Navarra

Los dos guardias civiles agredidos en Alsasua confiesan que temieron por sus vidas

El sargento agredido en Alsasua cree que la paliza fue “premeditada”. “Tuve que ir rodando por el suelo para evitar que me destrozaran”, relató al tribunal. “Fue un calvario eterno”, recuerda uno de los guardias civiles agredidos en Alsasua, que identifica a cuatro de los acusados como autores de la paliza

Juicio a los ocho acusados de agredir a dos guardias civiles y sus parejas en octubre de 2016 en la localidad navarra de Alsasua
Juicio a los ocho acusados de agredir a dos guardias civiles y sus parejas en octubre de 2016 en la localidad navarra de Alsasualarazon

El teniente de la Guardia Civil víctima de la agresión de Alsasua (Navarra) ha descrito hoy el «calvario terrible» que sufrió, con «golpes y patadas por todos los lados», especialmente en la cabeza, piernas y espalda, que le hicieron temer por su vida.

Uno de los agentes agredidos en Alsasua (Navarra) en octubre de 2016 aseguró ayer al tribunal de la Audiencia Nacional que juzga a los ocho supuestos responsables de las lesiones y amenazas que temió por su vida mientras “recibía patadas y puñetazos por todos lados”. “Por supuesto que temí por mi vida -aseguró en su declaración como testigo-. Estaba en el suelo y aturdido con mucho dolor. No me podía defender y no dejaban de golpearme por todos lados”. “Sabían que era guardia civil perfectamente”, dejó claro a preguntas del fiscal José Perals. “Para nosotros fue una eternidad sufrir aquello. Fue un calvario eterno”, añadió.

El teniente, que en la fecha de los hechos tenía 25 años, identificó a cuatro de los acusados: Jokin Unamuno (a quien señaló como el responsable de iniciar la agresión), Ohian Arnanz, Adur Ramírez de Alda y Julen Goicoechea. “Eran plenamente conscientes de lo que estaban haciendo”, explicó al tribunal, presidido por la magistrada Concepción Espejel.

Esa madrugada del 15 de octubre fueron a cenar al bar de los padres de su novia, “el bar de jubilados de Alsasua”, y después decidieron ir a tomar una copa al “bar Koxka”, “donde solía ir habitualmente”. “Tomamos un par de copas hasta que ocurrió lo que ocurrió”, dijo. No era, precisó, un bar abertzale.

Pidieron cuatro consumiciones en la barra. “Había buen ambiente y no veía nada raro. Estaba lleno de gente y notabas que te miraban constantemente, que saben que estás ahí, pero eso pasaba siempre”. Al salir del servicio, se encontró con uno de los acusados, que le pregunta si es “madero”. Él lo confirmó (“ya lo sabes”) y le aclara que estaba en su tiempo libre. “Pues menos tiempo libre”, le contestó.

De nuevo en la barra, “en un momento dado nos lanzaron un chupito vacío, pero no le di importancia”. Pasado un rato vi entrar a Jokin Unamuno junto con varias personas. “Se dirigió directamente al sargento y como lo conocía le dije que nos dejase en paz. Él se volvió a encarar conmigo de forma muy agresiva. Me dijo que su abuelo también era guardia civil y me preguntó por qué conocía su nombre”.

“Noto que me están empezando a golpear por la cabeza, por las piernas y por la espalda”. “¿Eran golpes o empujones?”, le preguntó el fiscal José Perals. “Eran golpes”. “Cuando me di la vuelta recibí puñetazos y patadas por todos lados y vi que a Mari Jose (su novia) también la estaban zarandeando. Decidí salir, pero habían hecho una especie de pasillo hasta la puerta donde recibimos más golpes. Vi a Adur (Ramírez de Alda) y a otro con el pelo más largo (que identificó como el también acusado Julen Goicoechea) y nos empiezan a dar puñetazos a mí, al sargento y a Mari Jose”. “Luego empiezo a recibir golpes de todos los lados antes de la segunda puerta que tiene el local. Me empiezo a aturdir mucho y caigo al suelo. Empiezo a sangrar y me sube mucho el dolor. Muchos golpes en la cabeza, en la espalda y en las piernas. Consigo hacer una llamada pero no recuerdo si me escucharon”.

Según relató, les rodearon entre 15 y 20 personas y “en el pasillo alguna más”. “No me lo esperaba. Empecé a recibir golpes, agarrones y empujones y me di cuenta de que a nuestra espalda había otras veinte personas. Es cuando intenté salir -recordó al tribunal- pero no me respondieron las piernas y caí al suelo. Notaba que me estaban golpeando constantemente y perdí el equilibrio”.

