Ministerio de Defensa
LA RAZÓN se sube al «Eisenhower», el portaaviones que lucha contra el Estado Islámico
LA RAZÓN visita junto a una delegación ministerial el “USS Dwight D. Eisenhower”, que regresa a casa tras lanzar más de 1.700 bombas contra el Daesh
LA RAZÓN visita junto a una delegación ministerial el “USS Dwight D. Eisenhower”, que regresa a casa tras lanzar más de 1.700 bombas contra el Daesh
Una mole de 97.000 toneladas avanza despacio por el Mediterráneo, muy cerca de la costa de Murcia. Es el portaaviones “USS Dwight D. Eisenhower”, uno de los más grandes del mundo y todo un aeropuerto flotante que regresa a casa después de combatir al Estado Islámico en Siria e Irakdurante seis meses. En este viaje de regreso aprovecha para estrechar lazos con las naciones aliadas, como España, país estratégico para Estados Unidos y donde una delegación del Ministerio de Defensa y de directivos españoles -todos encabezados por el embajador James Costos- lo visitaron la pasada semana. Entre ellos, el secretario de Estado de Defensa, Agustín Conde; el secretario general de Política de Defensa, almirante Juan Francisco Martínez; el Almirante de la Flota de la Armada (ALFLOT), Juan Rodríguez Garat, o el presidente de Telefónica, José María Álvarez-Pallete . Una “muestra del compromiso bilateral en Defensa”, asegura la embajada de EE UU en España. Pero no fue una visita al uso, ya que para conocer más de cerca cómo es, vivieron en primera persona tanto un aterrizaje en su cubierta de 332 metros de largo como un despegue, el cual se lleva a cabo con la ayuda de una especie de catapulta que permite que un avión acelere de 0 a 256 kilómetros por hora en tan sólo tres segundos. LA RAZÓN les acompañó en esta jornada.
Todo llama la atención en este portaaviones que hace dos semanas abandonó el área de operaciones de la Quinta Flota estadounidense (Golfo Pérsico, Mar Rojo, Már Arábigo y Este de África) para entrar en la zona de influencia de la Sexta (Mediterráneo, Mar del Norte, parte del Atlántico y casi todo el continente africano). Su dotación supera los 5.000 efectivos (el 20 por ciento mujeres) y transporta cerca de 70 aeronaves, entre cazas F-18, helicópteros y aviones de vigilancia o guerra electrónica. Además, viaja escoltado por su “grupo de combate”, con destructores, cruceros de misiles guiados y un buque de aprovisionamiento. Su capacidad de proyección es casi ilimitada.
Todos sus medios aéreos se agolpan tanto en la cubierta como en los tres hangares, listos para llevar a cabo las misiones asignadas, que en este caso han sido las de bombardear posiciones clave del Estado Islámico, tanto desde el Mediterráneo como desde el Golfo Pérsico. Y desde el 28 de junio, sus cazas han realizado más de 1.900 misiones lanzando más de 1.700 bombas en el marco de la misión “Inherent Resolve”.
Una vez concluidas las operaciones de ataque y su despliegue, el “Ike”, como se le conoce, puso rumbo a casa y durante su tránsito por el Mediterráneo ha colaborado con otros buques estadounidenses que participan en la ofensiva en Libia, como el “USS Wasp” o el “USS San Antonio”. De hecho, a bordo del portaaviones se encuentra la almirante Michelle J. Howard, comandante de las Fuerzas Navales de EE UU en Europa y África, una mujer con un currículum envidiable que tomó el mando el pasado mes de junio y que reconoce la “dureza del despliegue” y como el “Mediterráneo se ha convertido en un teatro de operaciones cada vez más activo”. Y es que, por él transitan en los últimos meses buques de guerra estadounidenses, franceses, españoles, italianos o rusos, como el portaaviones “Kuznetsov”, que viajó acompañado de submarinos. “Es como volver a los años 80”, comenta la almirante Howard.
Ahora, ya sin una misión concreta, los movimientos a bordo del “Ike” son menos intensos, que no nulos. Continúan los despegues de cazas desde su cubierta, la cual llenan de humo nada más salir, los aterrizajes y los simulacros. Decenas de operarios con chaquetas de diferentes colores (cada una indica una función) se mueven sin parar por ella. Además, aprovechan este tránsito por el Mediterráneo para realizar ejercicios y maniobras con las marinas aliadas, en este caso la española, “con la que tenemos unas relaciones maravillosas y podemos operar juntos en el mar”, asegura Howard, quien reconoce, entre otros aspectos, lo “importante de la base naval de Rota para Estados Unidos, sobre todo como lugar de despliegue de los destructores estadounidenses que forman parte del Escudo Antimisiles de la OTAN”.
Y mientras en la cubierta se agolpan las aeronaves aparcadas y las que despegan, bajo ella, en los hangares, los mecánicos ponen a punto el resto para tener todo preparado en un extraño “Tetris” en el que encajan a la perfección cazas, helicópteros, tanques de combustible y piezas, muchas piezas. La diplomacia de Defensa se lleva a cabo en alguno de los cientos de camarotes de este laberíntico portaaviones, donde resuenan los constantes despegues. Nada de estas reuniones sale a la luz, aunque son claves, confirman.
A última hora de la tarde, la delegación concluye su visita sonriendo y con la tensión previa al despegue. A bordo de un avión “C-2 Greyhound”, sin ventanas y sentados de espaldas a los pilotos, esperan ese “tirón” de la catapulta que indica que ya no hay marcha atrás. En tres segundos ya vuelan de nuevo sobre el Mediterráneo con destino a la base de Rota. Mientras, el “Ike” continúa” su tránsito hacia Estados Unidos, donde confían llegar para celebrar el nuevo año.
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