Política

Mariano Rajoy

Moncloa teme perder las elecciones en la jornada de reflexión

Preocupación por cómo pueda afectarles en las urnas una nueva oleada violenta en las calles en vísperas de las elecciones o el mismo domingo y que la opinión pública no comparta su respuesta.

Preocupación por cómo pueda afectarles en las urnas una nueva oleada violenta en las calles en vísperas de las elecciones o el mismo domingo y que la opinión pública no comparta su respuesta.

La dinámica catalana es el elemento desestabilizador del PSOE en esta campaña. Lo fue en el debate del lunes y –lo que es peor para sus intereses– puede serlo en los cuatro días que restan para las elecciones. Fuentes del partido reconocen a este diario que están «muy preocupados» por cómo puedan evolucionar los acontecimientos en la jornada previa y el día mismo de las elecciones. Para ambas fechas –coincidentes además con el aniversario del pseudoreferéndum ilegal del 9-N–, los CDR tienen previsto desplegar una incendiaria agenda vandálica que puede revivir la situación de alarma que se generó en las calles de Barcelona tras la sentencia del «procés». En Moncloa ya daban esta sensación por superada y pensaban que esos disturbios no tendrían un impacto decisivo en el voto, pero si vuelven a reproducirse con igual o mayor crudeza y la respuesta no es la que la opinión pública considera adecuada, existe el riesgo cierto de sufrir las consecuencias en las urnas.

En este sentido, Pedro Sánchez busca trasladar una imagen de moderación y firmeza y, consciente de que es su flanco más débil, desplegó una agenda de medidas en el debate del lunes tales como recuperar el reproche penal –eliminado por el PSOE en 2005– para la celebración de referéndums ilegales o promover la vuelta a España de Puigdemont a través de la intermediación con el estado belga. Sin embargo, el poso que dejó su intervención fue su incapacidad para negar futuros pactos con los soberanistas, una vía que no están dispuestos a explorar en Moncloa.

Los estrategas gubernamentales fían el desbloqueo a la actitud colaboradora del PP, esto es, que Pablo Casado contribuya a la gobernabilidad con una abstención equiparable a la que el PSOE promovió en 2016 hacia Mariano Rajoy. Aunque el candidato popular se mostró reacio a este escenario, rechazándolo en varios momentos del debate, en Ferraz no pierden la esperanza y apuntaban que Casado había hablado de «no apoyar», no de «no favorecer». Consideran que la abstención no es un apoyo. Pero este escenario podría no ser ni siquiera viable si la pujanza de Vox, que auguran todas las encuestas, llegara a comprometer de tal modo la posición de Casado que este tuviera muy complicado moverse.

En Ferraz comienzan a calibrar el impacto que está teniendo su estrategia de alimentar a Vox. Medidas como la exhumación de Franco y la gestión de la sentencia del «procés» que, inicialmente se concibieron por Moncloa como elemento movilizador por la izquierda y el centro, han resultado un revulsivo para la formación de Santiago Abascal que es quien realmente las está rentabilizando, captando electorado.

Los socialistas endurecieron ayer el tono respecto a Vox, calificándoles abiertamente de «fascistas» y el grueso de los mensajes postdebate de Sánchez se centró en azuzar el miedo a las derechas, pero sin cerrar la puerta a ninguna opción de pacto. Al tiempo que se comprometió a «gobernar con valores progresistas», pidió a Casado y Rivera que el día después de las elecciones «no le veten».