Cuando llegó la Policía Foral “se tranquilizó un poco el asunto, pero estaba muy aturdido”. Negó que alguien intentara ayudarles: “Nadie se acercó a mí que intentara echarme un cable. Sólo le recuerdo a Mari Jose gritando que por favor pararan”. “Yo no golpeé a nadie. Lo único que podía hacer era cubrirme de los golpes. Mi interés no era enfrentarme a nadie sino salir de ahí”.

El teniente, que estuvo ocho meses de baja, lamentó que a consecuencia de lo sucedido su salida del municipio navarro “fue muy abrupta”. “Además, yo quería quedarme en Alsasua”, dejó claro. Y recordó la larga rehabilitación: “Tuve que aprender de nuevo a caminar. Había perdido el equilibrio. Pude quedarme cojo perfectamente”.

En lo que se refiere al sargento agredido en Alsasua, ha rememorado también la angustiosa salida del local mientras eran golpeados por varias personas, entre las que identificó a siete de los procesados: “Tuve que ir rodando por el suelo para evitar que me destrozaran ahí”.

El agente coincidió con el relato de su compañero y recordó que cuando estaban tomando una copa se dirigió hacia él Jokin Unamuno “en tono desafiante y pegando la cara a la mía, increpándome y diciéndome que me fuera de ahí. Estaba vociferando y con una actitud agresiva. No me lo esperaba”. El teniente intentó entonces mediar y su novia, que conocía a Jokin Unamuno del pueblo, “le dijo que no queríamos problemas”.

“Decidimos irnos y en ese momento, en el tramo hasta la puerta, empezaron a golpearnos con manos y patadas por todos lados -contó al tribunal-. Intenté salir a la calle con Pilar (su novia) y vi cómo varias personas estaban dando puñetazos y patadas al teniente por la espalda. Durante ese pasillo no paramos de recibir golpes por todos lados de gente que estaba en el bar y de otra del bar de enfrente, el Biltoki, que se acercó porque ya sabía que se iba a liar”.

“Conseguí salir el primero con Pilar y le dije que se fuese al coche para evitar que le agrediesen más -continuó el sargento-. En ese pasillo recibimos todos. Me di la vuelta y vi cómo el teniente estaba siendo vapuleado por varias personas, le falló la pierna y cayó al suelo. Tiré de su brazo para intentar sacarlo, pero para evitar que le auxiliara, me cogieron varias personas por la espalda y me tiraron a la calzada. Tuve que ir rodando por el suelo para evitar que me destrozaran ahí”.

Su novia se interpuso para tratar de impedirlo y “uno de ellos le propinó una patada que la tiró al suelo”. El teniente, mientras “seguía tirado en el suelo y Mari Jose encima de él haciendo una labor de escudo para evitar que siguieran agrediéndole. Ella también recibió puñetazos y patadas”.

“¿Alguien intentó ayudarles?”, preguntó el fiscal José Perals. “Nadie de los que estaban allí intentó ayudarnos. Incluso algunos animaban y jaleaban la agresión”.

Ya en la calle, les llovieron los insultos mientras les grababan con móviles: “Hijo de puta, “txakurra”, esto es lo que vais a tener cada vez que bajéis del cuartel”. “Estoy acostumbrado a situaciones de estrés pero eso nunca lo he vivido -reconoció el agente-. La verdad es que temí por mi vida, porque estábamos en inferioridad. Esa sensación de odio que tenían por ser guardias civiles no la he vivido nunca”.

“No fue casual. Creo que estaba premeditado. Si entra una persona a por mí y la gente del bar de enfrente acude enseguida antes de que yo salga eso es que estaba preparado”, aventuró el sargento de la Guardia Civil.

Para el agente, Jokin Unamuno “fue quien lo comenzó todo. Sin ninguna duda”. A Ohian Arnanz lo vio, según contó, “pegar puñetazos y patadas con una destreza como si tuviese conocimientos de artes marciales. Agredió al teniente”. Y recordó que a otro agente que se apuntó a clases de artes marciales le habría comentado: “Ten cuidado que aquí nos enseñan a pegar a guardias civiles”.

De otro de los acusados, Adur Ramírez de Alda, dijo que “propinó varios puñetazos en la cabeza al teniente cuando intentaba salir del bar. Era él sin duda. Fue al bar de enfrente y se puso una sudadera negra (para dificultar la identificación) pero le venía chica y le costó bastante”. Asimismo, aseguró que Aratz Urrizola le dio “varios puñetazos y patadas y me estuvo agrediendo en la calle cuando estaba en el suelo” mientras que Iñaki Abad fue una de las personas que “evitaron que auxiliara al teniente y me tiraron hacia la calzada”. Por último, de Ainara Urquijo contó que no vio que protagonizara agresiones físicas, “pero sí verbales a Pilar, a la que dijo: “Esto es lo que vais a tener cada vez que bajéis del cuartel””.