Encuestas.
Rajoy refuerza su política de comunicación de cara al año electoral
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, terminó ayer por fin de resolver el movimiento de piezas que provocó la dimisión de Ana Mato como ministra de Sanidad el pasado 27 de noviembre por el «caso Gürtel».
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, terminó ayer por fin de resolver el movimiento de piezas que provocó la dimisión de Ana Mato como ministra de Sanidad el pasado 27 de noviembre por el «caso Gürtel». Y después de tanto tiempo lo hizo corriendo simplemente el escalafón en el grupo parlamentario. Con Rafael Hernando, diputado por Almería y hasta ahora portavoz adjunto, cubrió el hueco tan importante y de tanto peso y simbolismo político como el que representa la portavocía en la Cámara Baja, que ocupó Alfonso Alonso hasta su designación como relevo de Mato.
Queda un año para las elecciones generales, un año de campaña y de duro cuerpo a cuerpo con la oposición. Hernando está bregado en esas lides. Ha tenido algún resbalón que ha desgastado su imagen, pero es un hombre de partido, ya entrenado desde la etapa de José María Aznar, y, ante todo, disciplinado con el mando. Un superviviente de las distintas etapas que ha ido viviendo el PP desde que Aznar tenía todo el poder. Su perfil no es, precisamente, el de la componenda o el del negociador flexible, pero los que vienen no son tiempos para que florezcan los acuerdos por encima de los intereses de partido.
Por previsible, estaba entre los posibles, pero su nombramiento no dejó ayer de sorprender a muchos en las filas populares. E incluso llegó a correr la teoría de que quizás había habido alguna tensión interna y esto había alargado una decisión que, si desde el primer momento era ésta, no tenía ningún sentido que Rajoy hubiera esperado tanto para oficializarla. La historia que hay detrás es que encima de la mesa hubo también otras posibilidades, la primera de ellas, la del secretario de Estado de Relaciones con las Cortes, José Luis Ayllón, otro de los miembros del equipo de la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, que le acompaña desde la etapa en la oposición. Pero Ayllón tiene importantes proyectos entre manos en Moncloa y, finalmente, se valoró su deseo y su compromiso con el trabajo pendiente. Entre otras iniciativas, el secretario de Relaciones con las Cortes está en la trastienda del paquete de medidas de regeneración democrática que debe salir adelante en las próximas semanas y meses. Frustrada esta opción, el nuevo portavoz será Hernando. Un nombre que en los cálculos internos que se hacen dentro del partido sobre las cuotas de poder de unos y otros, o de unas y otras, no se vincula ni con la órbita de la secretaria general, María Dolores de Cospedal, ni tampoco con la de la vicepresidenta. Fue en su momento un hombre de Javier Arenas, y ahí se queda todo. Pero luego ha estado al lado del que ha mandado. Con Eduardo Zaplana, con Soraya Sáenz de Santamaría o con Alfonso Alonso.
Ahora bien, de los movimientos de piezas ayer ejecutados, casi dio más que hablar de puertas adentro la decisión de Rajoy de que Ayllón, aunque siga como secretario de Estado, asuma una especie de portavocía adjunta del Gobierno. Si Hernando es el duro y el combativo; Ayllón tiene un perfil más moderado, de negociador. Trabajador y eficaz. Sus nuevas responsabilidades tienen como mandato corregir los fallos en comunicación, mejorarla y aumentarla, cuidando al mismo tiempo la coordinación entre el grupo parlamentario y la vicepresidenta. Es su «mano derecha» y en el PP ayer interpretaron esta decisión del presidente como una enmienda a la Secretaría de Estado de Comunicación. Será Ayllón el que semanalmente informe de las actividades del Gobierno, de sus proyectos en el Congreso y de la agenda que tiene por delante. Por cierto, esto ya lo hacía en la oposición, generalmente los viernes, en réplica al Consejo de Ministros que entonces presidía José Luis Rodríguez Zapatero.
De estas tareas se podría haber encargado la Secretaría de Estado de Comunicación, pero quedan, sin embargo, bajo la tutela de Sáenz de Santamaría. Moncloa quiere que ante este año electoral, la maquinaria funcione al detalle. Sin improvisaciones, sin que nada se salga del guión previsto, como ha hecho durante estos tres años la vicepresidenta y el equipo que la rodea. Ayllón será el complemento del presidente y de la «número dos» de su Ejecutivo para vender un discurso en positivo, con una cara amable y que no acostumbra a meterse en polémicas. Su tarea es doble: conseguir airear con potencia el discurso y las políticas sociales que se enfatizarán a partir de enero, para intentar rectificar la imagen de los recortes y los ajustes que reina en el imaginario popular; y convencer también a la opinión pública del compromiso del Gobierno y del PP con la regeneración democrática. Y en clave más política, Rajoy también necesita movilizar a los suyos y a un segmento del voto más variable bajo la amenaza de los riesgos de una alianza de la izquierda más radical.
Por cierto, Rajoy ayer hizo de Rajoy sin matices. Apuró los tiempos, sorprendió con su decisión, y la presentó en una reunión del grupo popular escenificando su poder indiscutido. Y de nuevo volvió a demostrar el apoyo que representa para él la vicepresidenta.
✕
Accede a tu cuenta para comentar