Elecciones generales
Rajoy espera una «rectificación» de Sánchez para sentarse a hablar
El líder del PP retoma el protagonismo después de que Podemos dinamite la «ficción» del PSOE. Moncloa apunta a la «decisiva» semana del 18 para negociar con los socialistas antes
►Sánchez se despide de La Moncloa por «las artimañas de Podemos». El PSOE asume su fracaso 110 días después del 20-D. ►Rajoy fija la semana del 18 como «decisiva» pero espera un gesto del PSOE. Quiere que los socialistas «rectifiquen». ►Rivera pide ahora a los socialistas que negocien con el PP. Ciudadanos no volverá a sentarse con los podemitas
El líder de Podemos, Pablo Iglesias, dinamitó la reunión a tres el pasado jueves y ayer hizo saltar por los aires la estrategia del secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, de aferrarse a la expectativa de un acuerdo con Ciudadanos y con Podemos para llegar a La Moncloa con los 90 escaños que consiguió en diciembre. Ferraz pensaba que todavía podía estirar un poco más «la ficción» de una investidura sumando a quienes por activa y por pasiva se han declarado incompatibles. Ni Podemos ni Ciudadanos han engañado a nadie. Pero el fin de la función lo precipitó la formación naranja en un nuevo movimiento, como todos los que ha realizado desde las generales, dirigido a desestabilizar a quien ha señalado como su verdadero adversario electoral, el Partido Socialista. El nuevo órdago de Iglesias, la consulta a las bases para que ratifiquen su «no» al acuerdo del PSOE con Ciudadanos, bajo la amenaza de irse si no secundan su posición, termina con el relato que ha servido a Sánchez para sobrevivir hasta ahora como secretario general del PSOE después del desastre de diciembre e incluso aspirar a repetir como candidato. Tiempo ha ganado, pero ya sólo le queda la «bala» de saltarse las líneas rojas marcadas por el Comité Federal del PSOE y tragar con las imposiciones de Podemos y con el apoyo independentista, condiciones que su partido no puede digerir sin que estalle una crisis de dimensiones incontroladas. Para llegar al fin de esta puesta en escena, la dirección socialista ha alimentado, creyéndosela o no, la teoría de que Podemos acabaría dejándoles gobernar por miedo a unas nuevas elecciones. Esa teoría ayer se hundió hasta el fondo.
Ciudadanos también ha conseguido en estos meses mantener la ficción de que sus 40 escaños, irrelevantes para formar una mayoría estable porque no suman ni con PP ni con PSOE, eran más importantes de lo que realmente son. Una estrategia que hasta ahora han bendecido los sondeos, pero que tiene riesgos frente al examen real de las elecciones. Hasta ahora las encuestas siempre les han querido más que las urnas.
Pero lo más relevante es que el golpe en la mesa de Podemos devolvió ayer al centro de la pista a Mariano Rajoy. Después de que Pedro Sánchez certificara tras los comicios de diciembre que no estaba dispuesto a negociar con la lista más votada, y permitir su investidura, Rajoy se aferró a la gran coalición, pero convencido de que no había margen para que saliera adelante y dispuesto a fiarlo todo a unas nuevas elecciones. Como candidato de la lista más votada, su argumento ha sido que no podía entregar sus votos, en respeto a sus votantes, para hacer presidente a Sánchez. Y su posición, la de esperar a que acabase el «teatro», le ha costado una fuerte campaña de críticas externas bajo la acusación de «inmovilista», y también ha generado dudas dentro de su partido desde el momento en que decidió no presentarse a la investidura por no tener los apoyos.
Ayer, desde su entorno el mensaje era contundente: «La realidad nos ha dado la razón. Lo que es imposible no se puede hacer posible». Moncloa y la dirección popular llevan semanas dirigiendo toda su estrategia a estar preparados para una nueva convocatoria electoral. Un trabajo ya avanzado sobre la base de que creen que la campaña «ya está hecha» y confían en las posibilidades de mejorar los resultados de diciembre. Por pequeña que sea esa mejoría, su tesis es que el «teatro partidista» no puede volver a repetirse, y que deberá dejarse gobernar a la lista más votada.
De nuevo se abre la expectativa sobre cuándo se producirá la llamada de Rajoy a Sánchez para intentar retomar la negociación sobre un acuerdo de gobierno PP, PSOE y Ciudadanos. Pero de momento la estrategia popular pasa por descargar la responsabilidad en Sánchez. Es una decisión personal del líder del PP, como ha hecho hasta ahora, incluso saltándose la estrategia por la que se inclinaban en Génova. Por ejemplo, la dirección popular esperaba que esa iniciativa la adoptase justo después de Semana Santa. Y aún no ha habido ningún movimiento. Puede haber sorpresas, pero la vicepresidenta del Gobierno en funciones, Soraya Sáenz de Santamaría, señaló ayer la semana del 18, por ser decisiva en lo que ocurra finalmente con la legislatura en marcha. Y desde Génova precisaban que ahora es el momento de hacer llamamientos a Sánchez para que se siente a negociar con ellos, y para descargar en él la responsabilidad de que esto no suceda, más que de hacer «una llamada condenada, si no hay rectificación del PSOE, al fracaso». De hecho, en Moncloa dejaban la puerta abierta a que ni siquiera se produzca ese gesto hacia Sánchez si no hay gestos por parte de éste de que ha cambiado su «no» rotundo a dialogar con el PP. «Sánchez ha quedado en evidencia. Y encima tiene la cara de intentar culpar a Rajoy de un lío en el que ni ha sido invitado. No se ha querido enterar del resultado del debate de investidura», fue la lectura en Moncloa.
Respecto a los contactos con el secretario general del PSOE, la vicepresidenta precisó que se producirán «cuando las cosas caigan por su propio peso, y no tardará mucho; y además el señor Sánchez admita las dificultades que tiene para buscar el otro pacto». La semana del 18 de abril, cuando se conozcan los resultados de la consulta a las bases de Podemos sobre un Gobierno de Sánchez y Rivera, puede que haya movimientos en relación al esperado contacto con el líder socialista. Una posibilidad que Moncloa deja, simplemente, en el aire. La vicepresidenta del Gobierno en funciones prefirió colocar el acento en la «contumacia de Pedro Sánchez en el error».
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