El desafío independentista
Un despacho en el «petit Palau» de Lledoners
En cien días cerca de ochenta representantes institucionales han visitado a Junqueras en prisión: políticos, empresarios y sindicalistas
En cien días cerca de ochenta representantes institucionales han visitado a Junqueras en prisión: políticos, empresarios y sindicalistas
En los mentideros de la política catalana, la prisión de Lledoners ha sido rebautizada como «el petit Palau de la Generalitat». También es habitual referirse a ella como la «consellería número 14». Oriol Junqueras, dirigente de Esquerra Republicana de Cataluña (ERC) y ex vicepresidente del Gobierno de Carles Puigdemont, cumple en su interior prisión provisional a la espera de que dé inicio el juicio a los responsables del «procés» que optaron por no huir de España. Su condición de encarcelado no le ha impedido, sin embargo, marcar desde allí buena parte de la agenda política en Cataluña y, de rebote, también en el resto de España. Hasta el punto de que las negociaciones de los Presupuestos Generales del Estado del próximo año atracaron el pasado viernes de la mano del secretario general de Podemos y socio del presidente Sánchez, Pablo Iglesias, en este centro penitenciario de la localidad de Sant Joan de Vilatorrada, feudo secesionista de la comarca del Bages. La celda de Junqueras está situada a apenas 70 kilómetros del despacho del president catalán, Quim Torra. Estos dos puntos de Barcelona –la cárcel reconvertida en la oficina particular del líder de Esquerra y la sede del Ejecutivo autonómico– se disputan la condición de centro neurálgico del secesionismo, la sala de máquinas, con permiso de la mansión de Waterloo en la que reside Puigdemont.
Iglesias, con su cita, se ha convertido en el último integrante de una larga nómina de visitantes que comprenden todos los ámbitos de la vida catalana, de la cultura a la política, del mundo sindical y también del de la empresa, independentistas, nacionalistas vascos, socialistas, comunes, abertzales... Un peregrinaje que los expertos en el funcionamiento interno de los centros penitenciarios y de los protocolos habituales que rigen las visitas a los reclusos tachan de insólito –cuando no de inédito– en la historia de las cárceles españolas.
El goteo de reuniones con Junqueras en la sombra de la cárcel catalana ya tuvo su prólogo cuando, antes de que el juez Llarena diera por concluida la instrucción, el número dos de Puigdemont permaneció en Estremera (Madrid). Allí acudió, por ejemplo, y al margen de los nombres vinculados con la política, el cantautor Joan Manuel Serrat. Pero es en Lledoners donde la actividad se ha multiplicado. En poco mas de cien días –han pasado exactamente 107 desde que entró en esta cárcel hasta la reunión con el secretario general de Podemos–, las visitas de personas con un perfil más institucional –quedan al margen las personales de amigos y familiares– superan ya la cifra de las 80. Casi un encuentro al día. El grueso de estas visitas está protagonizado, sobre todo, por dirigentes políticos vinculados con el independentismo.
De Esquerra no han faltado a esta cita el presidente del Parlament, Roger Torrent, el número dos del Govern, Pere Aragonés, y diputados en Madrid como Gabriel Rufián y Joan Tardà. Por parte del PDeCAT, también se ha personado a despachar con Junqueras toda su plana mayor: del president Torra a Elsa Artadi o Neus Munté. Mercè Homs, Damià Calvet, Míriam Nogueras, David Bonvehí, Artur Mas –del PDeCAT– y Alba Vergés, Germà Bel, Xavier Vendrell, Joan Puigcercós, Alfred Bosch y Joan Ridao –de Esquerra- también han acudido hasta Lledoners. Esta lista trasciende, sin embargo, las fronteras del secesionismo catalán. Dan buena cuenta de ello nombres como el del lehendakari Iñigo Urkullu; la alcaldesa de Barcelona y líder de los comunes, Ada Colau; el dirigente de EH Bildu Arnaldo Otegi; y el senador de la formación abertzale Josu Juaristi. Incluso se ha dado una reunión entre Junqueras y un representante del bloque político constitucionalista, el que apoyó la aplicación del artículo 155 en Cataluña el pasado año: se trata de la que protagonizó el diputado del PSC, Carles Castillo. Completan la nómina periodistas, sindicalistas –Unai Sordo y Javier Pacheco por parte de Comisiones Obreras, y Pepe Álvarez y Camil Ros, en representación de la UGT–, así como el responsable de los empresarios españoles, el presidente de la CEOE, Juan Rosell.
La agenda del ex vicepresident ha eclipsado por completo al resto de políticos catalanes que comparten cárcel con él. «Todos quieren ver a Junqueras pero sólo alguno va a ver a los demás» reconocen en su entorno más cercano. Al margen de las visitas de dirigentes públicos, el despacho más frecuente es el que mantiene con su núcleo duro: Aragonés, Torrent y sus colaboradores. Son ellos los que le llevan los papeles y documentos que él revisa y modifica y los que dan forma a su agenda y a las entrevistas que concede. Todo ello con un objetivo: dar a Junqueras un perfil público que, de otra forma, no podría tener desde prisión y que sí ofrecen Torra desde la Presidencia de la Generalitat y Puigdemont desde su mal llamado exilio.
De forma paralela a su agenda más institucional existe un trabajo por conferir el valor de símbolo a la presencia de Junqueras entre rejas. «Mandelizar» el tiempo de su condena para aprovecharlo en términos electorales. Y ahí juegan un papel fundamental las redes sociales. Son muchos independentistas los que se comunican a través de cartas con su líder. Esas comunicaciones llegan por decenas cada día a Lledoners. Este martes, el feedback con Junqueras no se produjo por escrito. Como se puede ver en un vídeo viralizado a través de Twitter, un grupo de simpatizantes se acercó a las inmediaciones del centro penitenciario para dar, megáfono en mano, las buenas noches a los políticos encarcelados. En mitad de silencio, Junqueras contestó: «Bona nit». Un nuevo gesto transformado en propaganda. «El grito de un gigante», lo definió Rufián.
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