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Opinión

Todo vale con tal de que no gobierne la derecha

Tras la sentencia de la Gürtel, el PP se desplomó en los sondeos. La fidelidad del votante de la derecha suele ser menor, castigando más a los partidos que apoya

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el Congreso de los Diputados Alberto R. RoldánLa Razón

Las encuestas de intención de voto son un arma de doble filo porque no solo muestran las tendencias del voto; ahora, claramente, buscan influir en él. Esto es algo que Pedro Sánchez tuvo muy claro desde que llegó a la Moncloa, y por ello le dio a Tezanos la varita mágica del CIS. Cada encuesta, incluyendo la del CIS, pueden ser analizadas de infinitas maneras. Al margen de los datos principales, cada uno puede intentar barrer para su causa: unos pueden concluir que la bajada de votos no es tan importante; otros, que la subida se consolida; otros, conformarse con mantener el mismo número de escaños. Nadie se reconoce perdedor. Todos pueden intentar minimizar el valor de los resultados y, sobre todo, las causas que pudieran explicar determinadas tendencias.

Pero, en todas ellas, no deja de sorprender el alto «suelo» electoral del PSOE. El partido socialista no avanzará en votos, pero no hay una debacle respecto a los obtenidos en las elecciones de 2023 (121 escaños) o de 2018 (123). No se aleja de los cien escaños pase lo que pase. Y han pasado muchas cosas desde 2018. La hemeroteca es la prueba infalible de que Pedro Sánchez y su equipo pueden revolverse como un calcetín; lo que hoy es blanco, mañana pasa a negro, y solo hace falta lanzar la consigna que lo justifique y lo tape. Lo inalterable es el objetivo de la legislatura: conseguir ganar las siguientes elecciones e impedir como sea que la derecha gobierne.

Muchos tertulianos se centran en analizar si el PP sube, si Vox se dispara, si cuánto pierde Sumar o cuánto gana Podemos; siempre estamos pensando en las sumas y en las urnas. Pero, en medio de todos esos escaños en juego, hay una roca que apenas se erosiona: el electorado del PSOE, «inmune» a los casos de corrupción, a las cesiones continuas al nacionalismo, a los pactos con Bildu, a negociar con Puigdemont, a la amnistía, los indultos, la financiación singular para Cataluña, la colonización de las instituciones y de los medios de comunicación públicos, el apagón, la ley del «Sí es Sí» o las pulseras defectuosas. Y uno se pregunta: ¿qué más tiene que pasar?

Es bueno recordar, por ejemplo, los primeros sondeos realizados después de la sentencia de la Gürtel, en los que el PP literalmente se desplomaba, con una caída desde los 133 a los 63 escaños. El resultado de las elecciones de abril de 2019 confirmó el peor escenario para el partido liderado por Pablo Casado obteniendo solo 66 escaños. Ahora volvamos al presente, con todo lo ya conocido hasta ahora del «caso Koldo», Ábalos, Begoña y el Fiscal General, más las cesiones semanales al nacionalismo vasco y al independentismo catalán; que si un edificio en París por aquí, la gestión de la seguridad social por allá, la Agencia Tributaria catalana o la matraca del catalán como lengua oficial en Europa… Pero, ¿alguien ha visto una encuesta que dé al PSOE 60 escaños? No.

Parece que el mantra de que los ciudadanos de derechas son más permisivos con la corrupción que los de izquierda se basa en la nada, porque no hay prueba de que eso sea así; más bien ocurre todo lo contrario. La fidelidad del electorado de derecha o centro-derecha suele ser menor, castigando con más rigor a los partidos que apoya.

Hoy en día, es un auténtico deporte de riesgo hablar de política con familiares y amigos, pero a veces no queda otra que lanzarse al ruedo. Personalmente, me resulta chocante la argumentación tan bien aprendida de los seguidores socialistas, repitiendo todos y cada uno de los mensajes emitidos desde Moncloa y la imposibilidad de razonar o de mostrar un mínimo de autocrítica en ningún tema. Todo es justificable mientras no gobierne la derecha y la ultraderecha, que, al fin y al cabo, son lo mismo. Ante esto, enzarzada en plena discusión política, tú, que críticas al actual gobierno, has de demostrar que eres humana, que defiendes los servicios públicos, un Estado que gestione y garantice la igualdad de los ciudadanos, los derechos de las mujeres y que no mataste a Kennedy. Porque la pureza democrática resulta que ahora está en manos de los que dicen que no quieren alternancia política.

Sin duda detrás está la polarización a la que este gobierno y algunas tertulias periodísticas nos ha llevado deliberadamente.

La política no es fútbol, o no debería serlo; los ciudadanos no debemos ser seguidores de tal o cual partido. No ser del Betis porque no soportamos a los del Sevilla, o del Sporting porque no tragamos a los del Oviedo. Y, por supuesto, hay defensores ciegos de su camiseta en todos los equipos. Pero, en las gradas del PSOE, igual deberían mirar menos al equipo contrario y centrarse en ver cómo está jugando el suyo.

Ana Losada es presidenta de Asamblea por una Escuela Bilingüe