Aniversario
Sánchez, de tumbar a Rajoy a copiar el guion por el que le echó
Su discurso en la moción de censura le desmonta: sin presupuestos, solo y gobernando de espaldas al Parlamento
Pedro Sánchez cumple siete años en el poder. Siete años desde que llegara a La Moncloa a lomos de una moción de censura a la corrupción, tras hacerse pública la sentencia de la «Gürtel». El presidente encara este aniversario en un contexto complejo, pues la causa fundacional de su Gobierno se tambalea con un «caso Koldo» que corroe los cimientos del Ministerio de Transportes y está por determinar si sus tentáculos lograrán extenderse a otros cargos socialistas.
El discurso que el Sánchez de 2018 defendió en la tribuna contra Mariano Rajoy no se sostiene si se aplica al Sánchez de 2025. Su dibujo de la corrupción, de la soledad del Ejecutivo, de un presidente que gobierna de espaldas a la Cámara o que es incapaz de aprobar unos presupuestos le retratan y le ubican ante el espejo de una moción de censura para la que, a día de hoy, siguen sin dar los números.
La comparación del «caso Gürtel» con los que cercan al Gobierno y al entorno de Sánchez no es de aplicación, pero sus palabras resuenan en una coyuntura –la actual– de máxima dificultad para un Ejecutivo y un presidente que están dispuestos a aguantar hasta el final del mandato, presentándose como víctimas de una campaña de «acoso» por «tierra, mar y aire», auspiciada por la «derecha y la ultraderecha».
Sin embargo, algunas de las reclamaciones que Sánchez hizo hace siete años también serían de aplicación ahora. Empezando por la imagen que entonces quiso dibujar de un presidente «atrincherado al cargo», «aupado por el peso de una Cámara fragmentada, con grupos parlamentarios cuyos intereses son difíciles y complejos de casar, eso es evidente, y que el propio Gobierno de España ha tratado de ensanchar, precisamente para perpetuarse en el poder».
Sánchez afeaba entonces la «soledad» de su predecesor y la entendía como «epitafio de un tiempo político que ya se ha terminado, aunque usted se empeñe en vivir la ficción de una estabilidad en cartón piedra». Esta soledad, Sánchez la representaba en un «Ejecutivo que ha dado absolutamente la espalda a esta Cámara», el mismo Sánchez que ante su partido en un Comité Federal se mostró dispuesto a seguir en el poder «con o sin el concurso del Poder Legislativo».
Tampoco le son ajenas a este Gobierno algunas de las críticas que le hacía el entonces líder de la oposición a Rajoy: «El Gobierno que en muchas ocasiones ha vetado la tramitación de iniciativas, el Gobierno que ha hecho gala de no atender, cuando no de despreciar las resoluciones parlamentarias aprobadas por la mayoría de esta Cámara, negándoles cualquier valor».
Pero, sin duda, uno de los requerimientos más exhortantes y de plena actualidad son los que se refieren a la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado. Para Sánchez, en 2018, no había «mayor inestabilidad que la derivada de la incapacidad para llegar acuerdos. O vivir en la esperanza de la prórroga presupuestaria. O de incumplir los compromisos asumidos en un ámbito crucial como el de la financiación autonómica».
«A estas alturas del año, esta Cámara debería estar a punto de iniciar los trabajos preliminares para aprobar las cuentas públicas del año –2019–. Si alguien quiere una definición más plausible de la inestabilidad, del incumplimiento de los plazos constitucionales se me ocurren pocos ejemplos tan claros como este». Sánchez renunció a presentar las cuentas de 2024 y hace semanas también a las de 2025 por falta de apoyos suficientes.
El capítulo sobre corrupción es especialmente relevante, en el marco de los casos que cercan al Gobierno y el entorno del presidente. Sánchez criticaba imágenes que sacuden la opinión pública y que provocan «bochorno, incredulidad e indignación». «La corrupción actúa como un agente disolvente y profundamente nocivo para cualquier país. Disuelve la confianza de una sociedad en sus gobernantes y debilita en consecuencia a los poderes del Estado», dijo entonces.
También afeó que Rajoy tuviera que comparecer como testigo en sede judicial, la misma condición en que lo hizo él en el caso que investiga a su mujer, Begoña Gómez, aunque no llegara a declarar por su relación. «Aquella imagen devalúa la institución a la que representa y constituía, en sí mismo, motivo suficiente para su dimisión», le espetó.