Rebeca Argudo

Una reunión desganada

A Sánchez le conviene ir para que no parezca lo que ya sabemos

Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo
El presidente del gobierno Pedro Sánchez recibe al nuevo líder de la oposición del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, en el palacio de la MoncloaAlberto R RoldánLa Razón

Al espíritu olímpico se le suele adobar con todas las virtudes del ser humano, de uno en uno, en rebaño o co Entre besos y descuartizamientos se nos olvida, pero se acaba el verano y se nos viene una investidura. Y una reunión entre Feijóo y Sánchez que no tiene pinta de ser ni muy cordial ni muy fructífera. Más bien un mero trámite desganado en el que cada uno tiene su propio fin: Feijóo, evidenciar que Sánchez está a su interés por ser presidente por encima del interés del país; Sánchez, que Feijóo no tiene posibilidad ninguna de salir investido presidente. Al presidente en funciones le conviene ir, aún llevándose la contraria a sí mismo (qué sorpresa) y a aquella carta en la que rechazaba reunirse con el ganador de las elecciones. Le conviene para que no parezca lo que ya sabemos: que no está abierto a ningún tipo de acuerdo con el PP. Y el PP, aún pensando que un gran pacto sería lo mejor para todos, debería dejar ya de tratar de agradar un poco al votante socialista y preocuparse por ofrecerle al suyo lo que espera de él. O acabará perdiendo a parte de su electorado y sin ganar nada del otro lado, que jamás votará al PP.

El votante del PSOE adolece del síndrome Loles León: siempre vota al PSOE porque es lo que siempre ha hecho y lo que seguirá haciendo. Da igual cuánto la cague o le engañe. Es como ser del Barça o del Atleti. Y no está Feijóo como para perder votantes, precisamente. Así que no debería perder mucho tiempo, no está precisamente fácil conseguir los cuatro votos que le faltan y aún más difícil parece que el PSOE le vaya a permitir gobernar como lista más votada. Sobre todo cuando ya está sobre la mesa de sus pactos la amnistía a los condenados del 1-O. Desjudicialización de un problema político, lo llaman. Como lo podían llamar Rodrigo. Pero no creo que la mejor táctica sea mostrarse dispuesto a hablar con JuntsxCat y ERC. ¿Qué les va a ofrecer que no haya ofrecido ya Sánchez? ¿Qué puede hacer, ofrecérselo más rápido? ¿Convencerles con cucamonas y el cariño que no les dieran de pequeños de que están equivocados, que ese no es el camino? Las críticas de Alejandro Fernández, el presidente del PP en Cataluña, a eso son lógicas: no puede ahora permitirse el PP nacional abandonar al constitucionalismo catalán precisamente ahora, a una sociedad civil que se ha visto muy sola. Y eso lo sabe Fernández. Y por eso sus declaraciones son dignas de aplauso: por la valentía que supone el anteponer el interés general al suyo propio (veremos si no le cuesta el puesto).

Lo que parece claro es que la torpeza del PP ante la constitución de la Mesa del Congreso le va a salir cara. Rectifico: nos va a salir cara a todos. Porque, o mucho me equivoco, o a la amnistía le seguirá un referéndum y al referéndum, a saber qué más. Esto es como las pelis malas con chantajistas: pagar al principio, ni al prota le salva, ni al malo le cansa. Al revés. Pedirá un poco más, y luego otro poco, y luego algo más. Y con una legislatura, si llegan a un acuerdo que le ate los números a Sánchez, sujeta a servidumbres, señores, yo iría pensando en volver a las urnas en cuanto no pueda sacar adelante los primeros presupuestos generales. Porque tampoco se lo va a poner fácil Yolanda Díaz, la Preysler de Aliexpress de la fiesta de enfurruñados porque nadie les invitó a otras fiestas. Y en esa carrera frenética por ser más de papista que el papa, ninguno de los dos se me antoja dispuesto a pisar el freno antes que el otro.