Opinión
Nociones elementales
García Ortiz es tratado así como un ministro más del Gobierno, un negacionista de la verdad judicial cuando escuece
No es probable que algún día salga la versión del director de la serie documental que bien podría titularse “Sánchez, ese hombre”. Nos perderemos las tomas falsas del presidente quizá atragantándose de la risa hablando del compromiso de la palabra dada, o equivocándose al explicar la separación de poderes. Porque es probable que eliminaran la escena en la que a Sánchez se les escapó algo como “El Estado soy yo”, o “Me paso al poder judicial por el Arco de la Victoria, que queda cerca de La Moncloa”, o un verosímil “Esa sentencia no la he supervisado yo antes”, o “Llama al Fiscal General del Estado. Hay que ganar el relato”, o quizá, por terminar, “A ver si dejan de venir a casa los amigos de Begoña”.
Es posible que en la segunda temporada de la serie, con un PSOE en la oposición y Sánchez en algún menester internacional a lo Zapatero, salgan los oprobios de estas dos últimas semanas. Eso sí: será difícil decidir qué acontecimiento ignominioso dará más audiencia. Quizá salga el varapalo dado por el Tribunal Superior de Justicia de Madrid (TSJM) que dice que Sánchez desconoce “nociones elementales” de la división de poderes en su querella contra el juez Peinado. Sí, ya saben, el magistrado que ha imputado a Begoña Gómez y que llamó a declarar a su marido profundamente enamorado, un tal Sánchez.
La decisión de la sala del TSJM ha sido por unanimidad, e incluso uno de los letrados ha apuntado que Sánchez ha cometido un “abuso” y que merece una multa por “mala fe procesal”. La sanción podría haber sido de 6.000 euros, que Sánchez habría sacado de los fondos públicos, como su defensa particular en este caso, o de algún crowdfunding, que es un sistema propicio para hacer gala de populismo. Le regalo los eslóganes para recaudar: “Contra la fachosfera judicial. Pague para levantar un muro a la derecha y la ultraderecha. Unos euros para poner stop a los bulos es un deber progresista”.
El estacazo de la sentencia del TSJM ha llegado después de que Sánchez y sus corifeos pusieran sobre el tapete el gran argumento: ganar el relato merece delinquir. "¿Puede ser delito contar la verdad?", se preguntó Bolaños sin admitir respuestas ni interpelaciones. Para ser “ministro de Justicia” sorprende el desahogo con el que entiende el procedimiento judicial y la labor del Fiscal General del Estado. Esto es lógico sí, como declaró Sánchez, García Ortíz hizo “su trabajo”; esto es, no el que tiene encomendado en representación de una institución que está por encima de los particulares, sino el ordenado por la persona que le puso en el cargo, que ha resultado ser la defensa de los derechos de Sánchez.
García Ortiz es tratado así como un ministro más del Gobierno, un negacionista de la verdad judicial cuando escuece. De ahí que la citada sentencia del TSJM insista en que la actuación del poder judicial no es un estorbo cuando actúa. Quizá los jueces están tan cansados de que les llamen prevaricadores o peones del lawfare, como del resto de lindezas de la única fábrica socialista que funciona: la del fango y el insulto.
He de confesar que se me queda corta una serie documental sobre Sánchez que blanquee al político más peligroso para la democracia desde la Transición. Por eso espero con fruición la reacción de la prensa sanchista, que repetirá lo que dijo el periodismo franquista cuando en 1965 se estrenó “Franco, ese hombre”, de José Luis Sáenz de Heredia. El peloteo fue máximo, de alipori crónico. Fíjense en las semejanzas con Sánchez. El cartel del cine del estreno rezaba: “historia de España a través de la biografía del hombre que los ha vivido más intensamente”. Sánchez Silva, el guionista, declaró que había incluido ”lo más relevante de la vida del Caudillo, pero no todo, pues para ello hubiese sido necesario filmar tres películas más”. A ver si es verdad con Sánchez.
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