Gobierno de España
Un nuevo Rajoy para un cambio político histórico
«El pasado 30 de agosto, en la fallida sesión de investidura tras las segundas elecciones, Mariano Rajoy sabía que tenía pocas posibilidades de presidir un nuevo Gobierno. Pronunció un discurso serio, centrado en lo ya conseguido y en el programa que llevaría a cabo de tener la oportunidad, muy remota, de hacerlo. La falta de horizonte condujo al presidente en funciones a cierta desgana. Se manifestó en el escaso interés, por no decir la reticencia, que demostró a la hora de hablar de sus apoyos, en particular de Ciudadanos.
El discurso de ayer ante el pleno del Congreso se movió en otro registro. En cuanto a los datos y las propuestas concretas, el candidato a la presidencia del Gobierno remitió a su anterior intervención. Lo importante ahora era la nueva situación creada por la abstención del PSOE. Y Rajoy dejó bien claro que se da perfecta cuenta de la trascendencia de un hecho como éste. Ha cambiado, efectivamente, la dinámica y la arquitectura política de la democracia española.
La palabra clave es España. Así cerró la intervención de ayer. En el mes de agosto, Rajoy terminó su discurso con una apelación a la responsabilidad de los representantes de la soberanía nacional. Ayer lo hizo invocando la realidad que debe sostener esta responsabilidad, que es la lealtad hacia lo que nos une a todos.
Al hacerlo, Rajoy no se limitó a recordar a los diputados cuál es su deber democrático y político. También se situaba él mismo, y con él a su partido y a su futuro Gobierno, en una nueva tesitura. Se ha acabado, al menos de momento, la posibilidad de gobernar con las propias fuerzas y se abre una etapa nueva en la que prima la concesión, el pacto, el diálogo. De los socialistas dependerá de ahora en adelante que esta situación resulte en algo distinto a lo que hemos conocido hasta ahora. Se trata de que los dos grandes partidos encuentren la forma de no seguir dependiendo de los intereses nacionalistas. Ésta es la clave del asunto.
Por eso, y no sólo por cálculos tácticos de «regeneración» o «nueva política», la novedad de la situación abre las oportunidades en las que ayer Rajoy incidió con tanta seriedad, algo que no pudo hacer en el mes de agosto. Hubo en el nuevo discurso un empeño especial en explicar ante las Cortes y ante la opinión pública, con la mayor dignidad, que el momento político actual, fruto de una decisión del electorado, puede ser aprovechado para ir mucho más allá de los intereses partidistas y actuar en función del interés general del país. Éstos, y con ellos sus líderes y sus dirigentes, tienen ahora la oportunidad de demostrar a la opinión pública española que se la toman de verdad en serio, que han comprendido lo que ésta les ha querido decir y que saben que a partir de ahora todo debe ser puesto al servicio del bien común, un bien común que se llama España.
Rajoy, que no elude nunca el tono de responsabilidad, tampoco forzó la nota retórica. Por eso su llamamiento al PSOE –y a los demás partidos– no se tradujo en apremio ni, mucho menos, en reproches. La cortesía equivale, en términos parlamentarios, a una forma de agradecimiento. Dice mucho del liderazgo de Rajoy, y de lo que a Rajoy le gustaría que fuese la nueva legislatura. Hay límites, como la reforma laboral, que resulta intocable. Tampoco habló de cambios en el texto constitucional. Por el contrario, existe todo un abanico de reformas ineludibles, desde las pensiones y la educación hasta la financiación del Estado autonómico y las derivadas de los cambios tecnológicos o del cambio climático, que –Mariano Rajoy lo sabe mejor que nadie– no pueden ser acometidas si no es con el respaldo de los dos grandes partidos con vocación nacional y de gobierno. Si no hay acuerdos, no habrá reformas.
Hemos llegado al punto en el que los grandes partidos deben entenderse en cuestiones que son nacionales por naturaleza. Una vez más, Rajoy está ofreciendo al PSOE una oportunidad que ahora éste habrá de gestionar. El tono del presidente indica que entiende la situación crítica en la que se encuentra el PSOE. En realidad, y desde esta perspectiva, buena parte del discurso de ayer –a diferencia del de agosto– puede ser entendido como una invitación a que el PSOE asuma el papel que le corresponde. Sin eso, España se bloqueará, aunque en estos meses la sociedad y el Estado españoles hayan demostrado, como también subrayó ayer Rajoy en su discurso de investidura, su madurez y su coherencia.
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