Congreso

La sorpresa no fue Puigdemont

El fugado hizo lo previsible, mientras los de Abascal, a la chita callando y sin amagar órdago, se desmarcaban y votaban a su candidato

Congreso de los Diputados. Votacion de la Presidencia de la Cámara. Abascal y Feijoo. © Jesús G. Feria.
El líder de Vox, Santiago Abascal, junto a su portavoz, Pepa Millán, ayer en el hemiciclo de la Carrera de San Jerónimo. En primer plano, FeijóoJesus G. FeriaFotógrafos

Al final la sorpresa no la dio Puigdemont, sino Vox. Tanto apurar el tiempo haciéndose el interesante para acabar votando lo que era previsible. Mientras tanto, los de Abascal, a la chita callando y sin amagar órdago, se desmarcaban y votaban a su propio candidato. Resultado: la candidata del PP se quedaba con cara de vaca viendo pasar trenes ante esos 139 votos frente a los 178 de Francina Armengol. Que no es lo mismo que quedar a solo seis, como habrían quedado de no dar tan por descontado que eran seguros los votos de Vox a cambio de nada, por su cara bonita y sin más, y se hubiesen asegurado ese (imprescindible) apoyo. Lo bueno de este sorpresivo cambio es que desactiva la sensación general (y desagradable) de que ha decidido un prófugo la Mesa del Congreso: el fugado y su apoyo eran hoy prescindibles. Así que el mensaje subyacente es doble. Por un lado, los independentistas saben que pierden influencia ante esa falta de entendimiento de la derecha. Su apoyo vale hoy menos de lo que valía ayer, puesto que no se les necesita para quedar por delante del PP, aunque se haya pagado ya a precio de oro. Por otro, los de Feijóo ya pueden ir activando el modo oposición si se enrocan en confiar el apoyo necesario de la formación de Abascal a su irresistible oferta de gratis total. A menor entendimiento con Vox, las opciones de investidura para Feijóo aumentan su tendencia a cero.

Pero aunque parezca que en este casino siempre gana la banca, hoy Vox ha dado un puntapié a la pata que cojea de esta mesa (del Congreso). Con ello, no solo han demostrado que, al contrario que ERC y que JuntsxCat, no van de farol. Y esta es una información importante para el PSOE, que ya sabe que podrá hacer lo que quiera porque, con tal de mantenerse ahí, seguirán el ejemplo de Podemos (que en paz descanse) y se enfurruñarán mucho y gesticularán más para no hacer luego nada. También obliga a Feijóo a definirse en su relación con ellos. Deberá elegir entre continuar empecinado en despreciarles y aislarse, incapaz de dialogar y pactar con nadie por comprar el marco argumental que le impone la izquierda más sectaria, o dejarse de complejos y asumir que el bloque de la derecha tiene tanta legitimidad como el de la izquierda para establecer alianzas democráticas. La primera opción es nefasta como decisión política, porque esa división otorga un poder extra a un gobierno que, de formarse, se antoja en vasallaje y que, de lo contrario, tendría enfrente a un bloque de la oposición lo suficientemente poderoso como para que en cada votación le fuese necesario poner de acuerdo a todos los grupos que lo sustentan. Uno, además, con control en el Senado, gobernando en 12 comunidades autónomas y que ha arrebatado el control al PSOE en algunos de sus feudos. El PP de Feijóo no puede permitirse hacer al mismo tiempo oposición al PSOE y sus secuaces y a Vox. De hecho, no puede permitirse seguir, en ocasiones, haciéndose oposición a si mismo. Como hoy, sin ir más lejos.

Lo único que ha quedado claro, pues, es que a Feijóo no le dan los números. Y no parece la mejor de las ideas poner al Rey en la difícil situación de, en nombre de una mayoría en las urnas pero con ausencia de apoyos, presentarle como candidato a una investidura imposible. La única opción en este momento es Sánchez. Y ya se han apresurado los separatistas, aviso a navegantes, a señalar que lo que hoy se negociaba era la Mesa y que la investidura es otra cosa. Les ha faltado un «mirad lo que le ha pasado a Feijóo y poned las vuestras a remojar». Impagable, por cierto, la carita de Rufián cuando le insistía la prensa en que concretara cuál era en realidad el compromiso adquirido por Sánchez, que, más allá de continuar abierto a seguir receptivo a persistir en el diálogo para llegar en algún momento a algo, no les ha concretado mucho más en lo referente a eso tan pomposo que han dado en llamar «desjudicialización del conflicto».Cuando se ha dado cuenta, al verbalizarlo, de que el compromiso en eso era ninguno, la amnistía, el referéndum y las lenguas cooficiales en el Parlamento le han sabido a poco. «Entiendo que a algunos les parezca insuficiente», decía la criatura, diciéndoselo a él mismo, antes de enfurruñarse e irse, Rufián Style, y en eso se equivocaba: no nos parece insuficiente, nos parece excesivo. Porque sabemos de lo que es capaz un sátrapa cuando su poder depende de servidumbres y chantajes, aunque los vistas, de cara a la galería y eufemismo mediante, de progresismo y diálogo.