Podemos
Pablo Gentili, el «coach» que moderó a Iglesias
Pablo Gentili odia los «gurús», pero lo cierto es que desde su llegada a Madrid, Iglesias ha rebajado el tono y apaciguado sus formas.
Pablo Gentili odia los «gurús», pero lo cierto es que desde su llegada a Madrid, Iglesias ha rebajado el tono y apaciguado sus formas.
De tomar el cielo por asalto a querer hacerlo por consenso. Cinco años de vida en los que Podemos ha pasado de abrazar la pancarta en la madrileña puerta del Sol, coger el micrófono en cada calle y en cada mitin, a negociar hasta más dos horas en La Moncloa con Pedro Sánchez. Pablo Iglesias, el primero y único líder que ha conocido el partido morado, comenzaba en 2014 disfrazado de «enfant terrible» contra los poderes del Estado y como azote de las élites económicas. A un paso vertiginoso, ha tratado de erigirse en la única alternativa de izquierdas para construir «un nuevo país» sirviéndose de un discurso crispador y agresivo que solo le funcionó en las elecciones de 2015. Desde entonces y hasta ahora, la estrategia de Iglesias ha llevado a la debacle a los morados, que desembocó en la sangría de votos tras el 28-A. Hoy, pocos vestigios quedan de este activista al que en su juventud siempre veíamos enojado. Los que le conocen aseguran que la paternidad le ha cambiado y también sosegado, sin embargo, detrás de Pablo Iglesias hay un hombre responsable de la moderación a la que el líder morado ha acabado rindiéndose para dar la imagen de candidato presidenciable.
Su nombre es Pablo Gentili, de 56 años, nació en Buenos Aires y reúne los conocimientos de algunos de los gobiernos que Podemos admira: como en su momento Brasil. De hecho, el argentino trabajó para el Ejecutivo corrupto de Lula da Silva y también para el de Dilma Rousseff. Simpatiza con la gestión golpista de Nicolás Maduro y censura al proclamado Juan Guaidó. Llegó a España hace apenas cuatro meses y nada más recaer en Madrid se enfrentó a una campaña electoral en la que se jugaban ser decisivos o convertirse en un partido residual. Tras el 28-A, se confirmó el descalabro: 29 escaños menos y un millón y medio de votos por el camino en solo tres años.
Iglesias lo conoció en un viaje a Buenos Aires en marzo. El lazo de unión fue el Parque de la Memoria, donde departieron sobre las diferencias de la memoria histórica entre los países latinoamericanos y los europeos. Iglesias le propuso ser su jefe de Gabinete, el encargado de relanzarle ante el precipicio en el que el partido se encontraba. A Gentili le sedujo su figura y su «proyección internacional», cercana a los mandatarios de extrema izquierda. El ahora asesor de Iglesias era anteriormente secretario ejecutivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso) y se confiesa públicamente como admirador de Evita Perón. Es autor, además, de 25 libros en el campo de las políticas educativas y los estudios sobre exclusión social en América Latina y el Caribe. La relación entre ambos es buena y fluida, según confiesa parte de su equipo más cercano. La primera conexión entre ambos se debe a su preferencia por tener varios hijos. «Yo tengo cinco», asegura el asesor en conversación con este medio, que valora el hecho de que Iglesias no sea un «padre artificial». De hecho, en las reuniones, «si se acerca la hora de dormir de sus hijos, Iglesias para la reunión, y eso es impensable que lo haga cualquier otro líder», le reconoce.
Desde que el argentino que hoy susurra a Iglesias llegara al cuartel general de Podemos, éste supervisa los pasos de su jefe y cuida con mesura su exposición pública. Prepara cada acto de campaña con él para llegar al tono pausado que hoy muestra en cada entrevista, la clave es que cada palabra suene a propuesta. Prueba de la nueva estrategia el pasado martes en Moncloa. En plena rueda de Prensa, con solo un gesto Gentili avisaba a Iglesias de que no debía seguir hablando. El cerrojazo informativo también tiene gestor. Poco queda de la luz y taquígrafos con la que exigían negociar a sus rivales políticos en 2016.
