Lo sucedido, sin embargo, no ha hecho que María se haya planteado tirar la toalla y renunciar a su participación en la vida política de su ciudad y su país: «Ni mucho menos he barajado dejar mi militancia, al revés. Yo seguiré con mis pensamientos como hasta ahora. Y lo más importante, seguiré educando a mis hijos y mis nietos como hasta ahora. Porque de hecho, mis hijos no actuarían nunca con rabia y ensañamiento hacia una persona por el hecho de mostrar una bandera. He hablado con ellos, les he explicado todo y ellos están esperando que la Justicia actúe como tiene que actuar».

Infatigable en la defensa de lo que ella considera justo, esta jienense de 61 años ya fue protagonista de otra lucha a finales de los 90: «Fue en 1997, cuando mis hijos iban al colegio y toda la enseñanza era en catalán. Ya no había libros en castellano. Me metí en el Ampa yo sola con otra madre de Logroño y juntamos 15.000 firmas, que nos costó lo nuestro, para defender la educación en castellano. Llevamos las firmas al Tribunal Constitucional y nos dieron la razón, pero tampoco nos sirvió de mucho. Compramos la mitad de los libros en catalán y la otra mitad en castellano, pero a las dos semanas todo era otra vez en catalán».

Reconoce que la semana ha sido intensa. Y dolorosa. El carrusel de entrevistas que ha concedido en estos días –con todos los medios, reconoce, a excepción de los catalanes– la ha dejado afónica, sin prácticamente poder hablar. Con la calma que da el tiempo transcurrido desde el lunes, reivindica su derecho a hacer lo que hizo. Pero, sobre todo, reflexiona sobre el atronador silencio de un sector de la sociedad al que ella pertenece: «Es un pensamiento al que llevo días dando vueltas pero que no he pronunciado hasta ahora: les quiero preguntar a estas personas, a estas mujeres que defienden tanto el feminismo y los derechos de las mujeres, si es que se piensan que soy un hombre por ir con esa vestimenta o por llevar la bandera española. Soy una mujer que ha sido agredida por un hombre y no he tenido el más mínimo apoyo de ninguna institución ni he visto a nadie salir en la tele diciendo que una mujer ha sido golpeada por un hombre». Pero esa condena pública que espera María, posiblemente, no llegue a producirse.