El PSOE "se envaina" la ley del suelo

Sánchez pierde por completo el control de sus socios

La retirada de la Ley del Suelo es la confirmación estruendosa de lo que Moncloa ya sabía cuando pactó la amnistía con Carles Puigdemont. Pedro Sánchez no puede gobernar. También saben que tras el 9-J la situación no mejorará.

La vicepresidenta segunda del Gobierno y líder de Sumar, Yolanda Díaz, asiste al pleno del Congreso de los Diputados celebrado este miércoles.
Yolanda Diaz asienta otro golpe al PSOEMariscalAgencia EFE

Los portavoces del PSOE han salido en tromba a "vender" el mensaje de que la retirada de la ley del suelo, y la soledad parlamentaria que esta decisión refleja, es solo consecuencia del clima electoral y del PP. En realidad, el Gobierno se ha visto obligado a retirar este proyecto, a escasos minutos de que comenzase el debate de enmiendas a la totalidad, para no sufrir una segunda derrota parlamentaria en dos días. Se trata de un proyecto promovido por el Ejecutivo de coalición, pero Sumar anunció ayer que rechazaba la norma, sumándose así a las enmiendas a la totalidad de ERC, Junts y Podemos. El PP también expresó anoche su oposición al texto.

El PSOE viene de estrellarse también esta semana con su ley contra el proxenetismo: Sumar y sus socios le dejaron solo en la votación y el PP les dio la puntilla. En los dos casos, Vivienda y abolición de la prostitución y endurecimiento del proxenetismo, la discusión afecta a cuestiones que enlazan con el núcleo más ideológico del programa de la izquierda.

Aunque el discurso oficial se sostenga en la idea de que es una soledad circunstancial, que se recompondrá después de las elecciones europeas, el "feed back" que les llega de sus socios es justo el contrario. Desde que Pedro Sánchez fue investido presidente del Gobierno, la amnistía es el tema más mollar que ha sacado adelante. A esto se añade el decreto ómnibus para prorrogar las ayudas por la crisis de Ucrania. Y poco más. En la reforma del subsidio de desempleo, que exige Europa para que continúe el desembolso de los fondos comunitarios, están justo ahora en el segundo intento. La mayoría de proyectos dormitan en el Congreso, sometidos a un continuo proceso de ampliación del plazo de enmiendas que no es más que el escudo que utiliza el Gobierno de coalición para dar una patada hacia adelante al balón y seguir ganando tiempo.

Tras el 9-J, los socios, que salen todos resentidos de este último ciclo electoral, necesitarán marcar aún más sus diferencias. El PNV, una vez amarrada la Lendakaritza, ha aprendido de los errores cometidos en el pasado y no irá de la mano de Sumar a ningún sitio. ERC está también más necesitada que nunca de marcar un perfil propio, y, además, de retomar la agenda identitaria. En la negociación de la investidura de Salvador Illa ya han puesto encima de la mesas sus dos condiciones, el pacto fiscal y el referéndum "pactado". Podría ocurrir que, debido a su situación crítica, por el batacazo electoral, renuncien a estas exigencias para evitar una repetición electoral en Cataluña, pero las trasladarán a Madrid para mantener el pulso con Junts. Y el partido del ex presidente de la Generalitat Carles Puigdemont se declarará seguro en rebeldía si se queda fuera de la Generalitat, quedando sólo la duda del alcance de esta revuelta final.

Por eso, la tesis socialista de que todo se arreglará tras el 9-J es, como dicen desde ERC, "un bulo consciente". Los socios pueden querer que siga Pedro Sánchez en el poder, está por ver qué dice Puigdemont, pero también quieren verle desangrarse en Moncloa para que "pague" el daño electoral que ellos están sufriendo como consecuencia de sus pactos con el PSOE. Tienen probado que el "giro radical" de Sánchez le ha convertido en su principal rival político. En consecuencia, está solo en la mano del presidente del Gobierno decidir cuánto está dispuesto a gobernar sin agenda legislativa. Su entorno continúa sosteniendo que hasta que se acabe la Legislatura, y, sin duda, es una opción, pero supone un desgaste corrosivo para las siglas socialistas.