El desafío independentista
«Pedro, por el bien de España mañana te espero en Moncloa»
El desafío independentista ha supuesto un giro copernicano en la relación personal entre los líderes de PP y PSOE. Horas de conversaciones y al menos diez visitas de Sánchez a Moncloa, la última en la madrugada del pasado martes, son testigo del «deshielo» entre ambos
El desafío independentista ha supuesto un giro copernicano en la relación personal entre los líderes de PP y PSOE. Horas de conversaciones y al menos diez visitas de Sánchez a Moncloa, la última en la madrugada del pasado martes, son testigo del «deshielo» entre ambos.
«Hemos pasado del No es No a todos los días juntos». La frase corresponde a un alto dirigente de Ferraz y revela claramente el giro copernicano que han dado las relaciones entre el presidente del gobierno y el secretario general del PSOE. Nadie podía imaginar que el desafío independentista de Cataluña obraría el milagro, pero así ha sido. Veinte días ininterrumpidos de contacto personal entre ambos líderes, llamadas directas de móvil a móvil sin intermediarios y una comunicación «leal y fluida», según coinciden dirigentes del PP y socialistas. El pacto sobre el artículo 155 de la Constitución esconde muchas horas de conversaciones con gran discreción, la última hasta la madrugada del pasado martes en el palacio de La Moncloa. La historia política y personal entre Mariano Rajoy y Pedro Sánchez ha pasado en cuestión de semanas «del odio al amor, entre celos de Albert Rivera». Así lo analizan en el entorno del presidente y el máximo líder socialista, mientras detectan un cierto recelo de Rivera por no ser el único interlocutor protagonista.
La noche del domingo uno de octubre, tras la patochada del referéndum ilegal, Mariano Rajoy le puso un mensaje vía WhatsApp a Sánchez: «Pedro, por el bien de España mañana te espero en Moncloa». Una misiva corta, tajante e institucional que Sánchez respondió de inmediato. A la mañana siguiente se producía la primera entrevista personal entre los dos con imagen pública a las puertas de Moncloa. Fue de las pocas, pues el secretario general del PSOE quiso alejar los encuentros de las cámaras. «Pedro impuso el sigilo», dice un colaborador ante la actitud del socialista. Ello fue aceptado también por Rajoy, a diferencia de lo sucedido con Albert Rivera. El líder de Ciudadanos sí dio publicidad a sus visitas a Moncloa, e incluso utilizó la sala de prensa para comparecer ante los periodistas, lo que Sánchez nunca hizo. Según ha sabido este periódico, el secretario general del PSOE acudió a la sede presidencial en persona al menos en diez ocasiones, al margen de numerosas conversaciones telefónicas.
Fuentes de Moncloa y Ferraz aseguran que, prácticamente, Mariano y Pedro han hablado todos los días. De aquel «sentarse con un marciano», como definía Rajoy a su adversario durante la investidura, ha pasado a elogiar su actitud responsable y dialogante. Por su parte, el socialista se «ha tragado el sapo» de sus diferencias ideológicas con el presidente del Gobierno y le trasladó con franqueza su visión del conflicto. En Moncloa insisten en que Rajoy quería a toda costa el apoyo del PSOE para aplicar el 155 y no sólo el de Rivera. En las filas socialistas reconocen que han hecho un juego de equilibrios entre la dirección federal y el PSC. A partir de ahí, Sánchez opina que la gestión y aplicación de las medidas concretas derivadas del controvertido artículo son competencia exclusiva del gobierno de la Nación.
