Discurso de Navidad
Recuperar la convivencia
De un tiempo a esta parte, se observa en España un deterioro de la convivencia, especialmente en Cataluña, y un aumento de la crispación y las desavenencias en la vida pública nacional. Por eso el Rey, en su mensaje de Navidad, ha apelado a recuperar el espíritu de la Transición, cuando se cumplen 40 años de la Constitución , «una realidad viva, que ampara, protege y tutela nuestros derechos y libertades». Ha esquivado, como no podía ser de otro modo, el problema catalán, cuyo tratamiento provoca graves disensiones entre el Gobierno y la oposición. Este año le tocaba tratarlo por elevación para no suscitar mayores enfrentamientos y desgarros, aun con el riesgo de que se le acuse de caer en obviedades y no contentar a nadie. Pero ha puesto el dedo en la llaga. Es un hecho que los insultos y las descalificaciones personales están a la orden del día no sólo en las redes sociales, sino hasta en el Parlamento.
Ha advertido, con buen sentido, que la convivencia es siempre frágil, pero que es nuestro mayor patrimonio, «la obra más valiosa de nuestra democracia y el mejor legado que podemos dejar a las generaciones jóvenes». En este mensaje navideño se observa una preocupación especial por los jóvenes, que están tropezando con demasiadas dificultades para abrirse camino en la vida y que, ante la frustración, pueden renunciar a esa herencia recibida, que es la Constitución de la concordia, que ellos no votaron, y quebrar así la convivencia. Con los jóvenes tiene el Estado una deuda pendiente. Por activa y por pasiva, ha insistido Felipe VI en evitar que esa convivencia se erosione o deteriore. Es preciso, ha dicho, «defenderla, cuidarla y protegerla, con responsabilidad y convicción», alcanzando consensos cívicos y sociales.
Para eso sería necesario restablecer, antes de nada, el diálogo entre el Gobierno y los partidos constitucionalistas, poniéndose de acuerdo en las grandes cuestiones de Estado, como el problema territorial y la crisis catalana, sin olvidar el drama de la despoblación de la España interior. Hay quienes en esto echan en falta un más activo ejercicio del poder mediador y moderador de la Corona, antes de que la convivencia democrática se vuelva irrecuperable. No basta con buenos consejos en un mensaje navideño, supervisado por el Gobierno. Todo el mundo sabe, en teoría, que la convivencia se basa en la consideración y el respeto a las personas, a las ideas y a los derechos de los demás, y que estaría bien reforzar los vínculos que nos unen a todos los españoles, «sin rencor ni resentimiento, sin división ni enfrentamiento». Hace bien el Rey en recordarlo. Pero no es seguro que eso aleje el desencanto y el pesimismo que parece apoderarse de la gente y de la política en este año que acaba.
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