Elecciones

El PSOE mira con preocupación a su izquierda el 28-M: «No depende de nosotros»

En Ferraz reconocen que, aunque los socialistas aguanten, «perderán gobiernos» si sus socios se estrellan

MADRID, 05/05/2023.- El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (c), durante su visita de este viernes a la empresa John Deere, en Getafe, donde ha conversado con un grupo de alumnos que cursan Formación Profesional dual en sus instalaciones.
MADRID, 05/05/2023.- El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (c), durante su visita de este viernes a la empresa John Deere, en Getafe, donde ha conversado con un grupo de alumnos que cursan Formación Profesional dual en sus instalaciones. Borja Puig De La Bellacasa / MoncloaAgencia EFE

No hay certezas. La incertidumbre es máxima de cara a los comicios municipales y autonómicos, la primera meta volante a la que se enfrentan los partidos en este año electoral y que marcará, en buena medida, el rumbo hacia las elecciones generales. En Ferraz existe cierta preocupación porque son conscientes de que el resultado final no está en su mano. Sí les será atribuible el número de votos global, en el que creen estar en condiciones de dar la batalla por la victoria en las municipales; pero en el escenario de fragmentación actual, las victorias ya no se miden en votos, sino en el poder en que éstos se traduzcan. «Ganar es gobernar». Por ello, los socialistas asumen que, más que nunca, su destino estará condicionado por el de sus socios. «No depende de nosotros», señalan.

Cualquier vaticinio actual se muestra, por tanto, inservible. Los diagnósticos cambian por días y por territorios. Una mera entelequia que la noche del 28-M quedará superada por la realidad de «un puñado de votos» que pueden voltear cualquier expectativa previa. Ni los territorios más seguros parecen ya serlo y hay comunidades que una semana están en riesgo y se salvan a la siguiente. La clave, en todo caso, serán las sumas y la capacidad o no de Unidas Podemos de irrumpir en los parlamentos autonómicos. Si no logran superar el horizonte porcentual para obtener representación, todos esos votos se irán a la basura y esto tendrá un efecto devastador para las opciones de la izquierda en su conjunto. Dos son los casos paradigmáticos. La Comunidad Valenciana y la Comunidad de Madrid. En la primera, si los morados no logran superar el 5% el Gobierno será para el PP de Carlos Mazón, aunque Ximo Puig gane las elecciones por la imposibilidad para revalidar el Pacto del Botànic; en la segunda, si Podemos no entra, la mayoría absoluta de Isabel Díaz Ayuso estará asegurada.

«Ahora mismo les da dentro –del Parlamento–, la próxima semana, ya veremos», resumen explícitamente desde un territorio en el que necesitan que los morados tengan una representación que, hoy por hoy, no está garantizada. La clave para calibrar el impacto del resultado electoral global reside en si el PSOE logra retener plazas importantes como Sevilla o la Comunidad Valenciana y puede gobernar en nuevas ciudades como Barcelona o Valencia. «Todo está muy ajustado», señala un presidente autonómico. Lo cierto es que, en 2019 el PSOE consiguió un muy buen resultado, que en esta ocasión sale a defender y salvo dos excepciones –las mayorías absolutas de Extremadura y Castilla-La Mancha, que todo indica que no se revalidarán– el resto de gobiernos se consiguieron por un estrecho margen, vinculado a pactos postelectorales, que ahora están en cuestión.

Fuentes socialistas reconocen que pueden llegar a «perder algún gobierno», pero puntualizan inmediatamente que esto «no presupone nada» para el PSOE si obedece a que se han hundido los partidos a su izquierda. «El cambio de ciclo no se puede leer en gobiernos, sino en número de votos», aseguran, poniéndose la venda antes de la herida y anticipando lo que puede ser el dibujo final de la noche electoral. Aguantar –o incluso ganar las municipales–, pero acabar registrando un retroceso en poder autonómico. El PSOE gobierna ahora en 9 de las 12 comunidades que se miden en las urnas y ostenta la vicepresidencia en Cantabria; preside 23 de las 41 diputaciones provinciales, tres cabildos, tres consells insulares y la vicepresidencia de Melilla.

Para Ferraz es primordial que se resuelva favorablemente la pugna por el liderazgo a su izquierda, un conflicto que desmoviliza al electorado, cuando, precisamente, es la movilización el principal desafío al que se enfrentan en estos comicios. En el Gobierno creen que finalmente existirá un pacto entre Podemos y Yolanda Díaz, eso sí, después de las municipales y autonómicas, por eso, preocupa que el nivel de beligerancia de los discursos durante esta campaña pueda debilitar las opciones de la izquierda. Una beligerancia, difícil de reconducir por la base, una vez se alcance el acuerdo electoral para las generales.

En la parte socialista confían en la capacidad de Sumar para funcionar como catalizador electoral y siempre han apostado por que Díaz hiciera campaña por Podemos en estas elecciones para asegurar que tengan una representación suficiente que permita sostener el poder territorial. En esta línea se mueven también en Podemos, donde ya pidieron hace tiempo y abiertamente a la vicepresidenta segunda que hiciera campaña por los morados en territorios especialmente sensibles, como los citados anteriormente: Comunidad Valenciana y de Madrid, donde Podemos se juega el «ser o no ser», pero donde –además– concurren otras candidaturas alineadas con el proyecto de la vicepresidenta, como Compromís o Más Madrid.

La decisión de Díaz de hacer equilibrios durante esta campaña ha tenido buena acogida dentro del PSOE. «Los votantes son los mismos que luego votarán en las generales, no tenía sentido inhibirse de la contienda con el argumento de que Sumar no se presenta», señalan fuentes socialistas, que siguen mirando de reojo a su izquierda con una mezcla de resignación y preocupación, por cómo acabe recompuesto el mapa final. La división es letal, como ya lo fuera para la derecha en 2019 y esto lo tienen muy presente.