Las conversaciones de Rajoy con Sánchez y Rivera han tenido fases distintas. Prudente y ralentizada en el socialista, mucho más agresiva en el caso de Ciudadanos. Desde el minuto uno Pedro Sánchez le pidió al presidente una versión «democrática, jurídica y lo más breve posible» del 155, mientras Albert Rivera era partidario de una aplicación inmediata y drástica. «No entiendo por qué demonizáis un precepto constitucional», le dijo el líder de Cs al presidente. Por el contrario, Rajoy sintonizaba más con las tesis de Sánchez, bajo la complejidad de una medida excepcional que se sabe cómo se decreta pero no todavía como se aplica. «Hay que tener cuidado, las leyes no paran la calle», le advirtió el secretario general del PSOE al presidente preocupado por la reacción separatista en la calle. En esta línea, el acuerdo entre Mariano Rajoy, Pedro Sánchez y Albert Rivera se sustenta en lo que en Moncloa llaman la teoría de las tres Pes: Prudencia, pericia y política.
Aunque los contactos han sido directos entre los líderes, a través de sus respectivos móviles sin secretarias y gabinetes, los tres partidos designaron equipos negociadores. En Moncloa, la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría junto a sus dos hombres fuertes, los secretarios de Estado de Relacione con las Cortes, el catalán José Luis Ayllón, y el de Administración Territorial, Roberto Bermúdez de Castro, todos ellos en contacto con el Delegado del Gobierno en Cataluña, Enric Millo. En el PSOE estuvieron la catedrática de Derecho Constitucional Carmen Calvo, los dirigentes de la Ejecutiva Federal José Luis Ábalos y Meritxell Batet, en línea directa con el primer secretario del PSC, Miguel Iceta, que ha jugado un papel mediador hasta el límite y se reunió la noche del viernes con Carles Puigdemont para instarle a convocar elecciones o acudir al Senado reclamando un Pacto de Estado por Cataluña. En Cs, están los diputados catalanes José Manuel Villegas, Juan Carlos Girauta y Miguel Gutiérrez, en contacto con la lideresa Inés Arrimadas.
Al margen de este eje Madrid-Barcelona, dos personas fueron designadas por sus jefes para abordar estrategias en el proceso de negociación. Pedro Arriola, el eterno «gurú» del PP en tantas soterradas batallas, y José Enrique Serrano, con idéntico papel en el PSOE. Dos auténticos «fontaneros», sibilinos y discretos, que conocen como nadie las bambalinas de La Moncloa y las catacumbas del Estado. Arriola bajo los mandatos de José María Aznar y Mariano Rajoy, como Serrano lo fue a las órdenes de Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero. En medio de un fuerte hermetismo, han hablado varias veces y hace unos días se les pudo ver salir del reservado de un restaurante próximo al Congreso.
Aunque el objetivo principal fue siempre la imagen de unidad constitucional, las discrepancias se plantearon ante la fecha de las elecciones autonómicas que, según Carmen Calvo y Albert Rivera, pactaron con Rajoy a finales de enero. El anuncio de la ex ministra socialista molestó a Rivera, mientras en Moncloa no concretan el plazo electoral. Pedro Sánchez, el PSC y Cs son partidarios de unos comicios cuanto antes, no más allá del mes de enero, pero un sector del PP se inclina por aparcar las prisas y priorizar la vuelta a la legalidad con una situación más tranquila. Pedro Sánchez no ve riesgo de boicot soberanista a estos comicios tras la aplicación del 155, mientras en el PP albergan temores a una reacción desaforada de los independentistas. En todo caso, Rajoy reitera hasta la saciedad de que su actuación se guiará por la defensa de la legalidad democrática y el interés general de todos los ciudadanos.
La llamada «luna de miel» constitucional entre Rajoy, Sánchez y Rivera ha sentado las bases de un artículo nunca hasta la fecha aplicado. Esta es la historia de unos días agitados dónde Rajoy, Sánchez y Rivera consumieron mucha agua, café y algún refresco. «Los tres están en forma», comentan funcionarios de Moncloa como prueba de su frugalidad. A partir de ahora todos los escenarios quedan abiertos y, ante unos nuevos comicios, la lucha electoral reaparecerá. Aunque de momento, Mariano Rajoy ha podido escenificar algo parecido a ese gobierno de concentración por el que tanto clamaba en sus días de investidura. Quién lo hubiera dicho.
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