Este asesor quiere quitarse la etiqueta de ser el hombre que «cambió» a Iglesias y se afana en elogiar el trabajo que ha hecho su equipo más cercano, del que forman parte Irene Montero, Juanma del Olmo, Pablo Echenique y Rafael Mayoral, a los que califica como encargados del nuevo impulso que ha tomado Iglesias. Pero lo cierto es que desde su llegada a la capital, coincidiendo con la precampaña, Gentili ha sido partícipe de cada decisión, lo que reconocen varios dirigentes en privado. Una campaña en la que han pasado de presionar con la política del miedo a vertebrar sus cimientos en el futuro de la democracia. Se han centrado en hacer autocrítica ante las continuas crisis internas que debilitan a su líder, han tratado de encarrilarla con propuestas «en positivo» para el país pero sin olvidarse de decir «la puñetera verdad», es decir, de denunciar las injusticias sociales y el poder del círculo económico. Éste es uno de los cambios que Podemos ha atravesado de manera fulgurante y en los que se han visibilizado sus resultados de inmediato.
¿Desde cuándo es más evidente el lavado de cara de Iglesias? Desde el debate en el que apareció un líder atado a la Constitución. Gentili preparó mano a mano con él el enfrentamiento de Atresmedia, en el que según se congratulan en la formación, se le percibió como líder presidenciable, en contra del resto de candidatos. Según reconoce, el debate televisivo fue preparado según el resultado del primero, el de TVE. «Destacamos por los errores del resto», asegura el jefe de gabinete de Iglesias. Vuelve a resaltar que no hubo una decisión de apaciguar a Iglesias en el debate sino que «apareció como el más civilizado mientras que los otros se tiraban libros. Sí vimos a un Iglesias diferente, que no rehuyó preguntas y contestó con propuestas en contra del resto», apunta. No habló a cámara y sí al candidato con el que se enfrentaba. Argumentos frente ataques, he aquí la conversión. Indudablemente, el apodo de candidato presidenciable llegó en campaña y no antes. Iglesias es un líder que, sin embargo, es poco proclive a los consejos de los «gurús». No ha conseguido Gentili escribirle los discursos y asegura que «si alguien lo hace o le dice como moverse, esa persona está fuera al día siguiente».
Su experiencia política en Brasil hace pensar que los consejos que éste dio a Lula da Silva ahora serían recibidos por Iglesias. Son partidos afines en sus planteamientos, que nacieron siendo vistos como un peligro y que ahora se ha estabilizado. Éste es precisamente el cambio que forjó el asesor en la figura de Lula, y que ahora experimenta Podemos. A pesar de esta evidencia, desde su equipo más cercano no comparan estrategias y se centran en presentar a un líder capaz de afrontar el peso del Gobierno.
Gentili, sin embargo, rechaza denominarse como el típico «gurú» de turno. Cree que dichos perfiles «arruinan a los candidatos». A Iglesias apuesta la naturalidad como principal virtud y vaticina el ascenso del partido. Pero reconoce que en Podemos habría sido impensable su conversión hace años. Cree que antes no habría podido ganar las elecciones por su carácter «impugnativo» y su «inexperiencia» en el campo de la política.
Cuando aconsejaba a Lula
El ahora asesor de Pablo Iglesias fue rescatado por éste el pasado mes de marzo en un viaje del líder morado a Buenos Aires. En esos momentos Pablo Gentili había dejado de ser asesor del ex presidente de Brasil Lula da Silva, condenado a 12 años de prisión por delitos de corrupción y lavado de dinero. El jefe de gabinete de Iglesias acompañó al mandatario latino en sus últimos momentos como presidente. Sobre éste, Gentili ha asegurado en varias ocasiones que está acusado de «un delito que no cometió» y sostiene que la condena «pone en evidencia un juego de intereses políticos». En sus redes sociales pueden verse constantes fotos en las que destaca que «Lula somos todos. Y lo seguiremos siendo». El nuevo hombre de Pablo Iglesias cree que ambos líderes no son comparables y no da en teoría los mismos consejos para el secretario general morado que ofreció a Lula. Cree que la maduración de Podemos se ha forjado en menos tiempo que la del partido brasileño, aunque coincide en que ambos «empezaron a verse como presidentes cuando dejaron de verse como un peligro», precisamente el cambio que tiene nuevo artífice en Podemos.
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