El desafío independentista
Un Casal Català en el centro del independentismo Véneto
La imagen era impactante, pero rayaba lo ridículo: un tractor transformado en carro de combate, con placas metálicas oscuras que protegían sus flancos, preparado para protagonizar una acción violenta en la turística plaza de San Marcos de Venecia a favor de la independencia del Véneto, la región del noroeste de Italia con mayor fermento separatista del país en estos últimos tiempos. La operación fue descabezada esta semana por los carabinieri con el arresto de 24 personas, acusadas de asociación terrorista y fabricación y posesión de armas de guerra.
Dos de los detenidos ya participaron en la ocupación de la plaza de San Marcos en 1997, pero lo que planeaban ahora, según los investigadores, era mucho más peligroso. Pretendían realizar una «revuelta popular armada» con una «iniciativa impresionante» durante las elecciones europeas del próximo mes de mayo, que incluía el ataque a algún símbolo del Estado con la colaboración de otros movimientos secesionistas. Incluso habrían entrado ya en contacto con grupos criminales de origen albanés para comprar armas ligeras que pensaban utilizar en sus acciones violentas.
La interpretación que han hecho los analistas del suceso varía entre los que consideran a los arrestados un grupo de pasados de rosca más ridículos que peligrosos y los que aseguran que se han evitado inminentes atentados terroristas. Tanto unos como otros, eso sí, coinciden al señalar que existe un peligroso caldo de cultivo entre los habitantes del Véneto. Esta región ha pasado de ser la que tenía uno de los mayores índices de crecimiento de Italia, gracias a su entramado de pequeñas y medianas empresas dedicadas en su mayoría a la exportación, a ver cómo un buen número de sus industrias estaban paradas por la crisis. De hecho, el año pasado se produjo un alarmante aumento en el número de empresarios vénetos que se suicidaban, angustiados por las penurias económicas.
En este ambiente no ha resultado complicado que vuelva a prender la independencia. Espoleados por la historia milenaria de la República de Venecia, las diferencias lingüísticas y, sobre todo, los desequilibrios económicos con las partes más deprimidas de Italia, muchos han vuelto a enarbolar con ansias secesionistas la bandera del león alado de la Serenísima. Su pujanza quedó manifiesta en el reciente referéndum informal por la independencia organizado en la región. Según los organizadores, votaron más de 2,3 millones de personas, un 89% de las cuales se mostró a favor de la separación de Italia. Aunque muchos observadores denunciaron que los datos eran fraudulentos, dan una idea del malestar hacia el Estado que se siente en la zona más industrial del país.
El presidente regional, Luca Zaia, miembro de la Liga Norte, se subió al carro de la consulta y ahora pretende organizar un referéndum oficial para desgajar al Véneto del resto de Italia. Su modelo a seguir, asegura, es «la vía catalana». En un reciente encuentro con los representantes de la prensa extranjera en Roma, aseguró que «los catalanes tienen con Madrid el mismo problema que nosotros tenemos con Roma». «Nos tratan como si estuviéramos en las fronteras del Imperio Romano», se quejó. Pese al ímpetu secesionista, se vio obligado a reconocer que el camino a recorrer hacia el posible Estado propio es todavía muy largo.
El hermanamiento entre independentistas vénetos y catalanes quedó escenificado ayer con la inauguración en Venecia de un «Casal Català», uno más de los centros culturales que el Gobierno catalán apoya en más de cuarenta países distintos por todo el mundo. En el acto participaron Germà Gordó, consejero de Justicia de la Generalitat, y Joaquim Llimona, director de Relaciones Internacionales y Cooperación del Ayuntamiento de Barcelona, entre otras autoridades.
El «Casal Català» de Venecia tiene como objetivo reforzar las relaciones culturales, sociales y económicas entre Italia y Cataluña. En sus estatutos se dice que los idiomas oficiales de la asociación son el italiano y el catalán, olvidando que el castellano es también la lengua de los catalanes.
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