Opinión
Lo primero, el empleo
Si aumenta, se reduce la temporalidad, crecen los salarios y mejora la estructura de nuestra economía. Sigue siendo la principal preocupación de los españoles
La principal preocupación de los españoles es el empleo, como acredita una y otra vez el Centro de investigaciones Sociológicas (CIS). No es extraño: el trabajo permite, además del sustento económico, la realización de la persona, resultando, junto con la familia y la educación, el mejor instrumento de socialización posible. Es por ello que los recientes datos de afiliación a la Seguridad Social del pasado mes de abril, 21,59 millones (de los cuales 10,24 millones, el 47,4% son mujeres y en el Régimen General el 48,9%), deben acogerse como positivos, más aún cuando representan el máximo de afiliaciones alcanzado en España.
De igual manera, la Encuesta de Población Activa (EPA), una investigación continua adaptada a las reglas que exige la Unión Europea y que sin duda es el mejor termómetro para medir el pulso de una economía, fijó en el primer trimestre de 2025 en 21.765.400 el número de ocupados en España, con un aumento en los últimos doce meses de 515.400 nuevos puestos de trabajo y una tasa de paro del 11,35%, que permite aventurar una tasa cercana al 10% cuando acabe el presente trimestre. Cierto que aún estamos un poco por encima del mejor dato de paro en democracia, el 7,95% alcanzado en el segundo trimestre del año 2007, pero, como se puede ver, las diferencias se van reduciendo y será posible igualarlo en no mucho tiempo.
Representa un éxito colectivo del que son responsables, en primer lugar, las empresas y los trabajadores. Y también la política económica desarrollada por el Gobierno, las reformas que ha impulsado, de todo tipo, pero particularmente la reforma laboral, consensuada con patronal y sindicatos, que nos permite hoy disfrutar de una tasa de temporalidad general del 13,4% a finales del 2024, aún por encima de la media europea, 10,9%, pero reduciéndose cada vez más. Por poner un ejemplo, cuando fui nombrado ministro de Trabajo y Asuntos Sociales en abril de 2004, la tasa superaba ligeramente el 30% (bajó al 27% en aquella legislatura).
No se debe confundir temporalidad con estacionalidad. Esta última condiciona la estructura productiva española. Es decir, determinados sectores de actividad, como la agricultura y el turismo, también algunos servicios, son estacionales, en determinadas épocas del año reducen extraordinariamente su actividad. A pesar de que la estacionalidad de nuestra economía se mantiene, hemos conseguido reducir la temporalidad de forma notable.
El peso del sector turístico explica en parte esta situación. En 2023 representó el 12,3 del Producto Interior Bruto, máximo en la serie histórica. La hostelería ocupa al 8,3% de nuestra fuerza laboral, cuando la media en la Unión Europea es del 4,7%. Las actividades manufactureras, esenciales en el tejido productivo, representan en España el 12,1% frente al 15,7 de la media europea. Y no debe olvidarse que, hasta ahora, la propia Administración ha sido responsable de la existencia de tasas de temporalidad muy elevadas, tanto en Educación como en Sanidad. Por fortuna, esto está cambiando, y de forma rápida, desde la aprobación de la Ley 20/2021 de reducción de la temporalidad, que pretende estabilizar a los empleados públicos interinos. Aunque aún no hay datos definitivos, un ejemplo puede servir: en la Administración en que presto mis servicios, un Ayuntamiento, 123 interinos han estabilizado su empleo, sobre una plantilla total de 458 activos, lo que representa un 28 por ciento del total.
No solo tenemos más empleo, sino de mayor calidad. Los empleos cualificados crecen a una velocidad mayor que el resto. Sanidad y Servicios Sociales aumentan su peso en nuestra economía, pasando del 8,5% al 9,3%. Y un sector esencial para la mejora de la productividad, las actividades científicas y técnicas, ganan peso día a día en nuestro país, al igual que el tamaño de las empresas, las que tienen más de 500 empleados, por ejemplo, han crecido un 30% desde la pandemia. Desde ese momento, el crecimiento económico español se sustenta, principalmente, en servicios de alto valor añadido y nuevas tecnologías, que se exportan cada vez más. Un proceso de reindustrialización evidente que se ve favorecido por los fondos europeos, lo que permite incrementar el peso de sectores como la fabricación de chips, baterías, energías renovables, sector farmacéutico, vehículos eléctricos y otros.
Los datos objetivos no se pueden negar. Todos los que ya he mencionado son comprobables. Si aumenta el empleo, en particular el femenino, se reduce la temporalidad, mejoran los salarios (no olvidemos las importantes subidas del Salario Mínimo Interprofesional, que, por cierto, no han generado efecto negativo alguno), se reduce el paro y mejora la estructura de nuestra economía ganando peso las actividades innovadoras de mayor futuro. Supongo que será una buena noticia para todos, aunque siga habiendo algunos (los de la cáscara amarga, los reaccionarios a quienes describía Pérez Galdós en sus «Episodios Nacionales») dispuestos a negar la evidencia para de este modo arrimar el ascua a su sardina política.