El desafío independentista
Torra dice a Sánchez que no renuncia a ninguna vía para la independencia
El presidente catalán ha comparecido tras su reunión con Sánchez y ha recalcado que cualquier solución para el conflicto pasa por ejercer el derecho de autoderminación
El presidente catalán ha comparecido tras su reunión con Sánchez y ha recalcado que cualquier solución para el conflicto pasa por ejercer el derecho de autoderminación
La beligerancia que Quim Torra había exhibido en vísperas de su encuentro con Pedro Sánchez se diluyó según rebasó los límites de acceso a La Moncloa. El president de la Generalitat definió como «larga, sincera y franca» la reunión que mantuvo con el presidente del Gobierno y aunque advirtió de que «no renuncia a ninguna de las vías para alcanzar la independencia» –porque toda solución política debe pasar por este extremo–, sí admitió que ahora el debate no está en la «unilateralidad» ni en la «multilateralidad», reconociendo no haber exigido de manera expresa la celebración de un referéndum. Esta actitud contrasta con la mantenida y expresada hasta hace escasas fechas por el propio Torra, que establecía el referéndum como la principal demanda a trasladar al Gobierno. «La unilateralidad no es el debate de este momento, sino cómo afrontamos políticamente una cuestión política», dijo el president, en alusión al derecho de autodeterminación. «Ahí es donde tenemos que aplicar toda nuestra inteligencia y capacidad de negociación para ver qué salida le damos».
Este viraje en el discurso tampoco pasó desapercibido para los Comités de Defensa de la República (CDR), que exigieron horas después su dimisión por «su cambio de rumbo» tras la reunión con Sánchez.
El president de la Generalitat reconoció, en la rueda de prensa que ofreció con carácter posterior al encuentro, que sobre los dos temas fundamentales, la autodeterminación y los presos independentistas, hay visiones «divergentes» y que estos permanecen abiertos a pesar de toparse con la oposición del Estado. Esto supone otra diferencia sustancial respecto a las relaciones de la Generalitat con Rajoy, ya que si bien ahora no se exige negociación –solo diálogo– al Gobierno, tampoco se vicia el desarrollo de las conversaciones por la negativa de partida que se obtiene. Pues el rechazo de Sánchez no dista en exceso del que explicitó el propio Rajoy, a pesar de la voluntad de «escuchar y tomar notas» que exhibió el presidente del Gobierno y que Torra agradeció. Sobre los encarcelados del «procés», otro de los puntos de fricción, Torra se limitó a calificar esta situación de «indecente» y a instar a Sánchez a que «ponga fin a la ofensiva policial y judicial contra el independentismo».
Y hasta aquí se circunscriben los asuntos espinosos, el president de la Generalitat calificó de «importantísimo» que Sánchez reconociera que el conflicto nacionalista de Cataluña es un problema político que requiere una solución política y centró su mensaje en que ahora se trata de buscar esa solución, que en su opinión sólo se puede dirimir votando. «Nosotros nos autodeterminamos el 1 de octubre y proclamamos la independencia el 27 de octubre», insistió Torra, que recordó a Sánchez que sí él defendía la plurinacionalidad de España y que Cataluña es una nación de naciones–como según su versión también le reconoció en privado el presidente– a ésta le asiste el derecho a la autodeterminación, supuestamente amparado por el Derecho Internacional.
El clima de distensión también pudo palparse en la falta de reproches mutuos por asuntos del pasado. El president de la Generalitat aseguró que Sánchez le había explicado el por qué de su posición favorable a la aplicación del artículo 155 en Cataluña y que para el PSOE «no fue fácil» tomar esta decisión. Lejos de afearle esta postura y en aras de «mirar hacia adelante», Torra evitó cualquier recriminación. Desde el Gobierno se valoró la actitud del president como «muy educada, de corrección exquisita y suma cortesía».
A pesar de que Torra comenzó su intervención señalando que «el que debería estar aquí es el –a su juicio– presidente legítimo, Carles Puigdemont», con quien –por cierto– todavía no había hablado al término de la reunión, sí certificó el «cambio de etapa» porque «hacía años» que un presidente español no permitía hablar «con tranquilidad» y «escuchando la posición del otro». Según dijo, Sánchez no le había mostrado objeciones a la apertura de nuevas embajadas catalanas en el exterior.
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