Política

Ministerio de Asuntos Exteriores

Nuestra Señora de la Mediación

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez inicia desde hoy su gira a cuatro países de América Latina/ Efe
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez inicia desde hoy su gira a cuatro países de América Latina/ Efelarazon

El Presidente del Gobierno sale hacia Chile, Bolivia, Colombia y Costa Rica en una periplo que será agotador. Una iniciativa feliz y digna de aplauso. Acudir pronto a varios países iberoamericanos es una buena idea.

El presidente del Gobierno sale hacia Chile, Bolivia, Colombia y Costa Rica en una periplo que será agotador. Una iniciativa feliz y digna de aplauso. Acudir pronto a varios países iberoamericanos es una buena idea. Pedro Sánchez, con todo, debe tener cuidado con no sucumbir a la tentación de la mediación. La mediación es un síndrome que aflora en nuestros políticos y que atacó también a periodistas en el inicio de la Transición. Recuperada la democracia en España y gozando pronto el presidente Suárez de un merecido prestigio en Europa y en Iberoamérica, tuve, como Director de la Oficina de Información Diplomática, que calmar a más de un periodista al que una noche, desvelado y sin tema para su columna del día siguiente, se le aparecía Nuestra Señora de la Mediación y le susurraba que España debía mediar en el conflicto Tamil o en un litigio entre dos países de África negra. Hube de tranquilizarlo manifestando que existiendo la ONU, etc... era difícil ver los títulos de España para hacer de componedor en esas latitudes. Entre los políticos el ejemplo más reciente es el de Zapatero, le encanta hacer de «hombre bueno» en Venezuela con escaso éxito. El desplazamiento de Sánchez a cuatro países bien escogidos americanos tiene sentido, habría sido raro que metiéndose a redentor comenzara por Nicaragua o Venezuela. Algún palmero de Moncloa puede deslizar que nuestro presidente «hablará a toda la comunidad iberoamericana desde su diversidad», que la gira de Sánchez es «inusual» o que va a discutir con sus interlocutores como España puede ayudar a gestionar los éxodos de Venezuela y Nicaragua. Llevados por el entusiasmo van hasta a afirmar que la presencia española en Iberoamérica, así como en Europa, ha sido escasa en la última década, lo que lamentablemente es verdad en el primero de los continentes, pero tendenciosamente infantil en lo segundo. (¿Cuantas veces fue a Europa Rajoy en su mandato?).

Lo ditirámbico no viene a cuento porque el viaje tiene enjundia per se y es aplaudible. Desde nuestro matrimonio con la UE nuestros devaneos con los países iberoamericanos han bajado de tono, allá han surgido autócratas que han encontrado rentable ser mordaces con España (Evo Morales intermitentemente y Maduro cuando tiene cualquier problema) y está bien que el presidente español se dé un garbeo por la zona. Nadie va a cuestionar cómo llegó al poder, es nuestro presidente legítimo. Tenemos importantes intereses comerciales, hay 450 empresas españolas en Colombia, muchas en Chile, importantes inversiones en Bolivia y Costa Rica, con también intereses turísticos, es enormemente visitable no porque sea la patria de Keylor Navas sino por su inveterado buen hacer democrático. Aquellas naciones casi sin excepción vienen apoyando candidaturas españolas a puestos importantes internacionales. En el viaje habrá pequeñas nubes, en Colombia donde el presidente Duque sabe que no era el favorito de Sánchez, hay dos contenciosos, uno con una empresa de Fenosa y otro el del buque hundido «San José» con su posible valioso cargamento. España sostiene que era un «barco de Estado» y por lo tanto nos pertenecería y los dirigentes colombianos no quieren oírlo. En Bolivia, donde también se nos agranda que nuestras empresas podrán concursar en una ingente futura obra ferroviaria–hay otros muchos que también pueden participar–hay que tratar de seguir entendiéndose con el megalómano Morales. Sánchez, a pesar de su funesto apaciguamiento en el problema interior de España, debe hablar claro a sus interlocutores. Debe, mirándoles a los ojos como Bush a Putin, decirles: «Ustedes pueden encontrar desconcertante lo que yo hago con los dirigentes catalanes, es posible que aquí no lo permitieran, pero por favor, no les den coba, ni les concedan ningún estatus cuando vengan aquí con sus patrañas independentistas». Esto, aunque los anfitriones se queden perplejos al oírlo y cotejarlo con los informes de sus embajadores contándoles las zalamerías de Sanchez hacia Torra, es algo que debe hacer el presidente en Iberoamérica, Europa, Marte y en la Conchinchina.

Dado como gasta la Generalitat nuestro dinero en el exterior vendiendo que España los sofoca, todo esfuerzo es poco.