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Temor en el PP a "perder las encuestas"si no llegan a cien escaños

Las expectativas buscan movilizar voto útil, pero pueden convertir en derrota un buen resultado.

Casado ha asumido todo el peso de la campaña electoral para evitar interferencias en su apuesta por un tono moderado y alejado del perfil de abril
Casado ha asumido todo el peso de la campaña electoral para evitar interferencias en su apuesta por un tono moderado y alejado del perfil de abrillarazon

Las expectativas buscan movilizar voto útil, pero pueden convertir en derrota un buen resultado.

Los cien escaños empiezan a pesar dentro del PP. La administración de las expectativas puede acabar convirtiendo un buen resultado en una derrota, y eso temen que pueda ocurrir con el optimismo oficial del partido sobre los resultados del 10-N. La advertencia es clara: «es un error marcar unas previsiones demasiado altas porque cualquier cifra por debajo de las mismas restará valor al resultado».

En el equipo de Pablo Casado llevan ya varias semanas remarcando que tienen al alcance conseguir superar los cien escaños, o que incluso su candidato está en condiciones de pelear por obtener un escaño más que el PSOE. En resumen, que hay partido abierto por alcanzar la Presidencia del Gobierno.

Ésta es una estrategia que se fundamenta en sus datos demoscópicos y que tiene como objetivo animar la movilización del voto útil. Si la sensación imperante es que el centro derecha no tiene opción de gobernar, como se deduce de todas las encuestas publicadas hasta ahora, esto puede desanimar el voto de la derecha, pero también puede animar «el voto por gusto y no por pragmatismo». Más fragmentación, que como ya se demostró con las elecciones de abril favorece a la izquierda.

Pero, al mismo tiempo, la opción de elevar las expectativas también tiene sus riesgos porque puede conducir a que, como se quejan territorialmente, «en el 10-N Casado pierda aun habiendo conseguido un resultado razonable». Justo lo contrario le puede pasar a Albert Rivera al lidiar durante toda la campaña electoral con encuestas que anuncian un cataclismo para Ciudadanos y que anticipan incluso un escenario que le obligaría a dimitir.

En estos comicios el candidato del PP es el que acude con más comodidad a la cita con las urnas. Prácticamente no tiene nada que perder y sí bastante que ganar. Los malos resultados de abril sólo le dejan espacio para crecer, pero, incluso siendo así, los nuevos resultados serán examinados internamente y pueden ayudarle a reafirmar su liderazgo o, al contrario, reabrir debates sobre sus decisiones estratégicas y, sobre todo, respecto a la conformación de su equipo.

En ningún caso estas elecciones son una prueba para su continuidad al frente del partido. Ni hay alternativa ni es el tiempo adecuado para que se abra esta discusión ante su segundo intento de optar a la Presidencia del Gobierno en un plazo tan corto y en una situación tan excepcional. Distinta será la presión sobre él cuando sea su tercer intento si el 10-N se confirma que continua como jefe de la oposición y no hay un vuelco que le lleve a disputarle a Sánchez el Palacio de la Moncloa.

El optimismo que difunde Génova atiende al hecho de que hay una veintena de escaños, aproximadamente, que baila por muy pocos votos. Pueden ir al PP o, según cómo quede la fragmentación, acabar beneficiando al PSOE o hasta a Bildu, depende de la circunscripción en liza. Además, la situación catalana abre una gran incertidumbre sobre hasta qué punto circunstancias extraordinarias en esta última semana de campaña oficial pueden alterar las tendencias. La teoría dice que una situación de crisis favorece al partido en el Gobierno porque los ciudadanos buscan la referencia institucional. Pero hechos fuera de control en Cataluña podrían alterar este mantra de que una situación crítica beneficia al referente institucional.

No sería la única excepción de la norma en una campaña en la que han saltado ya por los aires muchas otras ideas preconcebidas. Ejemplo de ello es cómo una agenda marcada por temas que en teoría son favorables a Ciudadanos, como puede ser Cataluña o incluso la situación económica, no ha servido hasta ahora para movilizar al votante de la formación naranja. Aunque todavía hay tiempo para que mueva el voto necesario para contener la caída provocada por el conjunto de decisiones estratégicas erróneas que ha adoptado desde las últimas elecciones autonómicas catalanas.

La encuesta electoral del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) parece una traje hecho a la medida de los intereses de Sánchez. Pero los efectos de estos sondeos son muy discutibles, y hay cierto acuerdo en que en la práctica son, si acaso, muy pequeños porque al final los ciudadanos votan atendiendo a otras realidades más cercanas. Por tanto, en todos los cuarteles generales de los partidos entran en la inauguración oficial de la campaña, que se ejecutará esta noche, convencidos de que todavía tienen margen para mejorar sus expectativas y corregir las tendencias.

Para apuntalar su crecimiento, el candidato popular no se desviará en esta recta final de su decisión de mantener un tono moderado y muy alejado del perfil de la campaña de abril, sin interferencias, además. De los ex presidentes del Gobierno, a Mariano Rajoy le dejan para Galicia, su tierra. Y de José María Aznar no se esperan noticias antes de la noche del 10-N.