Separatismo

La pugna por el liderazgo de ERC dispara aún más la tensión interna

La división arrecia a mes y medio del congreso y condena al partido a alargar la crispación hasta diciembre

Las espadas no es que estén en alto en Esquerra Republicana, están siendo usadas para masacrar al adversario en un sainete con tintes trágicos que dejan pequeñas tramas como «Juego de Tronos». Cuatro candidaturas se presentarán al congreso del 30 de noviembre y la segunda vuelta parece garantizada, porque para evitarla una de ellas debería lograr el 50% de los votos, asunto harto improbable. En conclusión, la Boda Roja, o Boda de Sangre, el noveno capítulo de la tercera temporada de «Juego de Tronos» puede verse relegado a un juego de niños.

La semana pasada fue prolija en la proliferación de noticias que habían sido ocultadas por los republicanos en 2017, año en el que ahora se centra la batalla de desprestigio del adversario. Xavier Vendrell, otrora secretario de Organización de ERC en tiempos de Joan Puigcercós y ahora empresario de éxito en Colombia al albur del Gobierno de izquierdas de Gustavo Petro que pasó por la cúpula de Tsunami Democràtic, salió en tromba en Catalunya Ràdio acusando a Oriol Junqueras de desaparecer el 27 de octubre de 2017 cuando el Govern de Puigdemont debatía qué hacer tras la Declaración Unilateral de Independencia (DUI). «Se va a Montserrat, no fuese que le cayera algún garrotazo, para que el padre abad lo proteja», dijo Vendrell, que echó en cara a Junqueras que no se haya mojado sobre el acuerdo de ERC y PSC más allá de decir que vigilará que se cumpla. Por si acaso, su posición no es clara y sentencia: «Hay cosas que durante mucho tiempo quizás las hemos callado, pero que ya toca que se digan. Oriol Junqueras, en los momentos delicados, no ha estado».

La cruz de la moneda la puso en la emisora pública de la Generalitat la exdiputada Gemma Calvet. «A mí me consta que la mitad del Govern de la Generalitat estaba en contra de la Declaración Unilateral de Independencia», dijo para apuntillar: «La DUI no estaba preparada», sino que fue «una situación improvisada de escalada» orquestada por «un sector de ERC» para «forzar elecciones y desgastar a Puigdemont». Calvet puso nombre a quien dirigía la sala de operaciones: Marta Rovira.

Oriol Junqueras mantiene un discreto silencio mientras sigue «pateándose» las agrupaciones locales de ERC al más puro estilo del Peugeot de Pedro Sánchez. Hasta ahora es el único líder que ha tenido los arrestos para juntar a más de 1.300 fieles en el acto de proclamación de su candidatura en Olesa de Montserrat y por muchas voces que pidan su retirada no parece dispuesto a hacerlo.

Jueves, nuevo contraataque de Nova Esquerra Nacional. Los de Marta Rovira juntaron en una foto de familia a la vieja guardia de ERC. Joan Puigcercós, Josep Lluís Carod Rovira, Josep Huguet, Carme Forcadell, Marina Llansana, Marta Cid y Josep Manel Tresserres se unieron olvidando viejas rencillas. Otros no estuvieron, pero sí apoyan la opción de Rovira, como Joan Ridao, Marta Cid, Manel Balcells o Dolors Bassa. Su mensaje lo marcó en público Joan Puigcercós, defenestrado por el entonces tándem Junqueras-Rovira: «El partido necesita una nueva izquierda nacional que pueda rehacer discurso y estrategia con nuevas caras». En privado, las formas eran más contundentes.

En el fondo del debate sigue vigente la «trama B» que dirigía el partido al margen de su ejecutiva y que señala a Marta Rovira. Una trama que contrató mariachis ante la sede de Junts, que confeccionó carteles contra Ernest Maragall o que colgó un muñeco de Oriol Junqueras en un puente. El debate político sigue inexistente. Los 8.500 militantes deben decidir y todo apunta a una nueva votación a mediados de diciembre con la tensión disparada. Militància Decidim, de Oriol Junqueras; Nova Esquerra Nacional, de Xavier Godàs; Foc Nou, de Alfred Bosch, y Recuperem ERC, de Xavier Martínez, han roto todos los puentes, pero Junqueras corre peligro de que, si no gana en la primera vuelta, una alianza de todos en la segunda dé al traste con sus aspiraciones. Puigcercós pidió el jueves un «tiempo de reflexión para una transición tranquila», algo que hoy parece un imposible porque ERC está más cerca de la Boda Roja que de un pacto.

Queda todavía más de un mes y medio para la votación y nadie pone coto a la tensión. Algunos recuerdan el congreso de 2008, de fuerte cainismo, y otros, las sucesivas escisiones. Parece que el gen suicida de ERC se está incubando en este proceso que para la mayoría se está haciendo eterno. El interrogante es: ¿habrá ruptura o será posible la convivencia?