Jordi Solé Tura
«Todo lo que se haga por las víctimas del terrorismo siempre será poco»
Después de su discurso, Jorge Fernández Díaz, respondió a las preguntas de Santiago González, director de Informativos de Antena 3; Julián Cabrera, director de los Servicios Informativos de Onda Cero, y Francisco Marhuenda, director de LA RAZÓN.
Santiago González: ¿Volveremos a colocar a Cataluña y España en la vía de la prosperidad desde el punto de vista social?
–Desde el realismo, afirmo claramente mi absoluta convicción, como dije aquí, de que vamos a salir de ésta. La historia de España es muy compleja y ha habido periodos de nuestra historia en los que nadie hubiera dado un duro por nosotros. Y aquí estamos. Tengo la convicción de que Cataluña volverá a la normalidad y que con Cataluña, España volverá a la tranquilidad. Que no es comodidad, es tranquilidad, la tranquilidad del orden.
Es verdad que el procés, creo que mi amigo Josep Antoni Duran Lleida lo compartirá, ha hecho daño, mucho daño. Ha roto amistades, ha introducido la semilla de la discordia en comunidades de vecinos, entre compañeros de trabajo, familiares, amigos... Y esa fractura social es una realidad. Pero el pueblo catalán, no quiero ser demagogo, tiene características que le definen sin perjuicio de que cada uno somos diferentes. El pueblo catalán es profundamente sentimental y a veces los sentimientos no se controlan y degeneran en pasiones, y ya la razón no controla la pasión. Estoy convencido de que la pasión pasará a ser un sentimiento noble de querer a lo propio, aunque siempre habrá minorías radicales en la sociedad en todos los ámbitos. Siempre hay extremos.
Volveremos a la normalidad y se volverán a restablecer los puentes que nunca debieron haberse roto entre personas que hemos sido amigos, que volveremos a serlo y que estamos deseando volver a serlo. Y será muy bueno para Cataluña. Hay que decir que la clave de bóveda del edificio del bien común es la convivencia. Lo primero es garantizar la convivencia en libertad, en democracia, donde la pluralidad de opiniones se pueda expresar con normalidad y libertad y donde no se vea al diferente como un enemigo. Donde, como pasa ahora demasiado por desgracia, en lugar de combatir las ideas, se pretenda destruir a quien las defiende.
Añoro aquellos años, desde la convicción de que volverán, del comienzo de la Transición, cuando por las calles de Cataluña se manifestaba la gente con una pancarta que decía: «Libertad, Amnistía y Estatut de Autonomía». Y se añadía otra cosa: «Hoy más que nunca somos un sólo pueblo». A nadie se le preguntaba de dónde venía. No puede ser que veamos la diferencia como una anomalía a corregir. La terapia de choque serena que está librando el presidente del Gobierno, es la más adecuada.
Francisco Marhuenda: ¿Qué falta para ser un país donde la izquierda y la derecha pacten como en Alemania?
–El Grupo Parlamentario Popular en su día me encargo ser ponente del proyecto de ley de memoria histórica, e hicimos posible que el Valle de los Caídos tuviera dentro de esa ley un estatuto jurídico específico. Lógicamente, pactando y negociando con el Gobierno que entonces presidía José Luis Rodríguez Zapatero. Debo decir que siempre pensé y sigo pensando que la Constitución del 78, con razón ha sido conocida como la Constitución del consenso, de la concordia, rompiendo la historia del constitucionalismo español hasta la Restauración del siglo XIX, donde había la Constitución de unos hasta que ganaban los otros. Nadie pudo patrimonializar en exclusiva la Constitución del 78, ahí estaba su gran valor, porque en la medida que nadie la podía patrimonializar en exclusiva, todos podían hacer suya, incluidos, lógicamente, los representantes del catalanismo. Ahí estaba Roca como uno de los siete ponentes de la Constitución. El catalanismo progresista de izquierdas estuvo representado por Jordi Solé Tura, que entonces pertenecía al PSUC, el Partido Socialista Unificado de Cataluña, y representaba al Partido Comunista y al PSUC, y con él estaba el catalanismo de izquierdas. Y Miquel Roca, el catalanismo más moderado. De siete ponentes constitucionales, dos representaban al catalanismo. Y CiU fue beligerante en la defensa del texto del 78 y Cataluña fue la comunidad con más votos a favor de la Constitución, superando el 90%.
La mejor ley de memoria histórica era la Constitución. Los ponentes tenían muy claro de donde venía España, pero tuvieron la altura de miras y la generosidad de no mirar hacia atrás, sino para en todo caso aprender de los errores y que ese pasado no se volviera a reproducir. Y por eso se hizo la Constitución del 78. Una cuestión de consenso. Los 25 años de la Constitución los celebramos en el Gran Teatro del Liceo de Barcelona. Para que se vea, por desgracia las cosas que hemos perdido y que tenemos que recuperar. Me preocupa que se pretenda establecer la verdad por decreto y quien esté en desacuerdo que pueda verse reflejada su conducta en el Código Penal. Eso es más propio de otros momentos de la historia y de otras latitudes que de una democracia avanzada y europea, como la democracia española.
Julián Cabrera: ¿Cree que hay todavía una deuda social con las víctimas del terrorismo?
–Todo lo que se haga por las víctimas del terrorismo siempre será poco. Pero España ha hecho como nadie en el mundo. Desde el reconocimiento moral a su memoria y, en primer lugar, a las prestaciones sociales a las que tienen derecho. Han sido casi 50 años de terrorismo etarra. Lo bueno ha sido que, al menos, hemos podido compartir la calidad moral de tantas y tantas víctimas del terrorismo. Los sucesivos gobiernos de España han dado pasos muy importantes en ese obligado y necesario reconocimiento. Y para que en el tiempo no se pierda, está en desarrollo el Centro Memorial de Víctimas del Terrorismo, un centro muy importante.
Aunque queden episodios dolorosos como los que has comentado –el homenaje a los etarras que asesinaron a Joseba Pagaza–, por supuesto. Se le pueden reprochar al PP muchas cosas, pero no el no haber estado al lado de las víctimas siempre y en todo momento. Y muy bien acompañado, sobre todo de partidos políticos como el PSOE, que en el País Vasco saben lo que es pagar con sangre esa diferencia. Las víctimas deben ser siempre reconocidas.
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