Opinión

Mierda y errores

Desde hace al menos cinco años, España se disuelve por el sumidero

Adolf Eichmann fue capturado en Argentina para posteriormente juzgarle en Israel, como se recoge en la imagen
Adolf Eichmann, en la imagen en su juicio, dijo: «Nadie enmendó mi error, nadie me dijo nada»larazonAgencia AP

Desde hace al menos cinco años, España se disuelve por el sumidero, por el retrete, se caga por la letrina, se convierte en mierda, por ir al grano. Todos nos tapamos la nariz para no oler y abrimos la boca para seguir viviendo, para continuar tragando, como los peces cuando pegan saltos agónicos fuera del agua. Es tal el ambiente, pesa tanto el mal olor, que no distinguimos si somos nosotros los que apestamos o si es el vecino el que nos atufa.

No tiene nada de nuevo, no se asuste, los pudrideros no solo son nichos de marmolina, los gusanos y las gusanas también corroen tripas en las salitas de espera, muerden dentro de los autobuses, liban en los campos de fútbol y hasta en los hospitales encuentran algo para roer. Como la presa de Ucrania, aquí en alguna ocasión se rompió también el dique o a lo mejor lo demolimos sin darnos cuenta y la escoria ya nos llega al cuello, que es lo que importa. Entonces, la política entendió que lo suyo era el circo y comenzamos a ver flotar las heces.

Al principio, solo unas poquitas, de un lado a otro de la superficie. Menudencias que pasaban desde lejos hasta que el caudal de lodo cogió fuerza. Gordas, menuditas, más o menos líquidas, el catálogo de cacas, tan amplio, se adhiere a columnas como esta, tertulias radiofónicas, primeras páginas de un diario y en las redes sociales.

Enternecedor, aunque si esto se instala en tu ecosistema, se naturaliza, se mete tanto en los poros que no encontramos distinción posible entre la porquería y nosotros. Nadie es capaz de notar que has soltado la madre de todas las mierdas y entonces estás jodido, pero deben decírtelo, enmendar el fallo, la cagada, y entonces se agradece que te manden a tu casa.

En 1963, Adolf Eichmann declaró en Jerusalén ante un tribunal por participar en el programa que asesinó a millones de judíos. Sobre su entrada voluntaria en las SS, aseguró: «Nadie enmendó mi error, nadie me dijo nada».