Elecciones generales
Sánchez se multiplica ante la falta de movilización de los barones
Enfrentado con las federaciones de más peso, encara una campaña hostil en la que tendrá que volcarse para arengar a las bases.
Enfrentado con las federaciones de más peso, encara una campaña hostil en la que tendrá que volcarse para arengar a las bases.
«¿Sabéis cuál es la gran herida electoral que tenemos? No es Pedro Sánchez. No es esta Ejecutiva. No es el número uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis o siete que llevemos en las listas por aquí o por allá. ¿Sabéis cómo se llama? Se llama división interna». Con esta encendida intervención a puerta cerrada en el último Comité Federal, Pedro Sánchez recriminó a los suyos que las guerras intestinas, en las que con demasiada frecuencia se enreda el PSOE, son la principal debilidad del partido de cara a las contiendas electorales. En estas palabras, cargadas de reproche, el líder socialista obviaba su propia incapacidad para mantener unidas las filas socialistas y fluidas las conversaciones con los barones, a quienes ha mantenido al margen de algunas de las decisiones capitales de la formación. Esta actitud también le pasará factura en la próxima campaña electoral, cuando tendrá que recalar en territorios hostiles a su liderazgo para recabar el voto. Federaciones que se visten de luto ante el 26-J, cuando se debatirán entre asistir «al funeral de Pedro Sánchez o al entierro del PSOE», según palabras de un veterano dirigente del partido.
El líder socialista se puso ayer el traje de candidato para encabezar la tercera campaña en sus algo menos de dos años al frente del partido. Sánchez, con 36.021 avales, certificó su boleto a la pugna por La Moncloa por incomparecencia de rivales de peso, capaces de disputarle la cabeza de cartel electoral en las urnas de unas primarias. Estos 21 meses como secretario general no han sido un camino de rosas para el madrileño, que ha visto cómo su liderazgo se ponía en cuestión a golpe de debacle electoral, sólo salvaguardada por los pactos con Podemos que les permitieron recuperar cuotas de poder territorial tras el 24-M.
La tregua que se fraguó tras el excelente margen de maniobra que dieron los exiguos resultados de las municipales y autonómicas y que se extendió a la campaña de diciembre se fracturó estrepitosamente en el escrutinio electoral del 20-D. Sánchez no fue capaz de asumir el lugar que los españoles y sus barones le marcaron en la oposición y la incapacidad del sector crítico de descabalgarle de lomos de la dirección federal supuso la apertura de la herida interna. Una herida que va a supurar en campaña, según distintos dirigentes que –en un tono que roza la chanza y el desafío– comentan el «vía crucis» que le espera a Sánchez recorriendo el rosario de territorios con cuyos líderes mantiene un enfretamiento frontal y que, casualmente, coinciden con aquellas regiones donde el PSOE gobierna y tiene más capacidad para arengar a sus bases. Ante el temor de que dicha movilización no se produzca con todo el fervor que merecen unos comicios amenazados por la abstención, el líder socialista prevé una campaña maratoniana, en la que su omnipresencia y la presión del aparato que controla en las federaciones relancen sus aspiraciones de llegar a La Moncloa. Ayer estuvo en Extremadura, uno de los feudos que se le resisten, pero con cuyo líder , Guillermo Fernández Vara, los puentes no están del todo rotos. Hoy viajará a País Vasco y Navarra, dos federaciones afines, pero cuyo peso territorial no es comparable a las de la entente de Susana Díaz –Aragón, Castilla-La Mancha, Extremadura, Comunidad Valenciana y Andalucía–. Las comunidades que comulgan con el secretario general y que aplauden su gestión tienen el dudoso honor de ser apeladas por el sector crítico como «las del 15%», aquellas que consiguieron exiguos resultados el 24-M y donde no se logró gobernar.
Esta estrategia a pie de calle y con presencia continua en los territorios contrasta con la campaña entre la militancia que ha hecho el líder del PSOE para conseguir los avales que le lleven a La Moncloa. El secretario general socialista no ha participado en ningún acto de este corte y ha delegado la movilización en el aparato del partido. Y no es sólo que no se haya prodigado por los territorios, sino que la única agenda que se le ha conocido a Sánchez durante los últimos días ha tenido un marcado carácter lúdico. Desde la fiesta por el aniversario de «El País», pasando por unos días de vacaciones con su mujer en el Valle de Arán, hasta la asistencia –acompañado también de Begoña y con fotografía que lo atestigua– al concierto del grupo musical Muse. Una actitud que contrasta con la de otros dirigentes que, algunos a su pesar, ya están inmersos en la campaña para las generales. Una campaña en la que no esperan que gane Sánchez, sino conseguir armar un resultado que les permita gestionar el partido tras su salida.
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