Andalucía

Susana Díaz busca recuperar su perfil institucional

El salto a Ferraz está aparcado, ahora toca restaurar los daños que origine la abstención. Sólo podrá retomar su ambición nacional cuando el PSOE sea alternativa de poder

La presidenta andaluza, Susana Díaz, momentos antes de la firma en Sevilla del acuerdo con empresarios y sindicatos el pasado día 10
La presidenta andaluza, Susana Díaz, momentos antes de la firma en Sevilla del acuerdo con empresarios y sindicatos el pasado día 10larazon

El salto a Ferraz está aparcado, ahora toca restaurar los daños que origine la abstención

«Ahora más que nunca, Susana Díaz va a jugar en equipo». El entorno de la presidenta andaluza jamás reconoció con explicitud sus evidentes intenciones de asaltar el poder en el PSOE federal, pero la frase de alguien que la conoce bien lleva implícita la confesión de que su meta era la Secretaría General. Y puede que en el futuro vuelva a serlo, pero hoy toca repliegue. «El primer paso para restañar las heridas por las que sangra el partido es olvidarse de personalismos. Para eso se concibe en cualquier institución la figura de una comisión gestora». Lo que necesita el PSOE, para empezar, es hacer caso de la recomendación de Javier Fernández y recuperar la centralidad.

El presidente de la Junta de Andalucía nunca ha rehusado estar cada 12 de octubre en Madrid, pero la presencia de Díaz contiene este año una enorme carga simbólica. Lo quiera o no, ella es la encarnación más visible del PSOE post-Sánchez, descabalgado del cargo por su intención de formar gobierno con populistas y separatistas, es decir, con las fuerzas parlamentarias que se ausentan de la Fiesta Nacional. El secretario general de los socialistas siempre ha acudido al desfile pero ahora, aseguran en el partido, «es más necesario que nunca mostrar las diferencias con los antisistema».

«La democracia española necesita que el PSOE vuelva a ser visto por los ciudadanos como esa fuerza de izquierdas, desde luego, pero firmemente constitucional». Este antiguo miembro de la ejecutiva andaluza huye del término «dinástico» pero destaca que Susana Díaz «mantiene una buena relación con el Rey que obedece no sólo a motivos generacionales. Los socialistas andaluces, como fuerza de poder que somos, jamás hemos cuestionado la monarquía porque conocemos las instituciones por dentro y sabemos lo importante que es su papel como argamasa de la sociedad. Por eso aquí hemos sido siempre escépticos con Podemos, una formación que no oculta su deseo de dinamitar el sistema».

Igual que su amigo Javier Fernández en Asturias, Díaz se las tiene tiesas con los populistas en Andalucía y por eso advirtió ante su comité director de hace dos semanas que «cuando se copia a alguien, la gente acaba prefiriendo al original». Un aviso idéntico al proferido hace unos días por el barón ovetense, cuando alertó de la «podemización» del PSOE. «¡Pero es que la podemización es el paso previo a la pasokización, o sea, a la irrelevancia!», se desesperan los socialistas moderados. «No se comprende que Pedro Sánchez y sus fieles sigan azuzando a la militancia hacia la radicalización cuando lo que necesitamos es reivindicar nuestro espacio como socialdemócratas».

La presidenta andaluza, desde luego, se va a dejar hasta el último gramo de fuerza en ese empeño, aunque sabe que la travesía del desierto de la oposición puede ser larga y dura. «Con 85 diputados, es lo que hay». Además, aunque el bochorno del 1 de octubre en Ferraz ha aplazado sine die su salto a la política nacional, es consciente de que sólo podrá retomar su ambición cuando el PSOE se constituya de nuevo en alternativa de poder. «Necesitamos volver a ser un partido fiable, ya que con las últimas maniobras de Pedro Sánchez dejamos de serlo, y arrinconar a Podemos en su radicalidad».

Susana Díaz es hoy la imagen más reconocible del PSOE. Nada más pero nada menos. Su primera misión es recuperar el perfil institucional de su partido, que se había desdibujado con las veleidades populistas del secretario general depuesto. Por ahora, toda estrategia queda aparcada porque lo que toca es un trabajo táctico: evitar a toda costa las terceras elecciones y, por consiguiente, ejercer un minucioso control de los daños que provocará la abstención en la investidura de Mariano Rajoy. Aun así, un socialista curtido en la política municipal recela del presidente en funciones porque «cuando sea investido, puede disolver las cámaras cuando quiera y dentro de un año, tampoco estaremos preparados».