Negociaciones

Moncloa espera un independentismo hiperventilado hasta después del 1-O

Encara las conversaciones para la investidura con ERC y Junts en disputa por recuperar el pulso electoral perdido

El presidente de la Generalitat Pere Aragonés (d) saluda este sábado a fundador y presidente honorífico del CIEMEN Aureli Argemi, durante el acto conmemorativo del 25 aniversario de la Declaración de los Derechos Colectivos de los Pueblos junto a representantes de Bildu, BNG y Sinn Fein.
El presidente de la Generalitat Pere Aragonés (d) saluda este sábado a fundador y presidente honorífico del CIEMEN Aureli Argemi, durante el acto conmemorativo del 25 aniversario de la Declaración de los Derechos Colectivos de los Pueblos junto a representantes de Bildu, BNG y Sinn Fein.Enric Fontcuberta EFE

Pedro Sánchez tiene por delante una ardua negociación de cara a superar su futura investidura. Desde el entorno gubernamental proclaman que «es el tiempo de Feijóo», pero no pierden la ocasión de criticarle por «hacer perder el tiempo a los españoles» y por su falta de apoyos suficientes, mientras confirman que el líder socialista reclamará el encargo de Felipe VI, una vez que fracase el candidato popular, para lograr –esta vez sí– una investidura exitosa. Los socialistas están usando estas semanas «en blanco» para ir registrando avances en su propio proceso. El primero, sentar unas bases sólidas para el diálogo con Junts, partido con el que no existía confianza ni vías de comunicación hasta ahora, para ir después progresando en lo concreto sobre estos cimientos.

A pesar de que en un inicio –tras conseguir la Presidencia del Congreso para Francina Armengol–, Sánchez se vio tentado de someterse a una investidura «pronto», finalmente se optó por no cortarle el paso a Feijóo, también para no poner al Rey en una situación comprometida o de conflicto institucional, y se decidió gestionar el calendario con calma. Un calendario que está plagado de fechas marcadas en rojo para el independentismo y que en Moncloa anticipan que elevará, al menos en lo retórico, el precio de su apoyo. Este mismo lunes se celebra la Diada en un momento de horas bajas para el independentismo. La del año pasado fue la más residual de la última década, con una escasa movilización –apenas 150.000 personas–, que ya anticipó el retroceso que vivieron los partidos de la órbita soberanistas en las urnas el 23J. El secesionismo no llegó al millón de votos por primera vez desde el inicio del «procés» y el retroceso en 700.000 votos que sufrió se repartió entre la abstención, el PSC y Sumar.

Con estos mimbres, ERC y Junts llegan a la cita del 11S divididos y pujando por encabezar las exigencias a Sánchez en la investidura. Este es otro de los retos a los que se enfrenta el Gobierno en sus conversaciones para concitar el apoyo de hasta seis grupos parlamentarios distintos. Algunos, como es el caso de ERC y Junts o el PNV y EH Bildu son rivales directos en las urnas y elevarán esa rivalidad también al terreno negociador. Como elemento de presión añadido, desde la ANC se rechaza rotundamente cualquier posibilidad de pacto o entendimiento con el Estado. Pero la de la Diada no es la única mina en el calendario. Una vez Feijóo se someta a la investidura y, salvo sorpresa, fracase en su intento, todavía queda otra fecha por desactivar: la del 1 de octubre.

En plenos trabajos jurídicos para conseguir un encaje legal a alguna fórmula asimilable a la amnistía, el aniversario del referéndum ilegal se antoja otro momento álgido del soberanismo más hiperventilado. Tal como publicara el viernes este diario, entre las exigencias del Gobierno a Junts en su negociación estará el «reconocimiento expreso» de que «no lo volverán a hacer». Una demanda que chocará con los pronunciamientos con motivo del aniversario de la consulta y que retrasará cualquier posibilidad de certificar un acuerdo hasta que se desinflame el suflé. En el Gobierno asumen que se elevarán los decibelios, pero saben que, mientras no se vuelen los puentes, hay margen para negociar y acordar.

De hecho, el ruido va a dispararse porque incluso ERC, que había sido hasta ahora el ala del independentismo que más apostaba por el pragmatismo y rebajar la tensión, también regresa a la calle. Pere Aragonès estará este lunes en la manifestación de la Diada que organiza la ANC, un síntoma de que quiere ejercer la máxima presión posible. En este sentido, ayer mismo, el presidente de la Generalitat protagonizó un acto en el centro de Barcelona y pidió aprovechar la «oportunidad» para lograr la amnistía y un referéndum que calificó de «inevitable».

«El independentismo debe aprovechar la oportunidad para hacer posible lo que aún no lo es», advirtió antes de mencionar la amnistía como «punto de partida» y la autodeterminación, que enmarcó en una «segunda fase de la negociación» con el Estado. Un discurso que se asemeja mucho a la hoja de ruta trazada también por Carles Puigdemont esta semana desde Bruselas. Sobre estas exigencias, Aragonès aseguró que el «camino es dificilísimo», aunque avisó de que pasa de forma «inevitable» por que los catalanes «voten».