Elecciones catalanas
Tecnología e influencia
Plantear que es posible hackear la plataforma en la que se puede realizar el voto electrónico implicaría dar por hecho que este sistema no es confiable y las experiencias internacionales (Estonia lo lleva haciendo desde hace una década) han demostrado su fiabilidad. Es cierto que no hay ningún sistema invulnerable, pero los canales de seguridad utilizados por los especialistas en voto electrónico implican medidas de protección en ambos puntos, tanto en el receptor del voto como en el elector.
Y, de todos modos, influir en la opinión pública ha demostrado ser más efectivo, menos oneroso y hasta más económico que un hackeo puro y duro. Y, como incentivo adicional, no requiere conocimientos avanzados. En una época en la que el 86% de los españoles navega por internet, la web se ha convertido en uno de los canales principales para informarse. De acuerdo con el estudio Digital News Report, realizado por la Universidad de Navarra, un 42% de los españoles prefiere la televisión como principal fuente de noticias, pero las redes sociales han superado a las páginas oficiales de diarios y revistas y ya llegan al 16%. De hecho, pudiendo elegir varias opciones, la primera es la televisión, con un 77%, pero luego le siguen las redes sociales, con un 56%. Es obvio por lo tanto dónde se puede apuntar a la hora de intentar inclinar la balanza de las eleciones, de cualquier proceso democrático en realidad: la diana más certera son las redes sociales, Facebook y Twitter en particular. Pero en este caso se trata de una diana que se encuentra en una piscina y hacer blanco implica que la onda se multiplicará casi ad infinitum. El Congreso de Estados Unidos, emplazó a las menciones redes a señalar cuentas vinculadas a noticias falsas y registradas en Rusia, con el objetivo de descubrir su influencia en las pasadas elecciones presidenciales.
Facebook dio un listado de unas 450 cuentas... cuyos post llegaron a 126 millones de ciudadanos estadounidenses. Si se trata de publicidades contratadas provenientes de este país, la cifra aumenta a 3.000 páginas.
En Twitter, las cuentas falsas ascendían a miles, tanto durante el proceso presidencial, como a lo largo del referendum por el Brexit. ¿Para qué manipular unas elecciones cuando lo más interesante es crear tensión en ambas facciones? Así, la receta perfecta para «hackear» unas elecciones depende de si se va a «cocinar» en Facebook o en Twitter. Para la primera opción los ingredientes son los siguientes: una docena de cuentas falsas, con nombres inventados y en varios idiomas (preferiblemente que se hablen en el país que se pretende afectar). Añadir enlaces de sitios web afines, con titulares impactantes.
Salpimentar con frases de personajes históricos respetados que apoyen la orientación buscada (pueden ser afirmaciones inventadas, pero en este caso se sugiere utilizar alguna foto y el conocido: Ya lo decía Platón o la víctima histórica de turno...). Servir calentando el ambiente. Sugerencia de presentación: contratar publicidad tendenciosa dirigida a quienes abran los enlaces y comenten (positiva o negativamente), cualquier post.
En el caso de Twitter, la sugerencia del chef es acudir a un experto para desarrollar bots. Estos programas informáticos, se distinguen por hacer tareas repetitivas a gran velocidad y a través de internet. En temporada los mil bots se cotizan por unos míseros 15 euros. Si se quieren 10.000 solo habrá que pagar 120. Una vez en el plato, agregar algunas cuentas falsas, tampoco son necesarias muchas, basta con cuatro docenas para un país de hasta 40 millones de habitantes (calcular una docena cada 10 millones) y dejar a los bots hacer su tarea, subir noticias falsas, responder a comentarios con frases genéricas pero tendenciosas y acusar y señalar. Dejar macerar dos semanas y servir bien caliente.