Extremo centro
Masacre en San Valentín
Entiendo que no habrá documental de Roures o Contreras. Ese tipo frágil y debilitado ya no sabe qué hacer
Hace un par de días, el hueco que habita el traje presidencial se hizo presente en el centro de una reunión de mujeres del PSOE. No fue por casualidad. Él las convocó a todas a sentarse con él en una habitación vacía. Les pidió que posaran como floreros mientras llegaban las cámaras, para, mirándolas a los ojos, confirmarles que tiene el corazón partido por sus ex.
Les pidió que entendieran sus sentimientos de hombre al confiar en aquel hombre al que le dijo: «Pensaba que éramos amigos». Infiero de la sentada que, según el búnker del retardo que guía la política de comunicación del PSOE, es con sentimentalismo cursi y corazoncitos como se pretende recuperar el voto femenino en caída libre.
Un día después, gracias a una operación de apuñalamiento entre compañeros, descubrimos que otro de los colaboradores de Sánchez parece ser un jefe rijoso con los típicos comportamientos de político socialista. No sé cuán inapropiado sería Paco Salazar con sus compañeras de trabajo en la oficina presidencial.
Pero, por lo visto, ninguno de los colaboradores en el Gabinete del Presidente, antes de denunciarlo de manera anónima en prensa, tuvo una conversación privada a puerta cerrada y en confianza para advertir a Sánchez sobre la muy humana y muy inapropiada relación de su colaborador con el deseo sexual en el centro de trabajo.
Entiendo que no habrá documental de Roures o Contreras sobre el tema, pero bien que lo merecería la paranoia y la desconfianza en las que discurren los días en pleno Semillas.
El caído Salazar fue, por un tiempo breve, rival temporal de Diego Rubio por la influencia en el gabinete.
Más allá de eso, lo cierto es que no sé qué pensar. Pero sé lo que intuyo de esa manada de compañeras y compañeros de oficina que se juraron no hablar del tema de los acosos sexuales en la oficina de Moncloa hasta que tuvieran interés político en cobrarse la cabeza. Aquello habla de un entorno laboral más especializado en practicar artes marciales que en trabajar.
La vida final de la partida de Sánchez transcurre entre personalidades peligrosas que aprendieron a esperar y callar, en la mejor tradición de la cortesía de capa y puñal. Nadie le advirtió tampoco: «Querido Jefe, Puto Amo, Viento del Sur, Gran Líder, Sol que nunca se pone. Quizás exista algún riesgo en rodearse de todas esas mujeres socialistas que ascendieron en el organigrama de Santos y Ábalos».
En el único deporte que me ha acompañado, y del que he aprendido alguna lección para la vida, existen arquetipos que surgen de la necesidad de abordar el conflicto. Desde los maestros de la esquiva defensiva, como Mayweather, hasta la oscilante espalda que lanzaba en una curva sin defensa posible los puños de hierro de Tyson.
En el estilo del fajador, es la dureza de su organismo ante el castigo lo que hace de la resistencia a los golpes su principal estrategia de ataque y defensa. Jake LaMotta se hizo fuerte en ese boxeo en el que cada victoria dentro del ring lo llevaba a la derrota de una muerte anticipada fuera de él.
Sé que la generación sanchista ha vivito a tope. Ahora, lo ideal sería, al menos al final, empezar a hacer las cosas bien y marcharse en cuanto haya alguna posibilidad. Está claro que ese tipo frágil y debilitado, al que tanto y tan estúpidamente han seguido, ya no sabe qué hacer.