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Una vida que deja huella y camino

La Razón
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Como a la inmensa mayoría de los españoles, la muerte de Adolfo Suárez me conmueve y me entristece, pero, además, trae a mi memoria recuerdos imborrables derivados de su vinculación con la Fundación Príncipe de Asturias, como premiado en la Concordia y también como jurado de nuestros galardones en tres ediciones. Con tal motivo, tuve el privilegio de charlar con él largamente, mano a mano, y también la oportunidad y el privilegio de escucharle en otros momentos.

Adolfo Suárez era un hombre honrado –qué palabra tan esencial siempre, y que importante hoy–, de corazón valiente, que conoció a la vista de todos tanto la dicha como el dolor, tanto el ruido como el silencio.

Era cercano, miraba a los ojos, sonreía con frecuencia. Sencillo y frugal hasta la exageración –comía a lo largo del día apenas unas tortillas francesas que acompañaba de muchos cafés–, era un gran e incansable conversador, y, en lo que yo conocí, casi siempre sobre cuestiones políticas, su gran pasión. Política para construir un país mejor, digno, sobrio, esperanzado y libre. Y acompañando su palabra, siempre España y su futuro, siempre la Corona como clave para él, siempre el Rey y la esperanza en el Príncipe.

Decía Ortega que lo más importante de nuestra vida es aquello por lo que seamos capaces de morir. Y Adolfo Suárez nos dio a todos ejemplo de dignidad, de cómo mantenerse firme y a la vez sereno cuando tuvo que arriesgar incluso la vida por defendernos a todos. Sin su contribución a la democracia y a la Transición política, tal vez las cadenas hubiesen durado más y la libertad soñada hubiera sido más difícil de alcanzar. Una libertad que él creía que teníamos que preservar para «seguir aprendiendo la gran lección de la concordia, de la convivencia en justicia», como afirmó en su intervención en el Teatro Campoamor de Oviedo cuando recogió su premio. Por eso hoy, al despedirle para siempre, tal vez sea la mejor manera de rendirle el gran homenaje que se ha ganado, proclamar que lo que hizo entre tantas dificultades, los valores que ha defendido, no pueden terminar aquí, en este día tan triste para España.

Tiempo y tierra que pasa por la sombra y por la luz, escribió alguien, somos los hombres. Somos también memoria y, a veces, vidas que dejan vida, que nunca mueren, como la de Adolfo Suárez. Una vida que deja huella y camino para andar.