Artistas
Familia, mentiras y cintas de vídeo
Cuco Afonso dirige «El arte de la entrevista», una reflexión de Juan Mayorga sobre lo que decimos y lo que callamos a los seres queridos
Cuco Afonso dirige «El arte de la entrevista», una reflexión de Juan Mayorga sobre lo que decimos y lo que callamos a los seres queridos
Es curioso. Hay cosas que jamás haríamos en público ante nuestros conocidos y que, con una cámara de vídeo delante, estaremos dispuestos a someter al escrutinio de millones de desconocidos. Haremos el ridículo, bailaremos y cantaremos por unos minutos de gloria en YouTube. Subiremos nuestras caídas más absurdas o las bromas privadas que nunca debieron salir del ámbito íntimo del hogar. Y, en algunos casos, confesaremos lo inconfesable. La sensación de hablar a un objeto neutro es poderosa, nos hace olvidar que la cámara es en realidad un universo de silenciosos interlocutores. Y que de lo dicho, y grabado, ya no hay marcha atrás. Una cámara de vídeo y un encargo escolar –el segundo, después del que daba pie a «El chico de la última fila»– son la mecha y la cerilla que encienden «El arte de la entrevista», uno de los textos más recientes de Juan Mayorga, que tras su estreno en Avilés y unas pocas funciones de rodaje llega al Centro Dramático Nacional.
Navajazos con amor
Se trata de un montaje privado, de Iraya Producciones, al que el CDN le abre las puertas del Teatro María Guerrero. Juan José –Cuco para la profesión– Afonso dirige por segunda vez un texto de Mayorga, tras la sobresaliente «Si supiera cantar me salvaría. El crítico». «Es una historia íntima, muy pequeñita, familiar, en la que tres generaciones buscan su espacio y, al mismo tiempo luchan, como todo ser humano, en busca de la felicidad, pero tiene el peligro de una navaja barbera: las cosas que les dices a la gente que quieres son muy peligrosas», explica Afonso. No esperen, en cualquier caso, un «Agosto (Condado de Osage)» en el que se disparen los odios y los rencores. Mayorga lo deja claro: «No tengo simpatía por ese tipo de obras que sitúan a una familia en un entorno cerrado y los personajes se dedican a despellejarse. No vivo en ese tipo de familia ni siento especial afecto por esas construcciones, que dramáticamente tiene eficacia. Aquí por supuesto hay ''navaja'', pero también mucho amor entre los personajes».
En escena, tres generaciones en femenino: Alicia Hermida, Luisa Martín y Elena Rivera. Esta última –para la joven actriz de «Cuéntame» éste es su debut teatral– da vida a Cecilia, estudiante que recibe un encargo en clase de Filosofía: grabar una entrevista con algún miembro de su familia. Elegirá a su abuela, Rosa (Hermida). Y ésta, que hasta entonces había callado muchas cosas, hará tambalearse la tranquilidad del hogar, sobre todo su relación con su hija, Paula (Martín). «La presencia de una cámara lo cambia todo. La abuela decide contar algo que va a alterar la relación entre ellas», relata el director. Alguien le preguntará a la anciana por qué ha decidido hablar en ese momento. La respuesta es sencilla: nadie antes le había preguntado. «La cámara lo que hace es modificar el estado natural del discurso: o te lo inhibe o te lo desinhibe. En este caso, a mi madre en la obra le suelta la lengua. Sin la cámara no hubiera sido igual», cuenta Luisa Martín. Y explica Afonso: «La escritura de Juan tiene una cosa maravillosa: sus obras son un cuadro que los espectadores tienen que terminar de componer». Y añade: «El público tiene que decidir si lo que ha visto es verdad, porque es posible que no lo sea. De hecho, nosotros hemos discutido mucho sobre esto».
Paula ha criado sola a su hija; es una mujer trabajadora que se ha echado el mundo a la espalda en una familia con un alto nivel adquisitivo, pero ha pagado el precio de la soledad. Su madre, Rosa, ya anciana, ha sido mucho más liberal que su hija. La obra transcurre en el jardín de una casa una tarde de primavera. «Ha sido una opción realista, la que han elegido Juan José Afonso y Elisa Sanz, si bien matizada: en ningún momento se deja de recordar al espectador que estamos en un hecho teatral», matiza Mayorga. Hay un cuarto personaje, Mauricio, al que da vida Ramón Esquinas, una suerte de «ángel bondadoso». Mayorga lanza un símil: «La obra puede hacer pensar en Caperucita Roja: una madre, una niña, una anciana, un lobo feroz y un hombre, un cazador, que es una figura benéfica». El quinto será la pequeña cámara, convertida en presencia catártica.
Alicia Hermida extrae una lectura diferente del texto: «La obra trasciende ese sentido de lo real de la situación, va a algo más inconcreto. Tiene otro sentido, aunque Juan no se lo haya planteado, algo "pirandelliano"». Mayorga agradece la comparación con el «maestro» y corrobora la observación de la veterana actriz: «El gran tema de Pirandello es el del "teatro mundi", el mundo como un teatro, que es también el tema calderoniano por excelencia. Todos estamos representando papeles. Y es cierto que, bajo un punto de vista realista, eso aparece en la obra.Y aunque es una idea barroca, en un tiempo barroco como el que vivimos, en el que siempre llevamos una cámara en el bolsillo, todos nos convertimos en personajes». La obra también ofrece alguna reflexión hacia el mundo del periodismo y el concepto mismo de la entrevista. «Una entrevista es un conversación, pero una muy especial: siempre hay un tercero que la va a leer; ese tercero está animando a un tipo de preguntas o de respuestas, o censurándolas», reflexiona el dramaturgo. También, cuenta Afonso, «se habla de la ética de la entrevista. La obra se mete de lleno en la importancia de la propia moral de cada individuo».
Regreso al CDN
Para Luisa Martín, el montaje supone su regreso al CDN, el primer escenario donde actuó con un Strindberg. «Obvio decir que estoy emocionada», asegura la actriz. También Juan Mayorga (abajo) afirma estar «feliz» por volver al lugar «donde no sólo he estrenado algunas piezas, como "Himmelweg (Camino del cielo)"y "Cartas de amor a Stalin", sino que fue donde vi teatro por primera vez». Y recuerda aquella excursión escolar, con 16 años, que le cambió la vida. Ahora está de nuevo en la que ha sido su casa tantas veces como autor o como adaptador («Platonov», «Woyzeck», «Rey Lear», «Divinas palabras»...), convertido en uno de los dramaturgos españoles más representados en todo el mundo. Tiene pendiente el estreno de «Los yugoslavos» y «Reikiavik», que le gustaría dirigir él mismo. Y trabaja mientras tanto en nuevos textos, como «Famélica legión», que está dando para ensayar a los actores «página a página». Entre medias, «Método Lebrun para la felicidad» regresará a Madrid, a La Trastienda, y también «La lengua en pedazos», que podrá verse en el Fernán Gómez de nuevo, esta vez con Daniel Albaladejo como el inquisidor, el papel que estrenó Pedro Miguel Martínez.
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